No hay Merlín que deshaga el maleficio del castrismo
Desde hace seis décadas los cubanos están habituados a recibir malas noticias en la televisión oficialista. Una vez más en el espacio de la Mesa Redonda, que encarna el Camelot distópico de una revolución que solo ha repartido miseria y represión, la plana mayor le echó un balde de agua fría a la población: toca imponer medidas de austeridad por la crisis energética que atraviesa el país.
Haciendo uso del lenguaje enrevesado del comunismo, el actual gobernante cubano Miguel Díaz-Canel anunciaba que se trata de una situación “coyuntural”. Se refería a la escasez de diésel en el mes de septiembre, ya que la entrada de petróleo desde Venezuela se ha interrumpido debido, entre otros factores, a las sanciones que Estados Unidos ha impuesto al gobierno de Nicolás Maduro y que afectan los envíos que el régimen bolivariano hace regularmente a Cuba.
Díaz-Canel intentaba en vano marcar diferencias con el tristemente conocido Periodo Especial de los años 90. El sucesor de Raúl Castro —que ahora es una suerte de reina madre que vigila el destino del país desde su dorada jubilación— soltó perlas como “La belleza está en lo retador de las soluciones… lo que sucede conviene”.
A pesar de que procuró espantar el temor a los años de la hambruna y las enfermedades como consecuencia de la falta de subsidios cuando colapsó la Unión Soviética, se atrevió a afirmar que de aquella amarga experiencia se desprendían lecciones para los malos tiempos que ya son una realidad.
El cubano de a pie (nunca mejor dicho) no se engaña. Detrás de esta última farsa lo único que hay es una dolorosa verdad: habrá más escasez de alimentos, más apagones, más horas de caminatas por la falta de transporte público. En pocas palabras, la “coyuntura” en cuestión es el aviso de que hay que “aguantar” más.
Díaz-Canel y los ministros que lo rodeaban como pájaros de mal agüero soltaron consignas revolucionarias y las consabidas acusaciones contra Washington, afirmando que la intención del “imperio” es la de perpetrar un “genocidio vulgar” contra Cuba. Pero a estas alturas los cubanos saben que, mande quien mande en la Casa Blanca, los males de la isla son producto de una dictadura (la más longeva de Occidente) que ha sido incapaz de proveer un mínimo de bienestar social y económico, por no hablar de libertades, que es un concepto del que apenas quedan vestigios. La única válvula de escape que hasta ahora han tenido es la de huir como sea y sumarse a la diáspora, algo que cada vez es más difícil por la política antiinmigrantes de la administración Trump.
Es muy duro que al cabo de 60 años de pobreza y opresión Díaz-Canel se haga eco de las palabras recientes de Castro, quien advirtió que había que “estar preparados” para lo peor. Lo mismo que dijeron a partir de 1991 con la implosión del bloque soviético, admitiendo que son un estado parásito.
En el pasado la carga del castrismo la sostuvo la antigua Unión Soviética y actualmente el chavismo venezolano —que hasta ahora le ha suministrado unos 100,000 barriles de petróleo diarios— se encarga de sacar a flote a su aliado en el Caribe a pesar de las carencias que también reinan en Venezuela.
Díaz-Canel y sus aparatchik se presentarán en la Mesa Redonda las veces que hagan falta para marear a un pueblo que no pueden alimentar ni cobijar.
Y sin la menor vergüenza repetirán “Son tiempos de Patria o Muerte”. El fantasma del Periodo Especial recorre la isla de una punta a otra. En Cuba no hay un mago Merlín que deshaga el maleficio del castrismo. Qué desdicha.
©FIRMAS PRESS
- 23 de enero, 2009
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