Leandro; un gordo a la argentina
![6a00d8341c595453ef022ad36a6c72200c](https://www.elindependent.org/wp-content/uploads/2018/09/6a00d8341c595453ef022ad36a6c72200c.jpg)
Desde el año 2006 hasta fines del 2012 residí en Israel. Antes de abandonar Argentina, mi estado físico era impecable. Jugué por 9 años en la liga nacional de futsal. Nunca fui muy destacado en ese nivel de alta competencia, era simplemente un jugador más, y a medida que iba pasando el tiempo y me acercaba a la primera categoría, se me tornaba más difícil mantener la titularidad, por lo que pasé más tiempo “calentando la banca” que adentro del campo de juego. No obstante, en las prácticas entrenaba a la par del resto del equipo. Es decir, más allá de mi nivel, mis condiciones físicas eran tan (o casi tan) óptimas como las de las estrellas de la plantilla. Si bien no era sencillo, me esforzaba mucho, por lo que los resultados se notaban tanto en la balanza como en la masa muscular.
A mis casi 24 años, cuando partí hacia Israel, tuve que abandonar momentáneamente el futsal. Sin embargo, continué realizando actividades deportivas recreativas. Luego fui reclutado por el ejército, donde completé los 6 meses que debía prestar servicio por ley, y si bien cumplía una tarea menor, entre el entrenamiento de un mes y el trabajo tan físico que debía hacer en diversos depósitos los 5 meses restantes, logré mantenerme bien. Al terminar el servicio militar, probé suerte en la liga israelí de futsal y pude calentar bancas en dos equipos más. Eso sí, me esforzaba mucho en los entrenamientos, lo que derivaba en que mi físico siguiera impecable.
En un momento decidí comenzar a estudiar en una universidad, por lo que entre el trabajo y los estudios, preferí abandonar el futsal, aunque también dejé de realizar cualquier actividad física. Pasaba el día sentado en la oficina y en la universidad. Empecé a acostumbrarme al sedentarismo, y si bien antes solía fumar ocasionalmente, aumenté la cantidad de cigarrillos a la friolera de 20 por día. No era mi culpa, me decía a mí mismo, el sedentarismo y el estrés eran los responsables. Me convencí de que estaba demasiado cansado para ejercitarme y demasiado estresado para dejar de fumar.
No solamente fumaba y pasaba el día entre sentado y acostado, sino que le comencé a agregar cantidades industriales de pita con humus, algunos falafel y/o shawarma, milanesas de todo tipo, helado, golosinas, los mejores postres de chocolate que he comido, etc, etc, etc.
Mis amigos empezaron a señalarme, a modo de burla, que estaba más gordo. No les creía, desde ya. Tal vez lo decían de envidia o exageraban, pensaba cuando eso sucedía. Y continué por el camino de las pizzas, la cama, los cómodos asientos, los cigarrillos, y sobre todo, la negación.
Las bromas se tornaban cada vez más frecuentes y más y más gente me señalaba mi sobrepeso, pero yo continuaba pensando que exageraban, por lo que decidí consultarle al espejo. “Espejito, espejito, ¿quién es el más atlético?”, preguntaba, y según lo que yo veía, él me respondía “tú”. Donde había senos caídos, yo veía pectorales bien formados; en lugar del estómago flácido y prominente, desde mi punto de vista nada sobresalía; y los “flotadores” que estaban bien inflados a los costados, eran invisibles para mí. Me había convertido en una especie de anoréxico, pero al revés, claro.
Yo no tenía remedio alguno. Según mi parecer, yo continuaba esbelto, tal vez con un par de kilos más que antes, pero eso era todo. No les creía a mis conocidos y distorsionaba la realidad que me mostraba el espejo. Mientras tanto, continuaba devorando todo a mi paso y caminando solamente para ir de la cama al baño ida y vuelta.
Un día quise retomar el deporte, por lo que me anoté en una liga amateur de fútbol. Para poder empezar a jugar debía atravesar por un chequeo médico obligatorio. La médica que me examinó me advirtió que tenía un exceso importante de grasa. Sin embargo, a pesar de que se trataba de una profesional con años de experiencia, me dije: “Los doctores, por las dudas, siempre exageran; no estoy tan mal”. Durante el torneo de fútbol, también solía calentar bancas (sin romperlas, extrañamente); seguramente por mi desastroso estado físico que me negaba a observar.
Hagamos un resumen de las señales que me negaba a ver: las burlas de mis amigos, la realidad que me mostraban el espejo y las fotografías, haber bajado mi velocidad a la de una tortuga embarazada; la fatiga que sentía luego de pocos minutos de hacer alguna actividad física; e inclusive la advertencia de una profesional. Y como “no había” ningún problema, tampoco había nada para solucionar. Podía continuar tranquilo por el camino del humus y el sofá.
Por algún motivo evitaba la balanza. En realidad la razón por la cual la esquivaba era bastante clara, ¿no? Sin embargo, un día di ese paso en una farmacia. Al apoyar toda mi humanidad sobre esa maldita, apareció en la pantalla el número 91. El lector pensará que fue entonces cuando entendí todo lo que estaba sucediendo. Pues no, la negación seguía. Estaba seguro que quien era mi novia en aquel momento me estaba jugando una broma y había apoyado su pie atrás mío. Cuando volteé para pedirle que cesara su actitud, vi que en realidad yo estaba solo. Bueno, no sé si solo, me encontraba con toda esa grasa de más. ¿Creen que eso fue suficiente? No, aún faltaba una excusa más. ¡No se impacienten! Claramente, las balanzas digitales suelen fallar, pensé. Le pedí a mi exnovia que se pesara ella para confirmar mi hipótesis, pero lamentablemente la pesó con la misma exactitud que a mí. Ya no había adonde escapar; estaba obeso.
Recién en ese momento decidí comenzar un estricto régimen y realizar actividades aeróbicas. No fue sencillo; sentía hambre, tenía fuertes dolores de cabeza; y me costaba mucho correr todo lo que necesitaba, ya que me ahogaba pronto y me dolía mucho el cuerpo. Tuve que modificar toda mi rutina por una a la cual no estaba acostumbrado. Si bien el cigarrillo lo abandoné tiempo después, había reducido la cantidad drásticamente.
No fue una época feliz, para nada, mi ánimo estaba mucho mejor con pizzas y humus en la boca, pero mi objetivo era claro y sabía que debía atravesar por ese horrible momento. Tenía que pagar por todo lo que había hecho mal anteriormente y por no ver las señales que me indicaban que estaba transitando por el camino equivocado.
Si Argentina quiere ser un país sano, es hora de que deje de evitar la balanza, enfrente la realidad, y se ponga en forma de una vez, sin importar cuán difícil y sinuoso sea el camino.
- 4 de febrero, 2025
- 7 de octubre, 2011
Artículo de blog relacionados
El Nuevo Herald El jefe de las FARC ha anunciado que aspirará a...
11 de noviembre, 2017El Salvador.com Fumar es un placer, comienza diciendo un maravilloso tango compuesto...
24 de noviembre, 2010- 22 de agosto, 2024
Por Manuel F. Ayau Cordón Venezuela Analítica Ciudad de Guatemala (AIPE)- Aquí comentaré...
7 de mayo, 2007