9 de Julio en Argentina: la independencia que tenemos y la que nos falta
En 1837 Juan B. Alberdi, en el Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, reflexionaba sobre la independencia y hacía una distinción que todavía hoy sigue teniendo plena vigencia, al decir que se había logrado la independencia del exterior pero que aún faltaba lograr la independencia interior.
Lamentablemente, a 201 años de la gesta de 1816, esta última todavía no ha sido lograda. Alberdi apuntaba a una sociedad que se rigiera por un sistema republicano en el cual imperara la división de poderes y el estado de derecho, algo que solo se cumplió parcialmente a lo largo de nuestra historia.
Este autor sabía que ello no ocurriría de un día para el otro, por eso en sus Bases hablaba de la “república posible” y la “república verdadera”, la cual se alcanzaría a medida que el país fuera progresando social, económica y políticamente.
En la actualidad no quedan dudas de que el país es independiente de toda potencia extranjera, pero nos queda por resolver la cuestión de la independencia interna. Contar con un sistema democrático, que nos permite votar cada dos años, es una condición necesaria pero no suficiente. Todavía nos falta recorrer un largo camino para poder ser ciudadanos independientes.
En primer lugar, se debe respetar nuestra libertad individual y todo lo que con ella creamos, producto de nuestro trabajo; es decir, el derecho de propiedad. En este aspecto nos enfrentamos a dos tipos de abusos: uno es el flagelo de la delincuencia común y, el otro, el de la exorbitante presión tributaria.
Por cuestiones de espacio, solo me referiré al segundo. Nadie que trabaje más de medio año para pagar impuestos puede considerarse una persona independiente. Pensemos por un momento qué haríamos si nuestros empleadores nos pagaran la mitad del salario acordado o si alguien nos retuviera encerrados por medio año trabajando para ellos. Seguramente diríamos que nos han privado de nuestra libertad o propiedad de manera ilegítima. Increíblemente, eso es lo que nos pasa a los que somos objeto de la expoliación legal (aunque ilegítima) que ejerce el Estado contra nuestra propiedad. De manera tal que una cuestión por resolver, para ser independientes en nuestro propio país, es lograr una emancipación tributaria, lo cual no significa no pagar impuestos, sino que éstos sean razonables.
En segundo lugar, debemos abandonar más de 80 años de antinomias, que no contribuyen al progreso sino a mantener un statu quo que solo beneficia a aquellos que viven del Estado. Solo con un debate auténtico y la búsqueda de consensos podremos vivir en un país más serio y previsible. Dejemos el pasado para los historiadores y dediquémonos a crear nuestro futuro. Mientras nosotros discutimos el pasado, el mundo sigue avanzando. Debemos dejar de ser solo un país de votantes para ser uno con ciudadanos independientes en lo exterior, pero sobre todo en lo interior.
Alejandro Gómez es profesor de Historia (Universidad del CEMA)
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