¿Y si Daesh ha creado un Estado?
Cuando los medios de comunicación o los políticos mencionan a la más mortífera organización yihadista actual, suelen referirse a ella como “el autodenominado Estado Islámico”. Resulta llamativo que no se use una construcción similar al mencionar a otros grupos terroristas pasados o presentes. Nunca oímos o leemos sobre “la autodenominada ETA”, “las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”, “el autodenominado Hezbollah”, “el autodenominado Hamas” o “el autodenominado IRA”, entre otros. Por comparación, pareciera que estos grupos no se hubieran puesto ellos mismos sus nombres.
Algunos políticos, analistas y periodistas van incluso más allá. Sostienen que se debe llamar a esa organización "Daesh" en vez de por su nombre completo o por sus siglas en inglés, IS. El motivo, aducen, es que no se trata de un Estado. Se les escapa que "Daesh" es el acrónimo de “Estado Islámico” en árabe, por lo que en realidad no hay diferencia alguna con las otras denominaciones.
Ante todo esto, no resulta fuera de lugar preguntarse si Daesh (o IS, como cada uno prefiera) es en realidad un Estado. La respuesta es evidente, no lo es. Pero cabe una matización importante. Aunque este grupo no lo sea, sí ha creado algo que al menos se le parece mucho: el autoproclamado “califato” en parte de Siria e Irak.
Los elementos que definen a un Estado son cuatro: territorio, población, soberanía y reconocimiento internacional. Si se repasan uno a uno, vemos que el “califato” de Daesh cumple tres de ellos.
Es una realidad innegable que domina un territorio, que ocupa parte de Siria y de Irak (si bien, afortunadamente, su extensión no deja de menguar). No vale aquí aducir que no tiene unas fronteras fijadas y claramente definidas. Eso ocurre en cualquier conflicto bélico, donde las lindes entre contendientes no dejan de variar según evolucionan los frentes. Pero, incluso, hay casos en los que no existen guerras y los límites territoriales entre un país y otro siguen pendientes de un acuerdo definitivo.
En ese territorio dominando por la organización terrorista hay una población. No sólo están los miembros del grupo, tanto locales como llegados de otros países. Habitan sobre todo personas que ya vivían allí antes del nacimiento de Daesh. El genocidio contra yazidíes y cristianos no altera esto; en otros lugares y épocas también los ha habido contra otras minorías sin que por eso desaparezca el Estado.
Tras ver que los dos primeros elementos están presentes, cabe preguntarse por el tercero: la soberanía. Esta última no es otra cosa que la capacidad de ejercer la autoridad y generar legislación de obligado cumplimiento en el territorio controlado. Y Daesh lo hace. Cuando impone normas prohibiendo ciertos comportamientos u obligando a las mujeres a vestir de determinada manera, este grupo se está comportando como el soberano de las tierras por él dominadas. No se le reconocerá ese papel, pero a efectos prácticos lo ejerce.
Si el “califato” del IS no puede ser considerado como un Estado es tan sólo porque no se da el cuarto elemento: no es reconocido como tal por el conjunto de países del mundo. El resto de las características, aquellas que no dependen de una mera definición académica o la legislación internacional, las cumple a rajatabla. Al fin y al cabo, ha habido y hay Estados reconocidos con gobiernos tan brutales como Daesh. Pensemos en Corea del Norte, el Afganistán de los talibanes, la Alemania nazi o la URSS, entre otros.
Con su “califato”, Daesh ha creado algo en lo que los estatistas ven reflejada la peor versión de lo que puede llegar a ser un Estado. Es normal que les preocupe que use el nombre que usa.
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