Ser liberal ante este proceso de independencia en Cataluña
Percibo en algunos liberales, quiero creer que bienintencionados, una especia de chantaje intelectual del tipo: “Si eres liberal de verdad, deberías estar a favor de la independencia de Cataluña”. Y como siempre que hay dogmas, hay dioses: “Mises o Rothbard lo estarían, así que no hay discusión posible”.
Como no había leído lo que Mises y Rothbard escribieron al respecto, me puse manos a la obra: si es posible, creo que siempre es mejor interpretar uno mismo los textos originales que analizar las interpretaciones que hacen otros de esos mismos textos. Además, así queda claro que, si me equivoco, es culpa mía.
Con autores tan prolíficos, conviene ser consciente de tus propias limitaciones, pero creo haber elegido bien: en el caso de Rothbard, encontré un artículo suyo de 1994 ("Nations by Consent: Decomposing the Nation-State." Journal of Libertarian Studies 11, No. 1) que resume bastante bien su opinión.
Empieza reconociendo que nacemos en un lugar y en un momento dado, en una familia, un idioma y una cultura determinadas. Además, podemos formar parte de comunidades que se solapen en términos étnicos, religiosos, etc. Respecto a los límites de una nación, Rothbard piensa que no se pueden definir de manera precisa, dada la compleja combinación de realidades objetivas y percepciones subjetivas que concurren en esa definición.
Pero al menos reconoce que, incluso con un Estado mínimo (al estilo del liberalismo clásico), establecer esos límites supone un problema para sus habitantes, poniendo un ejemplo bastante evidente: ¿qué idioma se usa en las direcciones de las calles, en los procedimientos judiciales o en las clases de los colegios?
Como casi siempre, Rothbard nos plantea una solución ideal para resolver estos problemas: un modelo de sociedad anarco-capitalista, claro. Una privatización total, evitaría conflictos asociados a la nacionalidad o la inmigración, por ejemplo: y si no lo hiciera, habría tribunales para fallar sobre las relaciones contractuales, voluntariamente aceptadas.
Mientras llegamos a ese mundo ideal, Rothbard propone permitir la secesión y dar el control al nivel que haga falta: barrios, urbanizaciones… Además, como la nacionalidad confiere derecho a voto, Rothbard infiere que votar dejará de ser tan importante, puesto que cada vez será menos necesario hacerlo para organizar tal sociedad.
En el caso de Mises, elegí un libro de 1944 (“Omnipotent Government”, Yale University), especialmente su segunda parte, inequívocamente titulada “Nationalism”: para Mises, el principio de nacionalidad deriva del principio liberal de auto-determinación.
Otra vez, el primer problema es el idioma: Mises reconoce que eso puede no ser muy relevante en la Europa Occidental, pero es crucial en el resto del continente, donde hay territorios cuyos ciudadanos pertenecen a grupos lingüísticos diferentes. En esos países, el principio de nacionalidad no puede funcionar ya que siempre habrá alguien que sea considerado foráneo: el idioma no sirve como criterio para definir sus límites, porque, entre otras cosas, el Estado puede usar la educación obligatoria para imponerlo.
Mises piensa que esa tiranía lingüística se hace visible en cualquier aspecto del día a día: se deniegan licencias o se cierran tiendas por no cumplir con la regulación pertinente, se impide acceder a determinados puestos en la administración pública, se niega la protección cuando se producen ataques contra la vida o la propiedad…
Es decir, los nacionalistas consideran el idioma incluso más importante que la raza o los ancestros comunes para definir la nación y la nacionalidad, puesto que el conflicto siempre es qué idioma se usa en la administración o en los tribunales y, por supuesto, qué idioma se enseña en los colegios.
Por tanto, para Mises, el principio de nacionalidad es una versión fallida del auténtico principio liberal de auto-determinación, y nos remite entonces a un ensayo de Ernest Renan (Qu’est-ce qu’une nation?), escrito en 1882: una nación no viene determinada por el idioma, la historia común, la religión, los intereses económicos, la geografía u otras consideraciones estratégicas, sino por el derecho de sus habitantes a determinar su propio destino.
Ahí radica la principal diferencia con el principio de nacionalidad expuesto anteriormente: el derecho de auto-determinación es un derecho individual, no colectivo. Dejemos que esos individuos decidan a qué nación quieren pertenecer mediante procesos plebiscitarios, pero sin caer en el abuso para evitar la fragmentación de las naciones europeas, algo que para Mises refleja que Renan no era realmente consciente de los problemas de la Europa Central y Oriental.
Finalmente, Mises se fija en las minorías lingüísticas cuando no tienen una posición social privilegiada que pueda usarse para oprimir a la mayoría: excepto en esos casos, esas minorías lingüísticas no tienen capacidad de influencia política, puesto que no pueden participar en debates, negociaciones, etc. Para no ser ciudadanos de segunda, pueden incluso votar a favor de no pertenecer a esa minoría que habla el idioma en desventaja: pero ese hecho, desde un punto de vista liberal, no puede ser un principio moral, sino simplemente el resultado del principio de auto-determinación.
Bueno, pues lo siento: de lo que he leído, no puedo deducir que Rothbard y Mises apoyaran el actual proceso independentista de Cataluña. Es cierto que ambos autores defienden que los individuos elijan su propio futuro, pero ninguno de ellos aboga por no cumplir la ley, que es lo que están haciendo las instituciones catalanas: ni Rothbard ni Mises se harían una foto con un terrorista para defender el derecho a decidir.
De hecho, creo que Rothbard y Mises reconocerían que los ciudadanos discriminados como minoría lingüística son los españoles que viven en Cataluña, mientras que a los catalanes que viven en el resto de España, no se les ha negado ningún derecho en nombre de ningún supuesto nacionalismo español: más bien al contrario.
Por eso mismo, porque los liberales defendemos los derechos de los ciudadanos, no de los territorios, no creo que Rothbard y Mises estuvieran de acuerdo con la opinión del presidente del Mises Institute, Jeff Deist: decir “Dejad que Cataluña decida” me recuerda demasiado a “La lengua propia de Cataluña es el catalán”. No, no creo que Mises y Rothbard estuvieran de acuerdo en que decidieran las montañas y los ríos o se respetara el idioma de las piedras.
No sé si algún día veremos un modelo anarco-capitalista, pero si no somos partidarios de una transición revolucionaria, sólo podemos respetar la Ley y las instituciones democráticas existentes, que siempre se pueden cambiar: si no, el caos. O sea, Cataluña.
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