Combatir la corrupción no es cuestión de moda
Hace algún tiempo escribí respecto al combate a la corrupción, en aquel momento se iniciaba el proceso de concientización del enorme problema que representaba la corrupción y lo infiltrada que estaba esta cultura en los organismos gubernamentales.
A pesar de los avances que ha habido en la reducción de la corrupción, aún falta mucho por hacer y en especial por entender que el origen de la misma es el poder discrecional de los burócratas, de la tramitología enredada e interminable que sufre el ciudadano.
En su momento escribí que: “La corrupción en nuestros países parece un mal endémico. Un mal con el que nacemos, crecemos y morimos, algo así como un padecimiento crónico en nuestra vida del cual solo nos toca sortearlo lo mejor posible para que no estorbe en demasía a nuestros fines legítimos.
‘La corrupción no es particular de un sistema de “izquierdas o derechas” o “de gobiernos civiles o militares”. La corrupción es la consecuencia de sistemas estatistas no importa el espectro ideológico. Mientras se busque a través del gobierno -estado, partido, comité, camaradas o como quiera llamarlo- controlar la vida, la economía y la libertad de los ciudadanos habrá corrupción.
‘La corrupción es la consecuencia de un sistema que intenta controlar hasta el más mínimo detalle el actuar de sus ciudadanos. A mayor control, mayor corrupción. Si a esto le sumamos que además de controlador se convierte en repartidor de privilegios y dádivas, podemos concluir que a mayor control y poder del gobierno, mayor corrupción.
‘A mayor corrupción, menor crecimiento y riqueza de la población. A mayor corrupción, mayor crecimiento de la riqueza de “politiqueros” y amigos de los politiqueros.
‘Para que haya corrupción –mucha o poca- se necesitan de estos elementos: a) un gobierno benefactor-mercantilista, b) un sistema de leyes engorroso e ineficiente y c) un sistema judicial incapaz de impartir justicia rápida y oportuna.
‘Cuando me refiero a un gobierno benefactor-mercantilista, hablo de aquellos gobiernos que se encargan supuestamente de velar por el “bienestar de la población” y lo traducen en repartir dádivas con el dinero que les quitan a unos para dárselo a otros –por lo general a sus allegados o partidarios-. Estos gobiernos han tergiversado el significado de bienestar a través de la seguridad por el de clientelar por medio de los programas sociales.
‘Si además de un gobierno benefactor-mercantilista tenemos un sistema jurídico donde las leyes son casuísticas, hechas a la medida del grupo de presión o apoyo, la corrupción es aún mayor ya que estas leyes facilitan no sólo la corrupción sino la extorsión de parte de quienes las hacen cumplir en contra de quienes deben cumplirlas.
‘Pero si además los órganos encargados de vigilar la función pública y el sistema de justicia son ineficientes, con procesos lentos y por ende casi nula la certeza de castigo, se convierte en el paraíso de los corruptos
El combate a la corrupción no es cuestión de moda ni consiste únicamente en la persecución penal, la cual es necesaria, sino en simplificar la burocracia, eliminar la mayoría de legislación engorrosa e innecesaria, limitar el poder de los políticos y darle mayor libertad al ciudadano para que tome el control de su vida sin necesidad de permisos burocráticos.
La corrupción se combate con un gobierno limitado y una ciudadanía empoderada con libertad de acción para perseguir sus fines sin la amenaza de perder su vida, propiedad o libertad a manos de grupos de presión solapados por el gobierno.
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
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