La pesadilla de viajar en clase turista, lo extraño es que no haya un motín a bordo
Hace años viajar en avión era una experiencia de lujo. Recuerdo que a los niños se les vestía elegantemente para tomar un vuelo y una compañía ya desaparecida, Pan Am, presumía de tener azafatas (entonces todavía no se llamaban auxiliares de vuelo) tan bellas como concursantes de certámenes de belleza. Todavía en aquella época las compañías aéreas podían ser abiertamente machistas sin pagar un precio por ello. Además, ser un jetsetter era para los más privilegiados y en clase “turista” todavía se podían estirar las piernas y la comida que se servía no era de plástico.
Contrario a lo que cabría esperar, a medida que más personas con salarios medios han podido desplazarse por el mundo, en vez de mejorar las condiciones en la cabina de clase turista éstas han empeorado y el trato es cada vez peor, acentuando el abismo entre los que pueden pagar precios astronómicos por ir en business o en primera y la inmensa mayoría que viaja apretada como ganado.
El terrible episodio que vivieron el pasajero David Dao y los viajeros en clase turista a bordo de un avión de United Airlines que salía de Chicago ha provocado conmoción. Difícilmente podremos olvidar las imágenes grabadas con teléfonos móviles en las que se ve a guardias de seguridad sacando a la fuerza y arrastrando violentamente a este doctor de Kentucky. Siguiendo instrucciones de la administración de United, cuatro pasajeros que habían pagado sus boletos y ya estaban sentados debían abandonar el avión con el fin de ceder sus asientos a empleados de la aerolínea.
A lo que aspiran las aerolíneas, y también muchas de las compañías de cruceros, es maximizar sus ganancias ampliando la exclusiva categoría de business o primera. De ese modo cada vez se recalca más la división entre unos y otros pasajeros.
En un primer momento el director ejecutivo de United, Oscar Muñoz, demostró en un comunicado a los empleados que no domina el arte de las relaciones públicas, cuya misión es quedar bien con los clientes y asegurarles que su bienestar es la prioridad de la empresa. A pesar de que el ciudadano Dao sufrió heridas en el rostro por los golpes y quedó en estado de shock por el insólito e injustificado maltrato, Muñoz lo culpó por su comportamiento “beligerante”. Sin embargo, cuando la compañía se desplomó en la bolsa de valores a la vez que se avivaba la indignación colectiva, admitió que nadie merecía un trato tan vejatorio.
En realidad este episodio de terror que se vivió en el vuelo 3411 de United es el ejemplo último del creciente trato abusivo por parte de las grandes aerolíneas en Estados Unidos. En un artículo del columnista dedicado a tecnología en el NYT, Farjad Manjoo, este cita a Henry H. Hartveldt, presidente del Atmosphere Research Group, quien señala que en los últimos 40 años las compañías aéreas han ido en picado en lo que se refiere al servicio al cliente y, añade, donde más se nota es en el “deterioro de la comodidad y la calidad del servicio a los pasajeros de menos categoría, que son la mayoría”.
Para el viajero que sólo puede permitirse viajar en clase turista esto no es una novedad. A duras penas te dan una bolsa de cacahuetes para evitar lipotimias. El espacio entre filas se achica a pasos agigantados. En los bolsillos de los asientos hay restos que dejaron pasajeros de vuelos anteriores. Y aquellas azafatas solícitas son un mito del pasado, pues los auxiliares de vuelo que hoy te atienden muchas veces parecen más fatigados y hartos que los clientes que han sufrido largas demoras.
Claro está, faltaba el paso de United, que sin el menor sonrojo le exigió a quienes pagaron su billete que se largaran por el descaro de los vuelos sobrevendidos o sencillamente para hacerle sitio a sus propios empleados. La manifestación a cara descubierta de que el viajero en clase turista es descartable, excluible y merecedor de un trato carcelario en una república bananera.
A lo que aspiran las aerolíneas, y también muchas de las compañías de cruceros, es maximizar sus ganancias ampliando la exclusiva categoría de business o primera. De ese modo cada vez se recalca más la división entre unos y otros pasajeros. Es inevitable preguntarse si la mortificación y la precariedad sistemáticas en clase turista son una estrategia para disuadirnos hasta que renunciemos a la democratización que trajo la expansión de la clase media que hoy parece arrugarse.
Lo que estamos padeciendo con las aerolíneas es una verdadera lucha de clases. Por fortuna algunos pasajeros grabaron el momento de horror que vivió David Dao cuando su sangre salpicó el pasillo de la cabina. A estas alturas lo que sorprende es que no haya motines a bordo. Los pasajeros en clase turista son muy sufridos, pero hasta un día.
©FIRMAS PRESS
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