Una devaluación interna para Bolivia al estilo letón
La principal característica del modelo económico que ha generado un espectacular auge económico insostenible en Bolivia iniciado en 2003, re-abastecido desde 2006, agotado ya a mediados de 2013, y agravado con la caída petrolera de mediados de 2014 hasta la actualidad, es el del estímulo de la demanda agregada interna. Este modelo ha hiper-estimulado la economía a tal punto, que ha generado serios problemas de sobrecapacidad en sectores específicamente favorecidos, en detrimento de otros que han quedado atrofiados o simplemente olvidados al mismo tiempo, ilustrando la descoordinación de la economía real entre oferta y demanda; un problema de intervencionismo de libro, pero nunca antes visto en la historia de Bolivia.
Con todo lo anterior, es inevitable que la demanda agregada interna en Bolivia eventualmente continúe con su larga caída iniciada ya en 2013, provocando una declive todavía mayor de la productividad, hasta observar nuevos hábitos de consumo acorde a una nueva realidad mucho más austera, pero que cuanto más dura fuera, más rápida y decididamente debe aplicarse, pensando justamente en los más desfavorecidos, aunque cabe destacar que en Bolivia ya se ha observado un fuerte ajuste de los hogares y empresas privadas, sobre todo las pequeñas, pero no así en el aparato público tanto burocrático como productivo, que solamente ha incrementado sus niveles de gasto y endeudamiento conforme han pasado los años.
Respecto de la aplicación sin reparos de este programa, es algo que han experimentado y que, por tanto, saben muy bien los países bálticos, que primero vivieron una burbuja de activos proporcionalmente comparable a las observadas en Occidente durante la misma época, y que luego, en el marco de la Gran Recesión iniciada entre 2007 con Bear Stearns y 2008 con Lehman Brothers, vieron sus economías entrar en una intensa y profunda recesión.
Es con la experiencia de los bálticos, como ejemplo ideal, que se sabe qué tan inevitable es que, tarde o temprano, primero se ajuste y luego se liberalice la economía. Y si bien todo esto sería muy duro y difícil, no sería imposible. Estonia, Lituania y Letonia lograron una recuperación notablemente empezando por recortes del gasto público no en un tímido 2% o 3% con en la Eurozona, sino en un 30%, además de, por si fuera poco, renunciar a la posibilidad de hacer política monetaria manteniendo tipos de cambio fijos inicialmente, y adoptando el euro después; todo de un tirón y sin gradualismos ni remilgos para no prolongar agonías.
Ahora, si bien el conjunto de países bálticos mostró el camino a seguir durante la Gran Recesión, probablemente el mejor ejemplo fue el de Letonia bajo el liderazgo de Valdis Dombrovskis, quien no sólo logró el ajuste y las reformas necesarias sin manifestaciones callejeras ni sacrificios sociales insoportables, sino que, además, luego fue reelegido.
Sin embargo, eso sí, se recomienda que la aplicación de este programa no demore más allá de los primeros 20 días de un hipotético nuevo Gobierno, e incluso antes de que se conforme un Gabinete, pues éste solamente se abocará a decir “no se puede” o “la gravedad de la situación es peor que la imaginada inicialmente.” Cualquier otra cosa, como la devaluación de la moneda nacional, significaría postergar las medidas necesarias a cambio de agravar el problema.
Para esto, aunque todavía de manera incipiente, se plantean 10 puntos generales que resultan pre requisito incuestionable para asumir una eventual crisis económica generalizada.
PRIMERA PARTE: Plan de ajuste
1. No devaluar la moneda nacional, porque contrariamente a lo que de manera convencional se cree, las devaluaciones mejoran la competitividad, las exportaciones y el crecimiento. Sin embargo, esto es un mito ampliamente extendido. Si así fuera, Venezuela y Argentina serían los países más competitivos del mundo. Devaluar solamente genera inflación, y esto está orientado a solventar el modelo del gasto y destrucción de capital. Además, los economistas opositores defienden la idea de devaluar porque el tipo de cambio estaría artificialmente barato, que es cierto, pero la solución no pasa por hacerlo realmente caro. El problema es que no creen que la inflación consecuente sea algo más que un detalle fácilmente controlable. Primero hay que ajustar, y recién luego de eso se verá si es necesario devaluar. La inflación es muy peligrosa, y puede alcanzar una dinámica que se está subestimando demasiado.
2. Recortar el gasto público a la mitad, que deja a los privados de adentro y fuera del país sin oportunidades de invertir generando valor de mercado (el Estado, por definición, no genera valor, solamente crea empleo, pero no riqueza), y solamente que destruye capital y perpetúa la pobreza. Esto, de manera inconfundible, implica terminar con la subvención a hidrocarburos (ya no hay manera de financiarla si no es con más deuda aún), liquidar la gran mayoría de empresas pública deficitarias o en bancarrota, y privatizar las muy pocas que el mercado como protagonista identifique como verdaderamente rentables, y despedir a cuanto empleado público supernumerario se verifique.
3. Terminar con la represión financiera, (incluyendo los indirectos por medio de subvenciones) que constituye la bolivianización forzosa de la economía, el control de las tasas de interés crediticio en niveles demasiados bajos durante demasiado tiempo, y forzar a la banca a colocar créditos en sectores que ya están saturados, como producción y vivienda, y el primer paso para esto es dejar de intervenir (o incrementar) las tasas de interés, que en los niveles actuales históricamente bajos, ya han generado un problema demasiado grave de sobrecapacidad y sobreendeudamiento, y ahora no sirven para seguir estimulando una estructura productiva demasiado distorsionada, por más que insistan en ellos (pueden llevar el caballo al río, pero no pueden obligarlo a tomar agua).
4. Eliminar todo control de precios de inmediato. El mecanismo de precios es lo que les permite a los empresarios guiarse en el mercado e identificar de la manera más oportuna posible dónde, cómo y sobre todo cuánto se debe producir de qué. Si se interviene este proceso, que ya es espontáneo y a la vez caótico en sí mismo, se lo entorpece todavía más; el más afectado es el consumidor.
5. No iniciar procesos de rescate de ningún tipo, en ningún sector ni empresa específica, bajo ninguna circunstancia, porque significaría socializar pérdidas; la gente va a necesitar de sus ahorros para sostenerse a sí misma durante la transición.
SEGUNDA PARTE: Plan de reformas estructurales complementarias e imprescindibles a ser aplicadas de manera simultánea al ajuste
6. Recortar y hacer más fáciles y sencillos unos impuestos, y eliminar otros. Esta es una de las primeras causas de la informalidad, y se complementa directamente con el recorte del gasto público. También significa un incentivo para que el capital fresco y de calidad (de largo plazo y moderno) llegue para invertir en el país. El modelo de impuestos bajos y “planos” de Estonia es un excelente camino a seguir, si acaso la adopción de un sistema tributario neutro de nula o baja tributación como el panameño no fuera posible. Por si fuera poco, esta una reducción de impuestos se traduciría en un “efecto Laffer” de incremento de la recaudación; cuanto mayores sean los recortes, mayor será la recaudación. Esto se complementa de manera directa con el recorte del gasto público (ver punto 2).
7. Establecer la mayor flexibilización laboral posible para permitirles a los trabajadores reubicarse lo más pronto posible en aquellos sectores de la economía donde sus innatas capacidades sean real y no artificialmente demandadas por el mercado, y allá donde no se haya habido distorsiones de la política del exceso de gasto. Esto pensando fundamentalmente en el desempleo de quienes antes eran empleados públicos supernumerarios de la sobrecapacidad instalada (ver puntos 2 y 6).
8. Reducir el número de atribuciones y competencias del Estado sobre la economía, para que los empresarios, privados nacionales y del exterior, fundamentalmente los innovadores, actuando en condiciones de mercado o libre competencia, y que, sin concesiones ni privilegios, serán debidamente reconocidos como los protagonistas y verdadero motor del crecimiento económico sostenido, encuentren la posibilidad de hacerse cargo de manera rentable (debe haber el incentivo de hacerlo a cambio de un legítimo beneficio) de toda posibilidad de innovar y de todo aquello en lo que el Estado ha pretendido (o ha jugado a) ser empresario con justicia social. Esto también se complementa de manera directa con el recorte del gasto público, el recorte de impuestos, la flexibilización laboral y la atracción de inversión extranjera privada (ver puntos 2, 6 y 7).
9. Seguridad jurídica: se va a necesitar enormes cantidades de ahorro privado en forma de dólares, y que solamente se encuentran en el exterior, para compensar los desmedidos niveles de gasto, consumo y endeudamiento del auge insostenible precedente, pero, además, para asumir la reforma estructural y profunda también del Poder Judicial, en busca de seguridad jurídica y el restablecimiento del respeto de los derechos individuales de propiedad privada. Esto se complementa directamente con lo mencionado en el punto inmediatamente anterior (ver puntos 2 y 8).
10. Apertura comercial y la firma de cuánto tratado de libre comercio sea posible, empezando por el Mercosur, así como por la Alianza del Pacífico (ver puntos 2, 6, 7 y 8).
11. [EXTRA] Toma de deuda pública sólo para la transición. Si se considera contratar el poco margen que queda de deuda pública, debe servir para financiar la transición de un modelo económico, a otro con la menor cantidad posible de episodios traumáticos que pueda haber para la población, y de ninguna manera, en absoluto, para seguir financiando el gasto público (ver puntos 2 y 8).
- 23 de julio, 2015
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