Conflicto docente en Argentina: ¿y la educación?
La causa inmediata que surge de analizar el conflicto docente, según la evidencia, es atribuible a los persistentes déficits del presupuesto, pero las raíces más profundas deben buscarse en las desafortunadas decisiones de política económica llevadas a cabo por Argentina durante los últimos setenta años, el populismo nacional. Curiosamente, las mismas razones que defiende el más mediático dirigente sindical, Roberto Baradel, quién, lejos de enfocar sus esfuerzos en intentar zanjar el problema, sistemáticamente, ha adoptado una postura radicalizada y concebida para dividir, estrechamente identificada con su filiación política, el kirchnerismo.
Quien crea en las buenas intenciones del líder sindical y su entorno, bien peca de naíf, o bien de malintencionado. Pues solo hay una cosa que es clara en este conflicto, el leitmotiv: “no importa la educación”. Como solía decir el gran economista Milton Friedman “nada es gratis”, sobre todo para los alumnos quienes, sin dudas, soportarán los más altos costos; pero todavía hay un examen más triste y vil: ni siquiera tendrán conciencia de su propia ignorancia.
Parafraseando al Premio Novel de Literatura Mario Vargas Llosa podría decirse que el kichnerismo es elegir el error, es el partido de la expresidente procesada por asociación ilícita y de los resentidos más aberrantes, llenos de odio, de rencores viscerales, enfermos de rabia inexplicable hacia todo lo bueno que sea diferente a su manera tajante y fanática de ver las cosas, son por lo general incultos e ignorantes, mediocres de mediocres, y ahora, por supuesto, los que quieren empujar hacia el abismo a las futuras generaciones de argentinos.
Las fallidas políticas económicas del estado condujeron a que en nuestros días sea muy común incluir a la Argentina en la misma categoría que otras naciones de Latinoamérica. Incluso, hay quienes ubican al país aún muy por debajo de dichos ranking, ¡la debacle ha sido fenomenal!
La mayoría de los economistas que escribieron durante las tres primeras décadas del siglo XX habrían ubicado a nuestro país entre los más avanzados, tales como los líderes de Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá o Australia. Una nación que era democrática cuando tres cuartas partes de Europa no lo era y que era de las más prósperas de la Tierra cuando América Latina era un continente de pobres, de atrasados. En aquellos años, hubiese sido absurdo calificar a la Argentina como un país subdesarrollado en el sentido que hoy se le asigna al término.
Tan particular es el caso argentino que fue tipificado por el Premio Nobel de Economía Simon Kuznets, quien dijo: "Existen 4 tipos diferentes de países: los países desarrollados, los subdesarrollados, Argentina y Japón". El énfasis destacado por el autor se sustenta en un extraño infortunio, justamente, tratarse del único caso de un país que fue en apariencia desarrollado, en la década del 20, y, a partir de allí, se subdesarrolló.
La educación ha sido determinante en la historia Argentina y su referencia obligada, Domingo Faustino Sarmiento (la personalidad más destacada y cabal de la materia). Sarmiento centró la mayor parte de su esfuerzo en la promoción de la educación y, como consecuencia de ello, el primer país del mundo que acabó con el analfabetismo no fue Estados Unidos ni Francia, sino Argentina, con un sistema educativo que era un ejemplo para todo el mundo. Entonces, el país era un país de vanguardia.
La educación argentina no debe perderse en mezquindades ni en sesgos partidarios, sino retornar al rumbo que sentó las bases de la Generación del 80, la época de la esperanza que nos puso a la par de las grandes potencias. Hay que dejar de elegir las peores opciones y perseverar en el error. Venezuela no es ningún ejemplo pese a las consideraciones de la Rectora de la Universidad Nacional de Lanús, Ana Jaramillo, quien le otorgó un Doctorado Honoris Causa Post Morten al comandante Hugo Chávez Frías. No se deje engañar, la opción no es Baradel ni lo que representa, o no habrá límites para la caída y las catástrofes seguirán sucediendo.
El autor es Doctor en Economía y máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), profesor titular e investigador en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.
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