La buena salud del periodismo
Sorprende que Steven Spielberg no haya sido nominado al Oscar a la mejor dirección. Quizás su último filme, “The Post”, no sea la mejor película del pasado año, pero sin duda se encuentra entre las más sobresalientes.
“The Post” aborda un episodio de la historia contemporánea de los Estados Unidos que ha sido documentado muy extensamente: las revelaciones que en 1971 hicieron dos importantes diarios del país, el New York Times (NYT) y el Washington Post (WP), sobre lo que se llegó a conocer como los Papeles del Pentágono, un voluminoso estudio encargado por el Departamento de Defensa en el que se concluía que la intervención de Estados Unidos en el sureste asiático, desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1968, estuvo destinada desde muy temprano al fracaso.
Sin embargo, a pesar de la cantidad de soldados estadounidenses que perdía la vida en la guerra de Vietnam y los millonarios recursos empleados, sucesivas administraciones tanto republicanas como demócratas eligieron ocultar la sombría realidad. La consigna era hacerle creer a la opinión pública que la guerra se estaba ganando.
Cuando primero el NYT recibió una parte del informe clasificado gracias a las filtraciones que hizo Daniel Ellsberg, un analista subcontratado por el Pentágono que se decidió a destapar la verdad mientras morían miles de jóvenes en el frente, ya ocupaba la Casa Blanca Richard Nixon, heredero de una política de ocultamiento y dispuesto a hacer todo lo posible por aplicar una ley mordaza para acallar las informaciones que comenzaron a publicar el NYT y el WP en una carrera frenética por acaparar titulares. Pese a sus maniobras, la prohibición finalmente sucumbió en la Corte Suprema.
Con aquel fallo histórico quedó de manifiesto la fortaleza de la democracia americana frente a los espasmos autoritarios del poder. Lo que se impuso fue el derecho de los ciudadanos a tener acceso a una información que era vital para la nación. En este caso se trataba de las vidas de hombres que estaban yendo directamente al matadero, pese a que los gobernantes tenían conocimiento de que todo estaba perdido. Una vez más, el provecho político se anteponía a la necesidad de transparencia.
El propio Spielberg ha dicho que su interés por llevar al cine esta época convulsa surgió a partir del panorama actual, con un presidente que sistemáticamente ataca a los medios y los acusa de publicar “noticias falsas” (fake news), en lo relativo a su gestión política y la investigación en curso sobre la supuesta injerencia del gobierno ruso en la pasada campaña electoral con la intención de propiciar su victoria. Sin ir más lejos, en plena contienda Donald Trump jaleaba a sus seguidores en mítines, alentándolos a repudiar e incluso atacar físicamente a la prensa crítica.
Puede que hoy, más que nunca, convenga refrescar la memoria con una cinta como “The Post”, pero en realidad cualquier momento es bueno para ver un filme como éste. Valiéndose de un hecho que sacudió al país poco antes del escándalo de Watergate que definitivamente le costó la presidencia a Nixon (Pakula llevó al cine la hazaña periodística del WP que destapó Watergate), “The Post” recalca el papel trascendental de la prensa para garantizar que la democracia, tal y como hoy reza el lema del WP, no “agonice en la oscuridad”. Fue determinante, y la película rinde homenaje a su persona, el apoyo de Katherine Graham, a cargo del conglomerado del Post, a su equipo de periodistas. Una lección de historia que no está de más en una nación que desde su fundación ha priorizado el valor de la libertad de expresión y de prensa que ampara la Primera Enmienda.
Con un guión que se desarrolla con el nervio de un thriller político, unas interpretaciones soberbias y la magistral dirección de un Spielberg que combina su intención didáctica con el arte de entretener, sin complacencias “The Post” es un canto a la excelencia informativa; a la vocación del periodismo más entregado; a la toma de decisiones en juntas editoriales que sopesan el deber de informar y el dilema ético. En suma, la batalla diaria para sacar a la luz con rigor hechos que las cloacas política y económica quisieran enterrar a toda costa.
Por suerte los legendarios Abe Rosenthal del NYT y Ben Bradlee del WP han sido relevados por editores de la talla de Dean Baquet y Marty Baron, quienes, respaldados por sólidos reporteros, hoy en día continúan publicando primicias y exclusivas que hacen temblar los cimientos de Washington. En una sana pero pertinaz competencia, los dos diarios hacen honor a los valores que Spielberg ha querido resaltar. No sólo Trump goza de buena salud. El mejor periodismo está vivo y coleando le pese a quien le pese.
© Firmas Press
- 23 de enero, 2009
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