“Carcachita” electoral en Guatemala
Las elecciones generales y del Parlamento Centroamericano en Guatemala ya están a la vuelta de la esquina; es por eso que los políticos, politiqueros y demás aspirantes, que sueñan con pasar a mejor vida en este planeta, están buscando acomodo en los nombramientos como candidatos a los puestos de elección, ya sea diputado, alcalde, corporación municipal y qué decir de las candidaturas al binomio presidencial.
Debido a que los partidos políticos mantienen el monopolio de la postulación de los cargos públicos, excepto el de las municipalidades, muchos de las aspirantes ya están en los “empujones y estirones” buscando acomodo en las listas de los partidos.
Por consiguiente, no es de extrañar que algún político que inició su “carrera” en un partido haya cambiado una, dos o más veces de agrupación en lo que va del período para el que fue electo y, que ahora se postule con uno diferente de los anteriores, ejemplos de esto hay muchos, desde alcaldes hasta diputados.
Los “caciques” regionales negocian su “apoyo” con el mejor postor, aquél que le ofrezca más espacios y mejores posiciones en las listas de diputados. Las negociaciones distritales y del listado nacional son resultado de las reglas del juego electoral.
Las anteriores reformas electorales, tan esperadas por cierto, en muy poco, por no decir casi en nada, mejoran el sistema electoral; me atrevería a decir que mejor ni se hubieran aprobado.
El costo de la campaña electoral recaerá casi en su totalidad en los tributarios, ya que según las reformas en el artículo 220 será el Tribunal Supremo Electoral quien autorizará la distribución “igualitaria del dinero de los tributarios” en espacios publicitarios, a los partidos les queda prohibido contratar de forma diferente o recibir donaciones que aumente y “desiguale” la repartición previamente autorizada.
Con este panorama, siendo los partidos el único medio para llegar a la mayoría de los puestos de elección; es una consecuencia lógica observar a los saltarines políticos que buscan el vehículo, o de perdida, la “carcachita” electoral que les permita optar por un puesto político.
Es en esta época cuando los dueños de estas carcachas aprovechan todas las ofertas posibles para “revitalizar” el partido y con la excusa de ser la mejor opción, de recibir sangre nueva, aceptan en sus filas de “partidarios” a políticos que, en muchos casos, llevan años reciclándose.
Los vehículos, carcachas o “carcachitas” electorales seguirán reviviendo cada cuatro años mientras no cambien las reglas del juego. Mientras no se abra a la competencia los puestos de elección, mientras no se acepten más comités cívicos, candidaturas independientes que se financien con fondos privados de quienes realmente creen en su ideario.
Mientras llegar al poder signifique expoliar la riqueza de los tributarios, conceder privilegios mercantilistas, protección a la camarilla de turno, mientras no se limite el poder discrecional de los políticos y los burócratas, no importará si el financiamiento es público o privado, tampoco si se llega al poder en vehículo de lujo, todo terreno o “carcachita” electoral.
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