Macri, la hora de la verdad
Por Alejandro A. Tagliavini
El oficialismo suele ganar elecciones -en todos los países- porque tiene enormes recursos publicitarios, muestra obra pública realizada con dinero de los ciudadanos como si fuera propia y reparte dadivas en asistencialismo o trabajos burocráticos con altos sueldos para los amigos. Así, el partido del presidente argentino Mauricio Macri acaba de protagonizar unas elecciones parlamentarias superando las expectativas, más del 40% de los votos, quedando la oposición debilitada.
Que Macri haya destronado al anterior gobierno, que la opinión pública califica de “banda delictiva”, es auspicioso. Sin embargo, parece encaminado a nadar en la mediocridad, lejos de la Argentina rica de cuando el Estado poco estorbaba en la vida diaria.
Conocida la victoria, el presidente lanzó frases sugestivas. Dijo que Argentina entraría en “una etapa de reformas permanentes” lo que no resulta creíble más allá de retoques superficiales. Si hasta ahora se manejó con “gradualismo” para no perder votantes ante las recientes elecciones, por qué arriesgaría ahora su poder realizando reformas serias.
Luego propuso “que los gobernadores sean jugadores importantes… y que se sumen los intendentes… y los gremios”. En ningún momento dijo que el mercado -las personas actuando libremente- sean los protagonistas y sí que los gremios son importantes. Este esquema de poder piramidal es típico del fascismo, que Perón instaló, y que nadie quiere terminar.
Finalmente aseguró que “el poder es maravilloso si uno lo logra emplear en ayudar a que mucha gente tenga paz y futuro”. A ver, el “poder” del Estado moderno es el monopolio de la violencia con el que impone leyes que, supuestamente, son la expresión del pueblo a través de sus representantes elegidos “democráticamente”. Pero la realidad es que se trata de forzar a los ciudadanos, de violentarlos, cosa inmoral y, por este motivo, personalmente jamás me dedicaría a la política.
Macri tiene un sesgo neo keynesiano ya que cree que el Estado debe “estimular” al mercado, pero no dice de dónde sale la estimulación. Pues sale del mismísimo mercado. Entonces, el gobierno retira recursos del sector privado, los pasa por una burocracia que se queda con buena parte y devuelve lo que queda invirtiéndolo de manera ineficiente.
Así, el gobierno ha inyectado billetes con una emisión desaforada potenciando la inflación. El otro pilar de la “estimulación” consiste en inyectar dinero a través del crédito. Según Bloomberg, entre el 1 de enero de 2016 y el 18 de septiembre de 2017 los países emergentes colocaron deuda por US$ 596.400 millones, siendo que Argentina ocupa el primer lugar con US$ 42.000 millones, 7% del total. Sigue China, con US$ 40.000 millones.
Ahora, el PIB argentino se habría contraído -2,2% en 2016 y, según el gobierno, crecería alrededor de 3% este año. Con estas cifras, resulta que en un período (2016-2017) en el que se inyectó -para inflar a la economía artificialmente- dinero externo por el equivalente al 5% de su PIB, este crece solo 0,8%.
Irónicamente, Evo Morales, que rinde homenaje al Che -abatido hace 50 años, el 9 de octubre de 1967- al que el gobierno argentino considera un comunista asesino, sostiene una política más “pro mercado” que Macri, y esto ha permitido que Bolivia haya crecido en los últimos 12 años, recibiendo mayores inversiones externas, al punto que en 2015 su PIB avanzó 5,5 % y su “riesgo país” es más bajo.
@alextagliavini
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