Participar en elección sin garantías delata complicidad con totalitarismo chavista
La ilegítima Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela le ordenó al Consejo Nacional Electoral que adelantara las elecciones presidenciales programadas para este año. Impuso como fecha límite el 30 de abril.
Con esa actitud quedó demostrado una vez más, que el régimen chavista no tiene la menor intención de soltar el poder de facto que ostenta. Algunos podrán sorprenderse de que se tilde de ese modo al gobierno de Venezuela. ¿Pero cómo?-dirán- ¡Si hay comicios allí en forma frecuente!
Los que así piensan, demuestran que no tienen claro en qué consiste una democracia. Además, no se han percatado de que las formas de dar golpes de Estado se han aggiornado. Ya no se recurre a estrategias burdas como disolver militarmente al parlamento y desplazar a las autoridades legítimas sino que la tónica de estos tiempos, es utilizar el voto popular para acceder al poder y luego hacer eso mismo de forma más sutil.
Un gobierno es de facto cuando no surge de elecciones libres, limpias y transparentes. De un proceso donde se otorguen todas las garantías, tanto a los ciudadanos (voto secreto y que luego no serán sancionados por su elección), como para los diferentes candidatos y partidos. Así mismo, en una democracia genuina no existen proscriptos ni presos políticos.
Eso lo saben los presidentes que integran el Grupo de Lima. Por eso, en cuanto se enteraron del ucase de Nicolás Maduro y Cía., emitieron una declaración donde se expresaba:
“Rechazamos la decisión del Gobierno de Venezuela de convocar a elecciones presidenciales para el primer cuatrimestre de este año. Esta decisión imposibilita la realización de elecciones presidenciales democráticas, transparentes y creíbles, conforme a estándares internacionales y contradice los principios democráticos y de buena fe para el diálogo entre el gobierno y la oposición.
Exigimos que las elecciones presidenciales sean convocadas con una adecuada anticipación, con la participación de todos los actores políticos venezolanos y con todas las garantías que corresponda, incluida la participación de observadores internacionales independientes. Unas elecciones que no cumplan estas condiciones carecerán de legitimidad y credibilidad.”
Además, algo obvio es que no haya fraude electoral ni antes, ni durante, ni después. Ejemplos en la materia de dictadores quienes religiosamente hacían elecciones sobran: Anastasio Somoza, Leonidas Trujillo, Alfredo Stroessner, Gustavo Rojas Pinilla, Marcos Pérez Jiménez y Fulgencio Batista. En tiempos más cercanos, Daniel Ortega, Alberto Fujimori, Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Por otra parte, en un sistema democrático el voto es necesario pero no suficiente. Incluso, se podría decir que no es lo más relevante dado que en un lugar donde no existe la libertad de prensa, es muy fácil manipular a los electores. Lo esencial es que el poder esté limitado mediante su fraccionamiento en diferentes ramas, que actúen controlándose mutuamente.
En una democracia no hay cabida para órdenes emanadas “de arriba”, que obliguen a un órgano de gobierno a actuar de determinada manera. Eso se hace sin ningún disimulo en la Venezuela chavista, ya sea con el Poder Judicial o el Consejo Electoral como en este caso.
El régimen chavista es un totalitarismo. A estas alturas, se quedan cortos aquellos que lo catalogan de una simple dictadura. ¿Por qué? Porque un gobierno que, literalmente, mata de hambre y de enfermedades a la población, pasó la línea que separa a ambos tipos de autocracias. Se ha transformado en un sistema idéntico a los implantados por Adolf Hitler en Alemania y por Stalin en Ucrania.
Esto es reconocido implícitamente por el Grupo de Lima al expresar:
“Deploramos que a pesar de que la situación humanitaria sigue empeorando en Venezuela, el Gobierno venezolano continúa renuente a aceptar ayuda humanitaria, lo cual se refleja en el agravamiento de los índices de desnutrición infantil, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, y el resurgimiento de enfermedades que habían sido erradicadas. Reiteramos nuestra voluntad para prestar ayuda.
Expresamos nuestra profunda preocupación por el éxodo de miles de venezolanos que, por la crisis humanitaria en ese país (huyen).”
Otra muestra de que Venezuela es un totalitarismo, es la reacción de la opinión pública frente la imposición electoral del régimen. Según expresa Orlando Avendaño, “Mientras que algunos asumían de inmediato que es inadmisible participar en un proceso cuyas condiciones no son adecuadas, otros asomaron la posibilidad de igual participar en un proceso”.
Dada la abundante experiencia anterior en la materia, que haya personas y políticos que consideren que tiene sentido participar en elecciones en esas condiciones, delata dos cosas:
-La atmósfera sofocante que impera en esa nación, que ha provocado que mucha gente pierda el sentido de realidad.
-En los políticos que van a presentarse, su complicidad con la brutal dictadura.
Esto último fue dicho sin tapujos por el secretario general de la OEA, Luis Almagro. “Está muy claro que cualquier fuerza política que acepta ir a una elección sin garantías se transforma en instrumento esencial del eventual fraude, y demuestra que no tiene reflejos democráticos como para proteger los derechos de la gente. En este caso, el voto […] Solamente podemos esperar resultados como estos —fraude y violación a los Derechos Humanos— si la estrategia y acción política se alejan de los principios democráticos y se conforman con acuerdos fáciles y circunstanciales”.
En la misma posición se ubicua el constitucionalista José Ignacio Hernández. Este abogado –profesor en la Universidad de Harvard- afirma que “no existen en Venezuela condiciones institucionales que garanticen elecciones presidenciales libres y transparentes, pese a los esfuerzos realizados. Por lo tanto, actualmente no es posible una salida electoral”.
Dado que desde el exterior la situación de Venezuela se ve con tanta nitidez, uno no pude dejar de preguntarse por qué algunos opositores se inscriben para participar de las diferentes elecciones. Hay dos posibilidades:
Por un lado, que hayan sido “comprados” por Maduro.
Pero por el otro, que crean que fue un gran error el no haberse presentado en las elecciones parlamentarias convocadas por Chávez en 2005. El aquel momento no lo hicieron porque ya habían detectado faltas de garantías. El resultado fue que Chávez se quedó con todas las bancas.
Lo que no se dan cuenta los que así piensan, es que de haberse presentado, “los números oficiales” y el curso de la historia no hubieran sido muy diferentes. Chávez -bajo la experta guía de los cubanos- ya había armado el andamiaje institucional para perpetuarse en el poder. Él menospreciaba el voto popular y no era demócrata.
Eso se comprueba porque los partidos de la oposición habían pedido al electorado que se abstuviera de votar como forma de manifestar su rechazo. El 75% acató esa directiva.
Sin embargo y a pesar de tener el apoyo de tan solo el 25% de los votantes, Chávez se declaró ganador, obviando que la abstención también es un “voto” aunque en contra.
El exguerrillero Héctor Pérez Marcano vio venir lo que se avecinaba y lo denunció en 2003: “De aquí en adelante será imposible ganarle unas elecciones a Chávez, siempre tendrá visos de legitimidad”.
Por tanto, ya sea que los opositores participen de estas próximas elecciones o no, el resultado está cantando. Con una diferencia: los que lo hagan habrán perdido toda credibilidad porque, o son tontos, o fueron comprados…
Hana Fischer es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
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