Ventajas del federalismo
La semana pasada asistí al programa Castigo Divino de La Posta en Guayaquil sobre el federalismo, en el que Luis Eduardo Vivanco entrevistó a Juan José Illingworth. Este es un debate necesario que tiene raíces en la misma fundación del Ecuador moderno, dado que nuestros padres fundadores, Vicente Rocafuerte y José Joaquín de Olmedo, concibieron al país como una república federal dividida en tres departamentos: Cuenca, Guayaquil y Quito. El modelo resistió los embates centralistas de Juan José Flores gracias a la formidable defensa que montaron muchos, bajo el liderazgo de Rocafuerte y Olmedo, pero se puede decir que sucumbió ante la ofensiva del guayaquileño Gabriel García Moreno.
En la conversación de La Posta lamentablemente no se debatieron las cuestiones de fondo porque en este país federalismo es mala palabra. Pero la descentralización del poder político, haciendo que la mayoría de los impuestos se recauden a nivel de los gobiernos seccionales y que la mayoría de los servicios públicos sean competencia de los mismos, es un tema que merece ser discutido.
Las acusaciones de regionalismo llueven luego de que uno propone siquiera debatir la cuestión, pero teniendo en cuenta la distribución tan desigual del pastel valdría la pregunta: ¿quiénes son regionalistas? Los que estando en el gobierno central favorecen a determinadas provincias o cantones en la repartición o quienes señalan esa inequidad y proponen remediarla mediante un sistema de gobierno que devuelva poder político (con recursos) a los gobiernos locales.
El premio nobel de economía James Buchanan comparó el principio del federalismo con aquel del mercado:
“Lo que el federalismo competitivo hace es introducir al orden político la presión disciplinaria de la competencia, comparable a aquella presente en los mercados… Si las funciones de bienes públicos de una organización estatal pueden ser federalizadas, de tal manera que varias unidades coexistan, una al lado de otra dentro de un nexo político inclusivo pero económicamente abierto, ninguna unidad puede explotar de manera indebida su posición de monopolio respecto al trato de sus contribuyentes o consumidores-usuarios de servicios públicos”.
Solo imagínense si se eliminara vía federalización el monopolio estatal del IESS y de la educación pública. Los ciudadanos descontentos con la provisión de estos u otros servicios públicos tendrían “la opción de salida” hacia otras jurisdicciones.
Buchanan argumenta que el crecimiento económico ha sido mayor donde los individuos han gozado de un nivel mayor de libertad económica y que el modelo federal original de EE.UU. habría contribuido de manera importante al desarrollo económico de ese país puesto que limitó el nivel de intervencionismo estatal que se hubiese dado bajo otra estructura de gobierno.
Además, Buchanan sostuvo que todo liberal clásico debería favorecer el federalismo generalmente, puesto que este implica un mayor fraccionamiento del poder político, todo lo cual tendería a limitar la capacidad de coacción política y la escala de la corrupción. Es cierto, como dijo Vivanco, que corruptos hay en todas partes, pero no en todas partes el presupuesto da para tanto.
Los ciudadanos obtendríamos mayor soberanía para elegir entre distintas jurisdicciones según la mezcla que más nos convenga de impuestos y servicios públicos. Los políticos estarían sujetos a una mayor rendición de cuentas y sometidos a la disciplina de la competencia.
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