Historia y regionalismo en Ecuador
La historia está sometida a constantes revisiones debido al continuo descubrimiento de nueva información. Aquí varios historiadores nos quieren hacer creer que ya todo está dicho en la versión oficial del nacimiento del Ecuador y si alguien se atreve a cuestionar la versión oficial, instantáneamente es tildado de “regionalista”.
Consideremos el caso de la independencia de nuestro país. Las fechas que se celebran como principales son el 10 de Agosto de 1809 y el 24 de Mayo de 1822. La primera fue una asonada que no tuvo respaldo de otras ciudades como Guayaquil y Cuenca, y la segunda no se explica sin el opacado 9 de Octubre de 1820.
Nuestros padres fundadores, Rocafuerte y Olmedo, no respaldaron el movimiento del 10 de Agosto. Olmedo fue un monárquico liberal por lo menos hasta 1811. Él, como muchos otros, quería autonomía dentro del Imperio español –así lo vemos en sus actuaciones públicas– y pasó más de tres décadas defendiendo la autonomía del Departamento de Guayaquil: primero del centralismo de la monarquía española, luego del de Bogotá y finalmente del de Quito.
La revolución liberal y civil del 9 de Octubre de 1820 en Guayaquil sí tuvo el respaldo de Cuenca y de Quito y fue una ruptura con el Antiguo Régimen. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno de la Provincia Libre de Guayaquil fue conformar la “División Protectora de Quito”. Posteriormente, se desató una guerra contra las fuerzas del Imperio español que arruinó las finanzas de la Provincia Libre y aún así Olmedo mantuvo su resolución de liberar a los quiteños y dio a Sucre la mayor parte del financiamiento que le sirvió para triunfar en la Batalla del Pichincha. Olmedo y Rocafuerte, entre otros líderes de la época, consideraron esos sacrificios justos y necesarios para crear un país con un gobierno limitado, federal y liberal. Gozaron de amplio respaldo y eso es lo que podemos ver plasmado en las dos primeras constituciones del país –la de 1830 y la de 1835–.
Llama la atención que este relato de una cooperación estrecha entre guayaquileños y quiteños por un objetivo común se tilde de “regionalista”.
Asimismo, reclamar que los recursos generados localmente sean invertidos donde se generaron no es ser regionalista, es creer que la justicia es dar a cada uno lo suyo. Olmedo le explicó a Flores, cuando era prefecto del Departamento de Guayaquil y el gobierno central propuso que Guayaquil financiara la construcción de una carretera que conectara a Esmeraldas con el resto del país, que “cada Departamento tiene derecho de procurarse cuantas ventajas le brinde su clima y su localidad. Y este derecho debe ser subsistente aun cuando las ventajas que se proponga cada país no sean del todo compatibles con las de los pueblos vecinos; pero la justicia también exige que los trabajos y costos de las mejoras particulares de cada territorio salgan de sus propios fondos, pues sería duro y violento obligar a los pueblos perjudicados a costear las ventajas ajenas, y pagar su propio daño”.
El regionalismo es un fenómeno real en nuestro país y se debe al centralismo asfixiante que nació con Flores, se consolidó con García Moreno y ha perdurado hasta hoy.
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