Egoísmo racional II

República, Guatemala
Puede verse también la Parte I de este trabajo.
Expuse en mi artículo anterior que el egoísmo racional consiste en adecuar uno su conducta, con el fin del provecho propio, a la dirección de la razón. Consiste en identificar racionalmente lo que realmente es de interés propio, a corto y largo plazo. Es diferente del egoísmo irracional, es decir, que no sigue el razonamiento lógico y objetivo, sino que se guía por pasiones, sentimientos o caprichos, por lo que el agente no advierte las consecuencias futuras, provocando daños a otros y a sí mismo. A este último, Aristóteles llama egoísmo vulgar.
Es importante no confundir al egoísmo, que es la determinación del propósito o fin de la acción como preocuparse del interés propio, con el medio, que es la acción para alcanzar dicho fin. El término ‘egoísmo’ significa sólo: preocuparse del interés propio. El término ‘egoísmo racional’ expresa un concepto que el concepto ‘egoísmo’ por sí solo no refleja. El término ‘egoísmo racional’ indica, con la primera palabra, que el fin ético es preocuparse del propio interés personal, y con la segunda, que el medio para conseguir dicho fin es la virtud de la racionalidad o razonamiento correcto. Se distingue así al egoísmo racional de otros egoísmos éticos, como del egoísmo contractualista, del egoísmo utilitarista, del egoísmo anarquista, del egoísmo bionómico, y del egoísmo hedonista.
La crítica que hacen los defensores del egoísmo racional a las otras teorías normativas egoístas, no es al fin que persiguen, sino a los medios y valores que eligen para alcanzar dicho fin:
“Existe una diferencia moral fundamental entre el hombre que halla su interés personal en la producción y aquel que lo encuentra en el robo. La maldad de un ladrón no consiste en el hecho de que persigue su interés personal, sino en lo que él considera que es su interés personal; no en el hecho de que persigue sus valores, sino en qué es lo que elige como valor; no en el hecho que desea vivir, sino en el hecho de que desea vivir en un nivel subhumano.”
[Ayn Rand. La Virtud del Egoísmo. (Buenos Aires: Grito Sagrado, 2006), 12.]El egoísmo contractualista, de Thomas Hobbes y de nuestro contemporáneo David Guthier, no impone obligaciones no aceptadas, por lo que una persona sólo se obliga a lo que ha aceptado hacer. Insisten los contactualistas, que al reconocer que la naturaleza humana es egoísta, su sistema es realista, es decir, acepta que el gran motivador de las acciones humanas es el interés propio. La razón de ser moral, es decir, cumplir con el contrato, es porque así conseguirá uno lo que quiere. La base para la moral está en la motivación del interés propio, que identifica que es mejor vivir bajo reglas morales que en un mundo amoral de libertad para hacer cualquier cosa. Pero el problema de esta doctrina es que lo que acuerden en el contrato los que se adhieren a este sistema moral puede muy bien ser arbitrario. ¿Cómo establecen que es bueno y que es malo? Además el contactualismo, al tratar con obligaciones entre personas, sólo da un aspecto social de la moral. Omite por completo la conducta referente a cuidarse a sí mismo. A lo sumo el contractualismo sería un fundamento incompleto para algunos elementos morales. El egoísta contractualista puede hacer lo que quiera siempre y cuando no viole el contrato. Esto quiere decir que en su esfera privada el medio para alcanzar su propósito puede muy bien ser su capricho arbitrario y no el razonamiento sensato, por lo que las consecuencias de sus decisiones pueden muy bien serle perjudicial. Por ejemplo, un individuo puede, en su casa, fumar todo lo que quiera en tanto no lo haga en los espacios públicos. El hecho de que el fumar sea perjudicial para él, que deteriore su salud, no es un asunto que ha considerado. Fuma por el placer que le da el cigarrillo. Lo que considera es no violar el contrato con los demás. Otro ejemplo, puede que en consenso con otros adultos, un matrimonio decida embarcarse en conductas sexuales promiscuas, que por estar todos los participantes de acuerdo, sería aceptable. Sin embargo, tal conducta, como se ha observado en numerosos casos, perjudica eventualmente su relación matrimonial, llevándola a la disrupción. Esto sucede porque el medio para buscar lo que es de interés propio es seguir los deseos arbitrarios en tanto no violen el contrato con los demás.
El egoísmo utilitarista de Jeremy Bentham y John Stuart Mill busca satisfacer sus fines por medio de lo que el individuo considera útil. La utilidad no alude a las propiedades químicas o físicas de las cosas para producir específicos efectos, sino que a la idoneidad para promover el bienestar o suprimir el malestar del hombre según él lo entiende en cada momento y ocasión. Según Bentham el fin de todo hombre, determinado por su naturaleza, es buscar el placer y evitar el dolor. Por lo tanto, el Principio de Utilidad consiste en tomar como punto de partida, en todo proceso de razonamiento ordenado, el cálculo o estimación comparativa de dolores y placeres, y en no permitir ningún otro incentivo. Pero, ¿cómo se establece que algo es bueno o malo por el placer que ocasiona? ¿Qué si lo que me produce placer es fumar? ¿Es bueno? ¿Es de más valor el placer que me produce que el sufrimiento futuro que me causará el enfisema? Y si lo que me produce placer es comer, ¿es bueno comer toda la comida chatarra que se me antoje? ¿Es de más valor el placer que me produce que el dolor que me produce la obesidad y el consecuente infarto? ¿Y que de un deportista, que por considerar que la felicidad consiste en vencer en una determinada competencia, opta por administrarse drogas estimulantes para aumentar su rendimiento, sin importarle las consecuencias perjudiciales para su salud? Si el individuo es presa de sus pasiones, difícilmente evaluará bien su costo de oportunidad. Aquí, nuevamente, el medio para buscar alcanzar lo que el individuo considera es su interés propio, es seguir sus anhelos arbitrarios, es valorar lo que ya valora emocionalmente, sin hacer una revisión bien razonada.
El egoísmo anarquista de Max Stirner consiste en hacer lo que uno quiera, en satisfacer uno sus caprichos, sin importar si viola los derechos de otros. Es un egoísmo implacable que no acepta ningún tipo de normas o reglas sociales, ni leyes naturales, que obstaculicen la supuesta libertad del individuo. Si el individuo dispone de la fuerza y del poder para hacer lo que quiera, debe hacerlo:
“Para mí tu eres nada sino mi comida, aun cuando yo también sea devorado y usado por ti. Tenemos sólo una relación entre nosotros, la de usabilidad, de utilidad, de uso.”
[Max Stirner. The Ego and Its Own]Ejemplos de egoístas anarquistas los encontramos en Julio Cesar, Napoleón y Bernie Madoff. El medio del egoísmo anarquista, entonces, es regirse por caprichos arbitrarios justificados por la probabilidad de salirse con la suya.
El egoísmo bionómico de David Seabury, basado en lo que él denomina la Ley Básica del Ser, considera que el criterio de lo bueno o malo se determina por el hecho de si la acción lo hace a uno sentir incomodo o no. Es otra variante, aunque psicológica, del egoísmo hedonista.
El egoísmo hedonista considera que el estándar de valor moral, el criterio a usar para determinar lo bueno y lo malo, lo virtuoso y lo vicioso, la acción correcta en cualquier situación, es el placer o dolor que esta causa. Según Callicles, el sofista, lo que hace que la vida merezca vivirse es sólo el placer –el placer sensual de la comida, la bebida y el sexo. Según él, el hombre debe buscar tener lo más posible de cada uno de estos placeres, concebidos como asuntos separados a disfrutar. La vieja idea de ‘moderación’, dice, es sólo para los tontos y débiles. El hombre fuerte debe actuar según un egoísmo implacable para buscar lo que le sea ventajoso. El medio del egoísmo hedonista es, entonces, la satisfacción de los propios caprichos. El análisis que hace Leonard Peikoff del hedonismo se aplica a todos estos egoísmos éticos irracionales:
“Los hedonistas difieren sobre muchas cuestiones, tales como: ¿Debería uno perseguir el placer a corto o a largo plazo? ¿Debería uno perseguir su propio placer egoísta (hedonismo egoísta) –o “el mayor placer de la gran mayoría” (el Utilitarismo de Bentham y Mill)? Pero la doctrina del placer como el estándar ético es el fundamento que los une a todos.
La sensación de placer, sin embargo, como cualquier respuesta emocional, no es un primario psicológico; es una consecuencia, un efecto, de juicios de valor formados previamente. Decir, por tanto, que los hombres deberían determinar sus valores por el estándar de lo que les da placer, es decir: Los hombres deberían determinar sus valores por el estándar de lo que sea que ya valoran. Esto significa que el hedonismo es una moralidad circular y sin contenido que no puede definir valores ni virtudes y que debe contar con cualesquiera valores que cualquier hombre haya adquirido al azar.”
[Leonard Peikoff. The Objectivist Newsletter. Vol. 1 No. 2 (New York, Objectivist Inc. 1962)]Lo malo de estas éticas egoístas irracionales, no es el fin propuesto –el bienestar propio del agente– sino que el medio elegido, que por ser acción inadecuada no produce el fruto esperado. El fin no siempre justifica los medios.
Tampoco hay que confundir el fin o propósito con la eficacia o resultado del medio. Hay quienes critican a Rand por fumar, dado que este hábito le provocó daños serios a sus pulmones y eventualmente la muerte. Esta crítica olvida que el humano al deliberar se puede equivocar, pues no es infalible. Si la acción resulta inadecuada al fin propuesto y no surte los efectos esperados, no por ello dejará de ser racional, pues se trata de un razonamiento defectuoso y por tanto de un esfuerzo ineficaz por conseguir cierto objetivo. La generación de Rand no sabía de las consecuencias desastrosas que produce el hábito de fumar. Una vez Rand supo, por la evidencia que le fue presentada de lo dañino que era fumar, abandonó, sin más, el hábito. Lamentablemente ya era tarde. Pero no puede acusársele, por ese error, de no ser verdaderamente egoísta racional, ni mucho menos, de ser egoísta irracional. El principió que rigió su conducta siempre fue el egoísmo racional.
Continuará.
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