José “Pepe “Mujica, signo de la decadencia moral en Uruguay
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Uruguay, Chile y Costa Rica son honrosas excepciones dentro de un continente que se caracteriza por ser extremadamente corrupto.
Carlos Alberto Montaner afirma que el caso uruguayo es asombroso y “digno de estudio”. ¿Por qué? Porque si lo comparamos con Argentina, notamos que la formación étnica entre ambas sociedades es similar. Además, en la época colonial formaban parte de la misma unidad política. Sin embargo, “la gerencia pública uruguaya es razonablemente honrada y transparente” mientras que la argentina es una “alcantarilla”.
Buscando posibles respuestas a esa diferencia, Montaner opina que se debe a que en Uruguay, “la ciudadanía no admite de buen grado la deshonestidad de los políticos o de los funcionarios. Hay sanción moral y consecuencias electorales adversas”.
Considerando el fenómeno de la corrupción en términos más amplios, varios autores coinciden en ese punto. Por ejemplo Max Kaiser – asesor de Naciones Unidas en temas de combate a la corrupción- afirma que “la enorme diferencia que existe entre las democracias exitosas y la nuestra (la mexicana) es el nivel de tolerancia social a la corrupción”.
Por su parte Oscar Diego Bautista – doctor en Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid- subraya que “son necesarios los instrumentos éticos de aplicación práctica”, que funcionen “como dique para frenar conductas antiéticas de los servidores públicos […] Además tiene que haber un sistema sancionador. Si no, el reino de la impunidad se extiende”. Agrega que un buen modelo es “el Código de Ética de Altos Funcionarios del País Vasco, que obliga a los miembros de la burocracia estatal a renunciar” si surgen “dudas sobre su conducta”.
Xavier Zavala Egas -ex miembro de la Comisión Anticorrupción de Ecuador – también enfatiza en el rol que los habitantes deben cumplir para prevenirla. Recalca que “el papel de la ciudadanía es fundamental en su labor de vigilancia y denuncia”
¿Por qué el tema de la corrupción preocupa tanto?
Porque hay relación directa entre el grado de corrupción y el apego de la gente hacia la democracia. Cuando Juan Pueblo percibe hipocresía de los gobernantes con respecto a ese tema, se produce “una fuerte decepción por parte de la ciudadanía hacia la democracia. Eso favorece el crecimiento de los discursos antidemocráticos”.
Norberto Emmerich – investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México- afirma que el hecho de que “las instituciones democráticas pierdan legitimidad tiene otra grave consecuencia, que es el avance de la ilegalidad. La corrupción política es sólo el eslabón más alto de una peligrosa cadena que afecta la vida cotidiana de la población”.
O sea que corrupción extendida y desapego hacia la democracia, son dos fenómenos que se retroalimentan mutuamente. Por tanto, es fundamental incentivar la repulsa social hacia los deslices éticos de las autoridades.
Uruguay es uno de los países privilegiados a nivel mundial que cuenta con este activo: moralidad social que provoca una fuerte condena ante cualquier manifestación de corrupción, por más leve que ella puede parecer.
Situación que, da la impresión, l ex presidente José “Pepe” Mujica está emperrado en socavar. Concretamente, nos estamos refiriendo a su defensa del vicepresidente de la república, Raúl Sendic, procurando banalizar un asunto que tiene sulfurada a la opinión pública.
La indignación es tan grande que según una reciente encuesta, 62% de los uruguayos considera que Sendic debería renunciar.
¿Por qué tanto enfado?
Los motivos son varios: ha mentido descaradamente atribuyéndose un título de licenciado que no posee, y ha fundido a Ancap (la petrolera monopólica estatal) que debió ser capitalizada, obviamente que a cuenta de los contribuyentes.
Por cierto, para dirigir Ancap fue designado por Mujica, cuando este era presidente de la república. ¿Cuáles eran las credenciales de Sendic a los ojos del Pepe? Según se ha expresado en estos días, la existencia de “un vínculo emocional con el vicepresidente por haber luchado en la guerrilla tupamara junto al padre del actual jerarca”.
Frente a los “fundamentos” de esa designación, es oportuno recordar las palabras de Bautista: “Quien asume un cargo público debe tener un perfil básico constituido por al menos tres elementos: capacidad para el cargo; lealtad a la Constitución y a su comunidad, no al partido ni a sus intereses particulares; y tercero, virtud y sentido de justicia. Es el perfil mínimo. Cuando estos criterios no están presentes llegan los improvisados, se practica el nepotismo, la injusticia y la corrupción”.
Volviendo al tema del enfado ciudadano con Sendic, la gota que rebosó el vaso fue el uso que dio a las tarjetas corporativas de Ancap mientras la presidió. Según informaron medios de comunicación, entre otras cosas las utilizó para comprar ropa, zapatos deportivos, joyas, souvenirs, aparatos electrónicos y hasta un colchón.
Al estallar el escándalo, Mujica trivializó la situación. Muy suelto de cuerpo afirmó que los gastos hechos por Sendic se debieron a situaciones “fortuitas” y por consiguiente, no deberían provocar su destitución. Agregó, que algunos eran “bobadas” y que deberían tolerarse. Puso como ejemplo la compra de un short para un extranjero.
Según la versión de Mujica, una “delegación de técnicos del exterior” se reunió con Sendic en el balneario La Paloma. Compartieron un almuerzo y “se quedan para bañarse y hay uno que no tiene short”. Ante esa situación, Sendic “va y compra un short con la tarjeta y se lo da”. Y agregó con ironía:”¿Lo mato porque compró un short a una visita extranjera?” Según su criterio, gastos “de ese tipo” deberían estar justificados” aunque aclaró que “de otros no”.
Entre otras cosas que cabría decir acerca de esta “defensa”, vale aclarar que esa adquisición fue realizada estando Sendic de vacaciones…
Frente a esos hechos, el Tribunal de Ética del Frente Amplio dictó un fallo donde se expresa lo siguiente: “La información divulgada (por los medios de comunicación) revela gastos, que por su naturaleza, generaron extrañeza o desaprobación”.
La conclusión del Tribunal es, que la actuación de Sendic “en estos hechos compromete su responsabilidad ética y política, con incumplimiento reiterado de las normas de control […] El cuadro general que presentan los hechos reseñados […] no dejan dudas de un modo de proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos”.
Frente a este dictamen, Mujica convocó a una conferencia de prensa donde declaró que es un documento “sorpresivo”, “duro” y “por encima” de lo que podía prever”. Ensayó una suerte de defensa, argumentando que “el caso de Sendic se debe contextualizar en una ‘atmósfera general’ vinculada a los dificultades que hay para rendir el gasto. El expresidente apuntó que desde hace más de 30 años en el Estado no se controla el destino y rendimiento de los viáticos. ‘Incluso hay dificultades para devolver algo si alguien tiene la voluntad’, dijo y se adjudicó responsabilidad a él mismo por haber sido presidente y no cambiar esta situación”.
Es claro que al generalizar lo que pretende es que los uruguayos bajen sus actuales estándares de moralidad social. Precisamente, si el “cuadro general” es el que describe, entonces, ¿qué mejor remedio que un castigo ejemplarizante al vicepresidente de la república? De ese modo todos los demás tomarían “nota” de lo que les podría pasar.
Pero el camino sugerido por Mujica va en sentido contrario…
Hana Fischer es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
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