El toro, el perro y la niña sin miedo
Nunca una niña inmóvil y menuda había exacerbado tanto los ánimos. Se trata de la escultura de bronce que en víspera del Día Internacional de la Mujer se instaló frente a la imponente figura del conocido toro de Wall Street, que desde 1989 es símbolo del poderío del distrito financiero.
Todo fue producto de la ingeniosa idea de State Street Global Advisors, una firma de inversiones que tiene como prioridad emplear el mayor número de mujeres en un sector principalmente dominado por hombres. Fue la escultora uruguaya-estadounidense Kristen Visbal la encargada de crear una figura que combina la fragilidad con una actitud desafiante, cuyo mensaje es darles alas a las mujeres desde temprana edad en ámbitos profesionales donde todavía el acceso a puestos directivos les está vedado.
Irónicamente, la inofensiva pieza que ahora le hace compañía al animal que simboliza la fuerza contrarió sobremanera al escultor del toro de bronce, Arturo Di Modica, quien de inmediato se quejó de que la ciudad de Nueva York había “violado” sus derechos legales al permitir que la minúscula intrusa invadiera el espacio de su criatura de 3,200 kilos. Para el artista de origen italiano esta chiquilla inerte no es nada más que una maniobra de publicidad y no una manifestación puramente artística. Es evidente que Di Modica ha elegido obviar que fue precisamente en Italia donde los artistas más grandes como Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci hicieron sus obras por comisión de mecenas acaudalados. La curia y los nobles de antaño han sido sustituidos por empresas como la que patrocinó a Visbal.
Pero no sólo Di Modica ha puesto el grito en el cielo. Las feministas más radicales también han criticado a la “niña sin miedo”, al afirmar que la obra abandera el “feminismo corporativo” y el “falso feminismo”. Por si fuera poco, hace tan solo unos días junto a la nena apareció otra escultura, esta vez la de un pequeño perro orinando sobre la pierna de la estatua. Alex Gardega, su autor, dijo que lo había esculpido en solidaridad con el creador del toro bravo y en defensa de la integridad artística de su congénere.
Está visto que los dos varones, Di Modica y Gardega, sencillamente no le ven valor alguno a la obra de Kristen Visbal, por supuestamente estar al servicio de los intereses de una compañía y su brillante estrategia de marketing. Pero si se trata de promoción astuta, a Visbal no le van a la zaga sus rivales masculinos. Di Modica gustosamente brindó su toro a la imagen de los lobos de Wall Street, que no son precisamente unas monjas ursulinas. Y en cuanto a Gardega, con su irreverente perro ha conseguido lo que muchos artistas ambicionan: chorros de publicidad y acaparar titulares aunque sea con un happening polémico.
Al final es completamente anecdótico el berrinche de Di Modica, la provocación de Gardega, la indignación de las feministas más ortodoxas o la operación publicitaria de la empresa que logró eclipsar la tradicional simbología de Wall Street con una más novedosa y acorde con estos tiempos. Sin duda, lo que trasciende de todo este show mediático que hace las delicias de curiosos y turistas en la era del inevitable selfie, es que, a estas alturas, todavía la irrupción del estrógeno descoloca el corral donde campea la testosterona.
Nunca había estado más animada la zona baja de Manhattan, que hasta hace poco se quedaba desierta cuando los estresados corredores de bolsa se iban a sus casas al caer la tarde. Ahora la presencia de una niña con los brazos en jarras ha desatado una sana batalla dialéctica. Indudablemente, la guerra por la igualdad no conoce tregua y a las mujeres sin miedo les tienen muchas ganas.
©FIRMAS PRESS
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