Argentina: Viajando a Davos, no bajan los impuestos.
Por Alejandro A. Tagliavini
Finalmente, el BCRA bajó en 0,75% la tasa de referencia hasta dejarla en 28% anual, en una pulseada, con la Rosada que ya había forzado un aumento de las metas inflación de 10% a 15% para 2018. El gobierno esperaba un recorte mayor de la tasa, asustado por un inesperado estancamiento.
Según el IARAF, los últimos datos del Indec dan cuenta de que, medido el EMAE, desde el inicio de la “recuperación” en julio 2016, la economía acumuló un “crecimiento” de 4,53%, pero luego en diciembre ocurrió una corrección al alza de la mayoría de las cifras, aunque a la baja en julio, agosto y septiembre. La recalibración muestra un relativo estancamiento de la actividad económica a partir de agosto, y con el nuevo dato de octubre, una caída de 0,02% respecto del mes anterior desestacionalizado, se observa que en los últimos dos meses el crecimiento es nulo.
Por cierto, el dinero inyectado desde afuera (deuda externa) en lo que va del gobierno de Macri equivale al 20% del PIB, pero este creció solo 1,2% en el mejor de los casos – suponiendo una caída del 2,3% en 2016 y un aumento del 3,5% en 2017- con lo que pareciera que están inflando una burbuja y, para colmo, la están inflando muy mal.
La otra preocupación de la Rosada es el atraso cambiario que, con estas nuevas tasas, no repuntará perjudicando las cuentas externas y la rentabilidad de proyectos de inversión de envergadura, además de favorecer la “bicicleta financiera”. Aún, suponiendo un deterioro de las metas inflacionarias de 2% con el cambio (15%), la tasa de interés descontada la inflación se sitúa en 11%, cuadruplicando a la región.
Aunque lo real es que el aumento del IPC en diciembre se espera cercano al 3%, con un deterioro del componente “núcleo” (sin precios regulados ni estacionales) para los meses que le siguen por los llamados ‘efectos secundarios’ que provocan los aumentos de tarifas. Con lo que, la suba del dólar de las últimas semanas quedará casi equiparada por la inflación entre diciembre y febrero, y quedará estancado favoreciendo el carry trade.
Para colmo el dólar parece bajar en el mundo que, por cierto, va en sentido contrario a la política del BCRA. A lo largo de 2017, según estimación del FMI, el PIB global ha crecido 3,5%, con una inflación en países desarrollados del orden del 2%. Este “virtuoso ciclo de crecimiento global”, iniciado en el 2010, “fue impulsado -sobre todo-por políticas monetarias laxas o flexibles" (baja de tasa de interés y fuertes inyecciones monetarias mediante compras de bonos en los mercados secundarios) desarrolladas por los bancos centrales.
Aunque ahora, la Fed lidera el ciclo de endurecimiento. En 2014 dejó de inyectar dinero y en diciembre de 2015 inició la suba de la tasa de referencia, llevándola del 0,25% al 0,50%. Desde entonces, realizó cuatro nuevas subas quedando hoy en 1,50% y se estima que durante 2018 implementará tres nuevas alzas de la tasa hasta dejarla con un valor final de 2,25%.
Sin embargo, tanto optimismo podría encontrar algo de freno porque, según Boolmberg, China ha recomendado frenar las compras de deuda pública estadounidense. El gigante asiático es el principal acreedor de EE.UU., además de tener las mayores reservas de divisas del mundo. Los recelos de las autoridades chinas se deben a que la deuda de Washington ha perdido atractivo. De hecho, las ventas de los bonos elevaron la rentabilidad del Tesoro a diez años hasta el 2,6%, sus máximos desde marzo de 2017. Así las cosas, el dólar giró a la baja cotizando contra el euro en el entorno de 1,20 con lo que la moneda europea se acerca a sus niveles más elevados de los tres últimos años.
El BCRA no tiene razón, la política neo keynesiana de controlar la inflación por vía de las tasas es completamente improcedente desde que la depreciación monetaria se debe al exceso de emisión en tiempo real. Por tanto, solo puede bajarse emitiendo menos. Los tipos de interés tan elevados a nivel de país africano no han dado resultado -no se cumplieron las metas- pero el BCRA sigue encaprichado cual niño en tasas altísimas que desalientan la inversión productiva.
Pero tampoco la tiene razón la Rosada, porque el problema real y de fondo es la presión fiscal. Según la “Encuesta de Impuestos 2017-2018” realizada por KPGM, el 70% de los ejecutivos afirma que la presión impositiva ha frenado planes de inversión. Y, por cierto, no creo que viajando a Davos -gastando más- se bajen los impuestos…
@alextagliavini
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