Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (X): sobre la competencia de servicios defensivos en un mismo territorio
En el artículo anterior de esta serie discutimos la teoría del monopolio aplicado a los servicios de seguridad y defensa. En él afirmamos que en un territorio pueden convivir, y de hecho lo hacen, diversas fuerzas de seguridad sin que tengan que entrar necesariamente en conflicto.
El primer debate es, por tanto, cuál debe ser el alcance de tal territorio, que no necesariamente tiene por qué coincidir con el de un Estado realmente existente. Especialistas en economías de escala como Walter Adams o Seymour Melman afirman que las dimensiones óptimas de una empresa, sea de servicios o de bienes, no acostumbran a coincidir con las dimensiones de los Estados que las acogen, esto es, es perfectamente posible concebir una pluralidad de entes productores o prestadores de servicios dentro de su ámbito territorial. En España, sin ir más lejos, existen varias suministradoras de electricidad, teléfonos, agua y plantas productoras de bienes que no coinciden con las dimensiones españolas. Determinadas cadenas de supermercados pueden perfectamente atender, por cuestiones de logística, el espacio del noroeste ibérico y Portugal, otras el norte y centro, etc. A veces incluso se superponen, con beneficio para el consumidor, que puede optar por el suministro de una u otra planta a conveniencia y jugar con los precios. La lógica de escala no entiende de dimensiones estatales.
El mismo criterio podría aplicarse a la seguridad y la defensa, pues al igual que cualquier otra empresa de servicios, esta debería contar con un perímetro adecuado de prestación de los mismos, teniendo en cuenta las preferencias reveladas de los consumidores en cuanto a cantidad y calidad y su disposición a pagar por ellas. Se combinarían aquí, además, varias escalas de prestación, según la tipología de la demanda: al igual que existen varias escalas de producción en el mercado de las bebidas, por ejemplo, con una escala regional en el caso de productos de gran consumo (bebidas de cola) y una europea o mundial en el caso de productos de alta gama (whiskies de malta de alta calidad). En la producción de seguridad acontecería lo mismo, pues es asimismo un bien heterogéneo. La seguridad relativa a las riñas de tráfico o los alborotos nocturnos es normalmente prestada a escala local; la inteligencia contra el terrorismo podría ser realizada a escala europea; atracos e investigación de crímenes de sangre lo serían a escala autonómica o estatal. Es más, pueden y deben existir superposiciones y redundancias, esto es, que varias agencias o unidades puedan prestar el mismo servicio para garantizar que este sea prestado. Con estas comparaciones se pretende señalar que no existe una escala correcta de prestación de servicios de seguridad, ni que esta tiene por fuerza que ser prestada en régimen de monopolio.
¿Es necesario que exista una única agencia de seguridad? Para muchos defensores del Estado, las peculiaridades de la defensa impedirían que existiesen varias agencias de seguridad en concurrencia, pues inevitablemente competirían entre sí de forma violenta. Entiendo que esta afirmación no es correcta. Esta situación ya se da de hecho y no deriva precisamente en conflicto, sino en cooperación.
En el espacio español (en el europeo es aún más claro pues en su territorio están establecidos varios ejércitos nacionales al mismo tiempo), coexisten en el ámbito estatal policía local, foral, autonómica, nacional, guardia civil, ejércitos de tierra, mar y aire y tropas norteamericanas desplegadas en varias bases. En el ámbito privado existen decenas de compañías de seguridad, en muchas ocasiones en edificios adyacentes o muy cercanos. La universidad esta protegida por una compañía, la Xunta de Galicia por otra, grandes almacenes, bancos y empresas contratan cada uno de ellos a su propia empresa. Incluso a nivel individual se puede estar protegido por varias agencias a la vez. De la misma forma que cuando contratamos más de un seguro es muy probable que varios riesgos estén doblemente cubiertos (asistencia en viaje, accidentes…) nada impide a una empresa o individuo contratar seguridad a dos o varias agencias a un tiempo. Además, agencias públicas y privadas compiten con organizaciones armadas de la zona gris o negra de la economía. Mafias, narcos, traficantes de personas y terroristas compiten también en el mercado de la seguridad con mayor o menor fortuna. Cada una de ellas cuenta con una organización armada y presta algún tipo de servicio de protección o seguridad (las organizaciones de narcos, por ejemplo, protegen el tráfico de droga y pretenden garantizar la protección de sus traficantes y de sus envíos de mercancía).
Como vemos, existen en España, uno de los países más seguros del mundo, numerosas organizaciones armadas en competencia e incluso solapadas sin que parezca que se den problemas serios de violencia entre todos estos grupos. Se puede, lógicamente, contraargumentar diciendo que muchas de esas organizaciones son coordinadas por el Estado o están sujetas a su regulación y que, por tanto, sigue existiendo un cierto monopolio en la violencia. El argumento es de peso, por lo que hay que analizarlo.
Todas estos grupos armados cuentan con cierta autonomía operativa y nada impide que puedan combatir entre ellos. Ya lo han hecho. Sin ir más lejos, guardias de asalto y guardia civil se enfrentaron entre sí en la Guerra Civil española, al igual que miembros de diferentes armas que simplemente obedecían a jefes distintos. Una de las dudas que se han planteado en el caso de secesión de Cataluña es a quién obedecerían los mossos d'esquadra. En algunos países determinadas fuerzas policiales pueden estar asociadas con narcos o mafias y otras no. Siempre me ha llamado la atención que en México los encargados de combatir al narco sean fuerzas de la Marina, aun operando tierra adentro. Pudiera ser que se debiese a algún fenómeno de infiltración de los narcotraficantes en las fuerzas policiales y que los encargados de la lucha contra el tráfico de drogas no se fíen de algunas de ellas. Lo mismo acontece con las fuerzas militares radicadas en el territorio de otro Estado, como las norteamericanas en España, que cuentan incluso con ciertas inmunidades penales. Estas no obedecen al mando nacional más que de forma indirecta y pueden ser potenciales fuentes de conflicto e inestabilidad, como se ha comprobado en muchas ocasiones. Recomiendo el gran libro de Chalmers Johnson, Las amenazas del imperio, al respecto.
Con esto lo que se quiere es mostrar, primero, que la existencia de múltiples agencias de defensa en un territorio no tiene necesariamente por qué significar que estas se encuentren en perpetuo combate entre sí, sino que potencialmente se podría recurrir a una o a otra a conveniencia de la necesidad del cliente y, por tanto, la defensa o la seguridad no tiene por qué prestarse en forma de monopolio. Es un servicio como cualquier otro y la lógica de su producción es la misma que la del resto y no tiene por qué llevar consigo lucha o conflicto. En segundo lugar, lo que explica que unidades armadas tan variopintas no estén en continuo conflicto, aun pudiendo estarlo, es la cooperación entre ambas. Como ya se apuntó en algún artículo anterior, los Estados funcionan internamente de forma anárquica, esto es, individuos unidos por reglas, convenciones, códigos internos de honor o por intereses pecuniarios y tienen un interés claro en cooperar como grupo de individuos organizado para poder mantener su poder sobre los gobernados. Cuando, por alguna razón, no cooperan, existe conflicto, que puede adoptar varias formas, desde el golpe de Estado a la guerra civil abierta. Entonces es cuando resulta más fácil observar cómo cada una de estas organizaciones armadas adopta posturas diferenciadas.
En los Estados occidentales la guerra abierta es rara de ver, pues el grado de integración de sus élites y la fórmula política que adoptan lo dificulta mucho. El conflicto entre agencias armadas acostumbra a circunscribirse a filtraciones y guerra sucia política de forma más o menos incruenta (como podemos observar ahora en España o en las filtraciones de CIA y FBI contra o a favor de Donald Trump). Los actores implicados no tienen interés en un conflicto abierto pues pondría en cuestión su base de legitimidad y, por tanto, la base sobre la que se sustenta su poder. Así, lo normal es que cooperen entre sí. En países que aún no han alcanzado nuestro grado de estatalidad, esto es, que sus élites están menos integradas en normas y valores de la modernidad democrática, podemos observar cómo son más frecuentes los conflictos abiertos entre los grupos armados que operan en un mismo territorio.
Como podemos observar, si existe cooperación, pueden convivir en un mismo territorio muchas fuerzas armadas: el conflicto se circunscribirá a las que no lo hagan, como algunas mafias o grupos terroristas. La cuestión entonces es que no es necesario que los servicios de seguridad se presten en régimen de monopolio, que como vemos no es estrictamente necesario, sino si en una sociedad sin Estado se daría el suficiente grado de cooperación entre las distintas agencias como para evitar la guerra permanente. Yo entiendo que sí. Como vimos, en la clase dirigente se han desarrollado métodos de coordinación, ya sea de integración ya de exclusión, que permiten mantener una situación razonable de paz tanto dentro de los Estados como entre los Estados, que son básicamente los mismos que existen en una sociedad con relaciones de mercado contractuales. En el mercado del uso de la violencia defensiva existen incentivos a la cooperación, temor a la sanción y formas de organización coordinadas por dinero y precios.
¿Alguien piensa que una sociedad que es capaz de coordinar centenares o miles de personas en todo el mundo para producir ropa, automóviles o cemento para obtener un margen de beneficio del 3 o 4% no iba a ser capaz de coordinarse de la misma forma para salvar su vida o su libertad? Pues la misma coordinación que se necesita para producir un bien o servicio cualquiera es la que se requiere para producir servicios de defensa o seguridad, que no son más que bienes o servicios con características propias (de todo bien o servicio se pueden predicar peculiaridades).
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