Cuba: 60 años de continua pobreza
La Prensa, Buenos Aires
La noticia es dura. Pero no sorprende a nadie. En Cuba no hay pan y las redes sociales explotaron comprensiblemente de bronca. ¿Por qué? Según el gobierno, no es porque falte harina, sino porque las máquinas de los molinos harineros están paralizadas, por falta de repuestos. Esto es, por ausencia de gobernabilidad, desde que el tema debió haberse previsto precautoriamente desde hace rato. Pero ocurre que los cubanos han vivido siempre colgados de los demás. Primero de la ex Unión Soviética. Y últimamente, de Venezuela. Lo que pareciera ser una extraña especialidad.
Lo cierto es que en Cuba hoy no sólo no hay pan, sino que tampoco aparecieron los productos de repostería típicos de América Latina, como el pan dulce, requeridos por el público para las fiestas de fin de año.
Las panaderías locales sólo tienen para la venta los pequeños panes, que son los que se adquieren con la espartana libreta de racionamiento. Nada más.
Dónde está
Las mujeres cubanas, montadas en los increíbles bicitaxis, recorren afanosamente los barrios en busca de pan. Tensas y al borde de la indignación. Ocurre que los funcionarios del Estado cubano se equivocaron feo al calcular el déficit de harina, que fue más del doble del previsto y que impidió la producción repostera, sumado presumiblemente a la falta real de repuestos que paralizó a los molinos. La ministra de la Industria Alimentaria, Iris Quiñones, aseguró al pueblo cubano que se trabaja "intensamente" para tratar de resolver la situación.
La moraleja es simple y bien obvia. Un Estado que es incapaz de resolver el problema de los molinos harineros ha sido responsable de que el nivel de vida de los cubanos, tras más de medio siglo de socialismo, sólo supere, en nuestra región, al de los nicaragüenses, también sumergidos en el socialismo, al que en este segundo caso debe también sumarse una extendida corrupción.
Del paraíso socialista prometido a la situación actual hay una enorme distancia. El fracaso de los regímenes socialistas y de los modelos comunistas es más que evidente.
Buenos para reprimir
Para lo único que el Estado cubano es eficiente es para mantener el control en un estado policíaco, con puño férreo y sin contemplaciones. Por lo demás, la que alguna vez fuera la clase media del país, hoy reside sustancialmente en la Florida, en los Estados Unidos, habiendo escrito allí una historia de éxito bastante impresionante. Esos expatriados, al abandonar su patria, de algún modo redujeron el riesgo político para el fracasado régimen cubano. Sin opción, eligieron la libertad.
En un trabajo reciente, Alvaro Vargas Llosa se pregunta cuál puede haber sido la razón fundamental por la cual el decrépito régimen comunista cubano sobrevivió, pese a haber destrozado la economía de su país y deteriorado el nivel de vida de sus habitantes. La respuesta a ese interrogante es dura. Según el autor citado, es la deshumanización de la población cubana que, con el tiempo, se acostumbró a sobrevivir en medio de la angustia.
Lo cierto es que los cubanos que habitan la isla están dedicados a vivir del Estado y pergeniar mil fórmulas distintas para robarle constantemente.
Su nivel de esfuerzo no es asfixiante y la bucólica geografía cubana ayuda a suponer -sin razón- que se vive en el declamado paraíso. Lo cierto es que el socialismo paralizó a Cuba y lo engañó con una catarata de permanentes promesas incumplidas. Cuba nunca se transformó en una potencia económica y el nivel de vida de los cubanos que residen en su país de origen sigue siendo lastimoso, a punto tal que impresiona adversa y profundamente a los visitantes.
El nivel de fracaso socioeconómico cubano es tal que ya no puede pretenderse exportar ese modelo, que no es tal. Es imposible tratar de convencer a los insatisfechos de siempre que lo que se vive en Cuba es lo ideal. La realidad es tan fuerte, que esa explicación es simplemente increíble. Como recuerda Vargas Llosa, en 1958 Cuba tenía la tercera renta per cápita de América Latina y era entonces sólo superada por Venezuela y Uruguay. Hoy está, como hemos dicho, en el penúltimo lugar de la región. Los 5.000 millones de dólares anuales en subsidios prestados a Cuba por la Unión Soviética se gastaron sustancialmente en sostener el consumo. La infraestructura sigue siendo decrépita y las exportaciones cubanas insuficientes y, además, frágiles. Hasta el azúcar ha venido perdiendo significación relativa.
Cada vez que el régimen comunista intentó liberar la actividad económica, terminó dando marcha atrás, visiblemente aterrado por las eventuales consecuencias políticas de esa alternativa.
Riesgo cubano
Los hermanos Castro ya no están en el timón de Cuba. Los inversores extranjeros, advirtiendo que Cuba no tiene siquiera futuro de corto plazo con la excepción del sector del turismo, no están dispuestos a correr el riesgo cubano. Por definición, Cuba no es un Estado de Derecho y es entonces absolutamente incapaz de transmitir seguridad. Ahuyenta, sin remedio.
El resultado de 60 años de revolución cubana es tan sólo la pobreza extendida y un país descapitalizado que es hasta incapaz de alimentarse a sí mismo.
Curiosamente, para obtener divisas Cuba ha recurrido a exportar servicios profesionales" Como lo hiciera hasta no hace mucho en Brasil, con médicos expatriados por cuyos servicios el gobierno brasileño abonara 4.000 dólares mensuales, de los que sólo 1.000 iban al bolsillo de los galenos, la mitad en efectivo y la otra mitad depositada en una cuenta bancaria en Cuba, como mecanismo para desalentar que los médicos de pronto decidieran no regresar a Cuba. El resto era, en los hechos, un pago al Estado cubano, por la semiesclavitud de sus médicos.
Sesenta años después de haber prometido un paraíso, lo de Cuba genera hoy rechazo. No sólo porque ha construido un estado cruel, que confiscó a la gente su libertad, sino porque además empantanó a la población cubana en el segundo nivel de vida más bajo de la región. En el atraso, entonces. Lo que no es ciertamente para aplaudir, ni siquiera desde el romanticismo. Por esto ideológicamente en el mundo actual la peligrosidad que alguna vez tuviera la revolución cubana ha disminuido sustancialmente. Soñar en transformarse en la frustrante Cuba de hoy es algo ya imposible.
El autor fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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