Ecuador: La dolarización es una fortaleza, no una debilidad
Augusto de la Torre y José Hidalgo describen en un reciente estudio las tres tenazas que atrapan a la economía ecuatoriana: (1) una situación fiscal inviable, (2) una contracción económica y (3) la apreciación del dólar. Los autores recomiendan reformas convenientes como medidas que flexibilizarían el mercado laboral, otras que facilitarían el proceso de quiebra de las empresas, la celebración de acuerdos de libre comercio y otras reformas corporativas que fomentarían inversiones.
El estudio parece ver como una pesada cruz la dolarización. Pero el ajuste luego de una bonanza no es más difícil en dolarización que con moneda propia, sino todo lo contrario. Con moneda propia hubiese una depreciación que afectaría de manera inequitativa a la población: la depreciación derivaría en una inflación que afectaría principalmente a los trabajadores de ingresos más bajos. Preferible realizar un ajuste interno de precios que permita que caigan aquellos que fueron inflados artificialmente durante la bonanza: por ejemplo, los sueldos públicos, los precios de ciertas propiedades y el gasto público en general.
Llama la atención que los autores omiten comparaciones con economías dolarizadas, incluso aquellas que ya han atravesado procesos de ajuste significativos que podrían aportar valiosas lecciones. Por ejemplo, los países bálticos (euroizados) realizaron un ajuste luego de una importante bonanza que se dio en dos terceras partes por el lado de reducciones al gasto público y una parte por el lado de aumento de impuestos. Estos países volvieron a crecer tan solo un año después de que se implementaran las reformas, mientras que otros como España, Grecia e Italia –que adoptaron ajustes graduales– tardaron mucho más.
También es notoria la ausencia de comparaciones con otros países latinoamericanos dolarizados como lo son Panamá y El Salvador. Estas comparaciones indicarían la irrelevancia del saldo de la balanza comercial para determinar la salud de una economía. De hecho, ambas economías han registrado déficits en su cuenta corriente (que incluye a la balanza comercial) muy superiores a aquellos del Ecuador. Durante la última década Panamá registró los mayores déficits en su cuenta corriente (promedio de -8,8%) de entre las tres economías y, sin embargo, fue la que más creció: un crecimiento promedio de 7,4% vs. 3,9% en Ecuador y 1,4% en El Salvador.
El problema de la balanza comercial se resuelve de manera automática conforme el Gobierno se arrope hasta donde le llegue la sábana. Ronald McKinnon señaló una relación positiva entre los déficits comerciales y los déficits fiscales de EE. UU. con China y todo indica que un fenómeno similar se ha dado en la economía ecuatoriana.
La contracción del crédito que sufrió la economía durante lo peor de la recesión se debe en no poca medida a las travesuras del Banco Central con el dinero de otros. El financiamiento del Gobierno central con fondos de la Reserva Internacional (RI) ha conducido a que los bancos operen con una reserva bancaria autoimpuesta muy por encima de la que normalmente habían mantenido en dolarización. Esto reduce la concesión de créditos (y de circulante) que se hubieran otorgado de otra manera.
La incertidumbre acerca de la política económica, característica de gobiernos autoritarios, tampoco estimula un mayor nivel de ahorro e inversiones. Se requieren reformas políticas que reconstruyan el Estado de Derecho en el país, para que tenga credibilidad cualquier programa de reformas que liberalicen la economía.
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