Un abrazo en Puerto Rico
El azar devuelve afectos y recuerdos que los vaivenes de la vida se ocupan de arrinconar. Poco antes de que el huracán Irma irrumpiera en el Caribe y en el sur de la Florida, volví a saber de una buena amiga de mis años universitarios.
Aunque soy alérgica a ese patio de vecindad virtual que es Facebook, gracias a esta potente red social el hijo de Edna contactó a una de mis hijas. Resulta ser que los dos han cursado estudios en Harvard, y atando cabos, el muchacho confirmó que sus madres habían coincidido en la misma ciudad hace más de tres décadas.
A lo largo de los años muchas veces pensé en Edna, quien volvió a su Puerto Rico natal, donde ha brillado profesionalmente a pesar de la crisis económica e institucional que poco a poco ha consumido a la isla. Pero las mudanzas y los cambios sencillamente nos separaron, aunque permanecieron intactas las gratas vivencias de dos chicas que forjaron una amistad en una ciudad extraña y lejos de sus familias.
De ese modo, con nuestros hijos como intermediarios en esta era de relaciones por Internet, Edna y yo reconectamos. Bastó una conversación telefónica para que aflorara el aprecio mutuo y hacernos la promesa de que muy pronto nos reencontraríamos, tal vez en Boston, donde nuestra lejana juventud reverdecía en el reflejo de nuestros hijos.
Sin embargo ya había en camino otro huracán, María, que amenazaba directamente a la Isla del Encanto, donde yo había pasado una parte de mi infancia, donde nació mi hermano en el Hospital del Maestro y donde tiempo después desarrollé lazos sentimentales. Ahora mi amiga mostró gran preocupación por lo que podía suceder ante la limitada capacidad de la que disponían para recuperarse de un duro golpe. Poco podía hacer yo por ella y los suyos, salvo asegurarle que de ese mal trance también saldrían.
Ya es historia la feroz devastación que ha infligido María en Puerto Rico, ahora sumida en una crisis humanitaria que pide a gritos la pronta intervención de Washington y la garantía de que los puertorriqueños –aunque según encuestas casi la mitad de los estadounidenses desconoce que tienen la ciudadanía norteamericana– serán tratados en todo momento como ciudadanos de primera en una situación de emergencia más grave y perentoria que la vivida en Texas por el huracán Harvey y en Florida por Irma. De lo contrario, la falta de electricidad, agua potable, combustible, víveres y los productos más básicos puede desencadenar una tragedia nacional de la que difícilmente se podrá salir sin apoyo exterior, tal y como han advertido la alcaldesa de San Juan Carmen Yulín Cruz y el gobernador Ricardo Rosselló.
En los días posteriores al paso de la tormenta, Edna me comunica por mensajes de texto que para mantenerse informada en medio del aislamiento que ha causado el colapso de las telecomunicaciones, escucha la radio como antaño lo hacían sus abuelos. Puerto Rico, que en el pasado ha vivido largos periodos de prosperidad, daba marcha atrás y se estancaba en un agujero negro que ha impulsado a una gran parte de la población a establecerse en el continente, dejando atrás a su gente con una mezcla de dolor y de culpa por los que se quedan en la isla con pocos recursos para salir adelante.
No tengo duda de que me reencontraré con mi amiga más pronto que tarde. Es posible que suceda en Puerto Rico cuando las cosas vuelvan a su cauce. No puedo pensar en algo mejor que tenerla como anfitriona en una tierra de la que guardo buenos recuerdos. Un abrazo postergado en una isla bella pero lastimada.
©FIRMAS PRESS
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