La República Federal del Ecuador
personas saben que el Ecuador actual nace bajo el liderazgo de dos españoles americanos nacidos en Guayaquil que eran liberales y creían en una república federal. Por ejemplo, la Constitución de 1830 concibe “tres departamentos del Ecuador en los límites del antiguo reino de Quito”, es decir, Cuenca, Guayaquil y Quito.
José Joaquín de Olmedo luchó primero contra el centralismo de la monarquía española, luego contra el de Bogotá y, finalmente, contra el de Quito. El modelo centralista con la capital como destino favorito de la recaudación nacional sigue con nosotros, y se ha acentuado con cada bonanza petrolera.
Los argumentos a favor del federalismo son los mismos de ayer. Cuando Olmedo era prefecto del Departamento Guayas en 1830 y Juan José Flores presidente del Ecuador, este último le pidió recursos de Guayas para financiar un camino desde Ibarra hasta Esmeraldas, a lo que Olmedo respondió:
“La idea de abrir el camino de Esmeraldas es grande y ventajosa; ¡ojalá que todo el territorio de la República estuviese arado de caminos y canales!… el Gobierno debe promover y proteger semejantes empresas; y cada Departamento tiene derecho de procurarse cuantas ventajas le brinde su clima y su localidad. Y este derecho debe ser subsistente aun cuando las ventajas que se proponga cada país no sean del todo compatibles con las de los pueblos vecinos; pero la justicia también exige que los trabajos y costos de las mejoras particulares de cada territorio salgan de sus propios fondos, pues sería duro y violento obligar a los pueblos perjudicados a costear las ventajas ajenas, y pagar su propio daño.
“… El camino de Esmeraldas es útil a otro Departamento; pues debe ejecutarse, aunque perjudique a los intereses de éste; pero obligar a este Departamento a que contribuya a su perjuicio, es sujetarlo, contra los principios de la justicia natural, a que se labre su propia decadencia y ruina”.
Vicente Rocafuerte en sus Cartas a un americano sobre las ventajas de los gobiernos republicanos federativos explicaba que una de las principales ventajas de las repúblicas federadas es que en ellas el poder estaba fraccionado todavía más que en las unitarias, debido al contrapeso de los gobiernos locales frente al nacional. Este mayor fraccionamiento limitaba el campo de acción de aquellos con ambición de poder. Otra ventaja del federalismo, según Rocafuerte, era que los estados retienen el poder de “establecer y recaudar las contribuciones, para fijar los gastos públicos, y para cuidar inmediatamente de la recta inversión de los fondos pecuniarios de la nación”, poniendo así “un coto a las dilapidaciones” y cerrando “la puerta a los pretextos con que el poder ejecutivo de un gobierno unitario,… puede inclinar al congreso nacional a las gallardías y al aumento de los sacrificios”.
Olmedo y Rocafuerte compartían la visión de un modelo federal según el cual la mayor parte de las decisiones se tomarían a nivel local, el grueso de los impuestos recaudados y gastados a nivel local, derivándose hacia el gobierno nacional solamente aquellos fondos necesarios para los intereses nacionales, que debían estar claramente enumerados en la Constitución. Por proponer esto nadie los consideró regionalistas. Ellos decían estar simplemente exigiendo justicia.
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