El negocio de la izquierda latinoamericana con los médicos cubanos
Fidel Castro fue uno de los hombres más ricos del mundo. Era dueño de una isla privada, más de veinte mansiones, una marina con yates, cuentas bancarias cifradas y hasta una mina de oro, según reveló su ex guardaespaldas Juan Reinaldo Sánchez. Por su parte la revista “Forbes” en su edición de 2006, afirmó que su riqueza superaba a la de la reina Isabel de Inglaterra, y que dejaba a sus herederos una fortuna de unos USD $900 millones.
¿Cuál es el origen de ese patrimonio?
Fidel convirtió a Cuba en su hacienda particular. Por consiguiente, todos los ingresos y todas las deudas de ese país, en rigor, son suyas.
Una de las fuentes de ingresos más relevantes, la constituye el trabajo en régimen de servidumbre de la gran mayoría de los cubanos. Ha recibido el apoyo de gobiernos amigos que “contratan” a ciertos profesionales, especialmente los relacionados con la salud.
Lo expresado se puede comprobar, porque “casualmente” esos gobernantes no negocian con esos cubanos en régimen de “trabajo libre”, sino SIEMPRE como parte de un acuerdo entre Estados. Y Fidel –al igual que el rey francés Luis XIV- podía jactarse y decir “el Estado soy yo”.
El esquema funciona así: se hace un convenio entre “Cuba” y el país gobernado por un amigo-cómplice de los Castro. Esas autoridades utilizan dineros públicos para pagar por esos servicios y lo hacen en divisas. Pero no les pagan directamente a los profesionales cubanos sino que envían el dinero a cierta cuenta, que fue de uso discrecional de Fidel mientras estuvo vivo y ahora de sus herederos políticos. Ellos se apropian de la mayor parte y les dan a los trabajadores una ínfima parte.
Los datos brindados por “Forbes” prueban lo anteriormente afirmado. Según esa revista, fue a partir de 2005 que la fortuna de Fidel aumentó considerablemente: en 2003, se la calculaba de USD $110 millones; en 2005, se había incrementado a USD $550 millones; y para 2006, alcanzaba unos USD $900 millones.
“Casualmente”, ese brutal aumento aconteció, cuando varios políticos amigos ascendieron al poder en sus respectivos países y empezaron a requerir servicios de salud de Cuba. Un caso paradigmático lo constituye el venezolano Hugo Chávez.
De ese modo esos mandatarios le rinden pleitesía a Fidel y sucesores, y contribuyen –con el dinero extraído a los habitantes de sus países- a que esa pérfida dictadura se extienda en el tiempo.
Por tanto, el “negocio” de los Castro en esa permuta es enriquecerse y solidificar su tiranía. Y esos gobernantes aliados, ¿qué reciben a cambio?
Como esclarece la experiencia venezolana, el “negocio” para ellos es que la dictadura castrista les enseña el Know How para armar una estructura de control ciudadano.
La excusa para traer a esos profesionales cubanos, es siempre la misma falacia: que es para ayudar a los más necesitados. Se agrega, que mandando a esos especialistas, los Castro exhiben “grandeza de espíritu”.
Una mentira enorme. El caso Venezuela es prueba contundente. Uno se pregunta: ahora que esa nación está padeciendo una brutal tragedia humanitaria, ¿dónde quedó la “solidaridad” de la dictadura cubana? ¿O será que solo cobrando a precio de oro los servicios de los “siervos” –como se hacía en la época de Chávez- se digna mandar médicos y remedios?
Otro que ayudó a engrosar la billetera de los Castro utilizando la misma dinámica, fue el ex presidente uruguayo José Mujica. En 2015, pocos días antes de terminar su mandato, hizo aprobar una ley condonándole a “Cuba” una deuda que mantenía con Uruguay por USD $ 56 millones. Fundamentó su decisión, expresando que era como una especie de retribución por la “Operación Milagro”, que consistió en la creación en Montevideo de un centro oftalmológico atendido por médicos cubanos, que atiene “gratuitamente” a personas de pocos recursos.
En la discusión parlamentaria, la argumentación oficialista estuvo fundamentada en la “solidaridad”. Mujica, haciendo gala de la teatralidad que lo caracteriza, ante la reticencia de los parlamentarios opositores a apoyar esa condonación, les espetó:
“La tesis sería que como el mundo es miserable y egoísta, nosotros también tenemos que ser miserables y egoístas, ¿es ese el pensamiento.”
En consecuencia, mediante la fuerza legal se obligó a los uruguayos a dejar su “egoísmo” de lado y perdonarles a los Castro una deuda considerable.
Esa ayuda circunstancial a los pobres, es la “fórmula” que patentó Fidel para someter a un pueblo y encima, recibir su gratitud. Obviamente, que solo hasta que la estructura totalitaria esté concluida y entonces, el régimen muestra su auténtico rostro. Si no nos creen, pregúnteles a los venezolanos.
El “pensamiento” tras esa estrategia política, fue la razón por la cual Chávez estaba tan agradecido con Fidel. En el 2003, las cosas estaban muy complicadas para él: la oposición llevaba adelante un referéndum revocatorio previsto en la Constitución, y era seguro que lo perdía. Chávez postergó esa consulta popular lo más que pudo y voló a pedirle consejo a Castro.
Este le sugirió que creara la “Misiones” de atención médica, educativa, alimentación, producción, vivienda, etc., ubicándolas en los barrios pobres y atendidas por personal cubano. Simultáneamente, camuflados con esos profesionales, envió agentes especializados en espionaje y seguridad.
De ese modo, mientras se construía el aparato policíaco, Chávez ganaba elecciones porque era apoyado en las barriadas. Y cuando se acabó el dinero y el presidente era Nicolás Maduro, el control sobre la estructura social era total.
Además, junto con los especialistas enviados, la dictadura cubana expande sobre esos países sus prácticas autoritarias, que paulatinamente, van erosionando al sistema republicano.
Veamos un ejemplo. En Uruguay, el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) realizó en 2011 un convenio con el Ministerio de Salud de Cuba. El objetivo esgrimido, fue ofrecer soluciones ortopédicas a los necesitados.
El gobierno uruguayo acordó con el cubano, que desde la isla viajarían especialistas para brindar ese servicio porque –según las autoridades- no estaba desarrollado en Uruguay por falta de peritos en la materia.
Pero según denuncian varios profesionales uruguayos, eso no es cierto. El traumatólogo Alberto Fernández declara que en nuestro país, hay grandísimas eminencias que se han formado en el exterior. Por su parte Macelo García Bergantiños manifestó, que “en Uruguay hay excelentes técnicos que están calificados para hacer lo que realizan los cubanos (que ni siquiera están certificados por la OMS). Aparte de que nos supone un presupuesto millonario, perfectamente esas tareas podrían realizarse por compatriotas”.
En el 2013, el Tribunal de Cuentas (TC) observó el convenio porque no contaba con la habilitación de la Asamblea General, que un requisito indispensable para poder funcionar. Asimismo, señaló que la Constitución de la República no permite que se ejecute ningún acuerdo sin tener antes la remisión de antecedentes que elabora el TC, cosa que las autoridades del Mides no habían hecho.
Ignorando la institucionalidad democrática-republicana que rige en Uruguay, el Mides hizo caso omiso de los señalamientos y siguió trayendo a los cubanos, como si su “voluntad” fuera la “ley”.
En conclusión, con esos convenios el “negocio” les sale redondo a todos sus impulsores: los Castro y sucesores se enriquecen y petrifican en el poder; y los gobiernos amigos van erigiendo una estructura social que le permitirá hacer otro tanto…
Hana Fischer es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
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