México importa esclavos de Cuba
Hace unos días, se dio a conocer que el nuevo gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador negociaba con la dictadura castrista, traer a México a los médicos cubanos que la dictadura está sacando apresuradamente de Brasil, ante la cercanía de la toma de posesión de Jair Bolsonaro. Frente al escándalo suscitado, la noticia fue desmentida por el propio presidente López Obrador, quien señaló que son “voladas(mentiras) de mis adversarios, que son muy mentirosos”.
Sin embargo, no sería esta la primera vez que López Obrador dice que algo es falso y, después, resulta que es verdad. Abundan los ejemplos al respecto. López Obrador no es un político consecuente ni de una sola palabra; más bien sus posturas y promesas van modificándose según convenga al oportunismo político. Es más creíble pensar que la rapidez y viveza del escándalo le obligaron a un desmentido, pero que el proyecto allí está, esperando la oportunidad para anunciarlo. Por eso conviene detenerse en lo que esto implica.
Según nota publicada el pasado 2 de diciembre en el diario brasileño Estadão, por la reconocida periodista mexicana Verónica Calderón, y que fue recogida rápidamente por medios de todo el mundo, desde septiembre pasado se negocia entre la dictadura cubana y el gobierno mexicano, a través de Lázaro Cárdenas Batel, coordinador de asesores del propio López Obrador, con la intermediación de Celso Amorim, ex funcionario brasileño de los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, el traer a México a tres mil médicos cubanos. El gobierno mexicano pagaría 6.5 millones de dólares al mes por ellos a la dictadura castrista, es decir, un total de 80 millones de dólares anuales, cantidad equivalente por ejemplo, a lo gastado anualmente para llevar agua a la Ciudad de México.
Los tres mil médicos cubanos (cuya característica distintiva es estar casados y contar con una familia a cargo) serían parte de los ocho mil médicos comprometidos por la dictadura castrista con el gobierno brasileño, mediante un programa llamado Más Médicos, implementado en 2013 por el gobierno entonces de Dilma Rousseff, supuestamente para atender sanitariamente a regiones alejadas, aunque son múltiples los indicios de que muchos de dichos médicos cumplen la función doble de ser agentes para el espionaje y el adoctrinamiento. Al respecto, los médicos cubanos han sido siempre instrumentos de una estrategia guerrera y expansionista del castrismo. El gobierno brasileño paga 3,500 dólares mensuales a la dictadura cubana por cada médico, de los que cada uno de ellos solo recibe 900 dólares. Mientras tanto, los médicos son obligados a dejar a su familia en Cuba y son castigados con no volver a verla y no entrar de nuevo a la isla si desertan del programa.
Por esta evidente violación de Derechos Humanos, el presidente electo Bolsonaro se pronunció por establecer nuevas condiciones en el funcionamiento del programa, comenzando por dar su sueldo completo directamente a los médicos, así como permitirles llevar a su familia y solicitar asilo político, a lo que la dictadura castrista se opuso y anunció la terminación del programa y la salida de todos los médicos. Al día de hoy, a poco más de quince días de la toma de posesión de Bolsonaro, ya han salido 4 mil médicos de los 8 mil actuales, aunque el programa llegó a contar con 20 mil médicos en funciones.
El programa Más Médicos lo mantiene la dictadura cubana en otros 66 países, con un total de 55 mil médicos en activo. La dictadura se embolsa así 11,500 millones de dólares anuales por este tipo de servicios (que incluyen también instructores deportivos y agentes de seguridad), cantidad que cuadruplica a sus ingresos por el turismo.
Una característica llamativa del programa cubano es que es una copia del sistema impuesto en 1967 por Corea del Norte, durante el gobierno de Kim II-Sung, abuelo del actual sátrapa, Kim Jong Um, sistema que sigue hasta el día de hoy, explotando en condiciones inhumanas mano de obra de baja calificación, y que incluye adoctrinamiento, supervisión directa por el régimen en los lugares de trabajo, prohibición de hablar con medios de comunicación, represión, espionaje y el secuestro de las familias de los trabajadores, para evitar deserciones y rebeldías. Con dicho programa, la dictadura ha financiado su programa nuclear y de misiles, así como la “Economía del Palacio”: el lujoso tren de vida de la familia Kim.
Corea del Norte mantiene hoy 150 mil trabajadores de baja calificación en el extranjero, en países y regiones como Rusia, China, Medio Oriente y la Unión Europea, por los que obtiene 1,500 millones de dólares anuales. Expertos en materia laboral y de Derechos Humanos llaman a esto un “sistema de esclavitud contemporánea”, una esclavitud que ha permitido sobrevivir a los regímenes de Cuba y Corea del Norte, que son, junto con China y Vietnam, los regímenes dictatoriales más viejos del mundo.
Cabe señalar otra cuestión importante en relación al supuesto trato entre la dictadura cubana y el nuevo régimen populista mexicano: se da en el contexto de la creencia de que las relaciones mexicanas con Cuba se “fortalecerán”, según anunció el propio gobierno mexicano en el periódico oficial cubano Granma. En parte, dicho optimismo tiene que ver con la inserción en el gobierno mexicano de personajes claramente proclives al castrismo o comprometidos con él por alguna razón. Uno de ellos es precisamente el negociador mexicano del supuesto programa y jefe de asesores presidencial, Lázaro Cárdenas Batel, nieto del ex presidente Lázaro Cárdenas e hijo de Cuauhtémoc Cárdenas, iniciador del resquebrajamiento interno del PRI en 1988 y, como López Obrador, tres veces candidato presidencial de la izquierda.
La relación de Cárdenas Batel con la dictadura cubana es vieja: Estudió en La Habana, donde hizo buenas relaciones con la cúpula castrista. En voz baja se le ha señalado como agente de la inteligencia cubana (como antes también a Jorge G. Castañeda, ambos hijos de importantísimas figuras del oficialismo priista), lo que no sería raro, dada la importancia que la dictadura cubana concedía (¿concede?) a México en materia de espionaje, y que convirtió a la Ciudad de México en su mayor centro de espionaje en el extranjero. Que el régimen priista permitiera que sus “cachorros” prestaran servicios de información y propaganda para Cuba era, en ese contexto, una especie de subsidio a la dictadura, para que ésta no se interesara en la desestabilización del régimen del PRI.
Por otra parte, Cárdenas Batel cuando fue gobernador de Michoacán (2002-2008), contrató a 400 asesores enviados por la dictadura cubana, a quienes se acusaba de recibir trato de privilegio, aunque como ahora sabemos por el caso de los médicos, los beneficios iban a dar directamente al castrismo. Anteriormente, Cárdenas Batel fue también delegado del PRD (partido antecesor de Morena, el partido creado por López Obrador) ante el Foro de São Paulo (de 1990 a 1998) y ya como gobernador de Michoacán, fue quien abrió las puertas a Odebrecht en México, vinculándose en un caso de corrupción que aún sigue investigándose y que lo involucra, frente a la indolencia investigadora del gobierno mexicano. Al respecto, hace unas semanas hablaba aquí mismo del papel de Odebrecht como brazo financiero del Foro de São Paulo. En tal sentido, no sorprende la maniobra protagonizada por Lázaro Cárdenas para subsidiar a la dictadura cubana con recursos del contribuyente mexicano: En el Foro de São Paulo pudo ver y aprender cómo actuaban los grandes ladrones de la izquierda latinoamericana.
A Cárdenas Batel también se le vincula con la corrupción que destapó el escándalo Bejarano-Ahumada, uno de los principales traspiés políticos de López Obrador, e identificándosele como quien ayudó en la fuga de Carlos Ahumada y lo puso a merced y secuestro de la inteligencia cubana, para chantajear al entonces gobierno de Vicente Fox y ayudar a López Obrador en su primera candidatura presidencial.
Trabajo esclavo, afinidades ideológicas financiadas por los más pobres, complicidades en la corrupción, la rara inversión que supone defender los Derechos Humanos y el Estado de Derecho y a cambio ser acusados de “neoliberales” y enemigos de López Obrador… todo esto va desvelando el real carácter del nuevo gobierno mexicano y el posible escenario a que conduce al país. Ello obliga a ir planificando la acción social y la política para prevenir y enfrentar el desastre que será la gestión de López Obrador. La cuestión es solo saber en qué momento se materializará tal desastre: éste parece ya darse por seguro.
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