El aborto desde un punto de vista liberal
Artículo publicado originalmente el 26/12/2013
Si siempre ha sido delicado abordar el de diciembre de tema del aborto, hoy día lo es más que nunca. Uno de los cambios sustanciales que trajo la época moderna fue destronar de sus pedestales a las personas mayores, los ancianos, para ser sustituidos por los niños. Todo lo referente a los niños es polémico y todo el mundo quiere legislarlo. Es polémico que sean responsables de sus actos cuando infringen gravemente la ley, mediante agresiones o incluso desgraciados casos que vemos donde niños matan e incluso violan a otros. Causa polémica que un padre recurra a la fuerza para corregir los malos actos que comete su hijo. La Ley nos dice: “no has de pegarle”. El Gobierno y grupos de presión quieren sustituir la violencia puntual (bofetón) por la tortura (dejarlo sin televisión una semana o encerrarlos horas en su cuarto). También es polémico que mantengan relaciones sexuales. Algunos grupos lo fomentan y otros lo quieren reprimir. Y si todo lo referente a los niños es polémico, no lo es menos su momento anterior, esto es, cuando están dentro de la madre y son no nacidos.
La nueva ley del aborto ha traído mucha polémica y todos los grupos de presión discuten de forma visceral y muy poco apropiada con encuestas interesadas, fotos mórbidas para excitar el factor sensible del ciudadano, absurdas acusaciones, derechos inventados y debates que no nos aportan nada.
Hasta tal punto es sensible el tema del aborto que incluso el Libertarian Party americano no opina sobre este tema. Es lamentable, pero cierto. Su programa nos dice que:
“Reconociendo que el aborto es una cuestión delicada y que las personas pueden tener puntos de vista de buena fe en todos los lados, creemos que el Gobierno debe mantenerse fuera de esta cuestión dejando a cada persona que opere según su propia conciencia”.
Dentro del partido, incluso, hay dos grupos. Los llamados Libertarians for Life y los Pro-Choice Libertarians. Pero desde un punto de liberal, la teoría es tajante: el Gobierno no tiene ningún derecho a entrometerse en asuntos individuales. Y el aborto, es un derecho individual. Analicemos todo esto.
La eficacia de la prohibición. Más economía clandestina y más Estado
Como todos sabemos una persona no se forma de la nada. Es un largo y complejo proceso que empieza con la unión de dos células de personas diferentes. No es un proceso mágico ni especial, ocurre continuamente e incluso se puede provocar artificialmente en un frío hospital a cambio de dinero.
El feto siempre es propiedad privada de alguien. De otra forma no podría subsistir. Los defensores del aborto suelen afirmar que es la madre. Ella lo lleva dentro y lo alimenta por medio del mecanismo que la ha dotado la naturaleza (o Dios, o quien quiera). A los conservadores no les gusta esta visión. Algunos afirman que la decisión de interrumpir un embarazo es cuestión de la pareja que lo ha engendrado. En esto no entraremos porque es un tema personal de las circunstancias de cada pareja y persona. También afirman los conservadores que un feto no es de la madre que lo lleva, sino del Gobierno. Creen que las autoridades están legitimadas a usar la violencia de la ley contra una persona por querer interrumpir un embarazo.
Ilusamente, también creen que las prohibiciones son eficaces independientemente de la realidad que rige toda sociedad. La media de abortos voluntarios en los últimos 5 años ronda los 115.000. Una demanda tan exagerada no se puede reducir con una ley. Aunque se condene a muerte a las mujeres, éstas seguirán abortando. Lo que aquí hace la ley es expulsar del mercado una necesidad real para convertirla en clandestina. Esto significa volver a los abortos en pisos en malas condiciones, o, como decía un amigo mío, a pagar 99 euros para tomar un viaje a Londres y abortar ahí. ¿Con la prohibición hemos conseguido el fin deseado? No. Como todo lo que hace el Gobierno, solo lo empeora. Cuando la sociedad demanda un producto o servicio en masa, da igual las leyes que haya contra la necesidad del mercado. La oferta y la demanda solo harán que desplazarse a la clandestinidad aumentando riesgos, precios, castigando la salubridad… y generando un costoso y absurdo estado policial que vamos a tener que pagar todos para el regocijo moral de unos pocos empeñados en usar la fuerza contra el resto de la sociedad.
Miren el tema de la Guerra Contra Las Drogas. Prohibirlas solo ha servido para que nos sea más difícil poder comprar una caja de antibióticos en la farmacia que un gramo de cocaína en cualquier discoteca. La prohibición, de todas las soluciones, es la peor para conseguir que la gente no aborte… o para que no consuma drogas. ¿Entonces por qué se empeñan los conservadores en prohibir el aborto? Porque les da igual los problemas adiciones creados, por su mentalidad estatólatra y porque no es más que un pequeño coste para limpiar su conciencia.
El feto como propiedad privada
Aunque muchos se aferren a la idea que el feto es propiedad del Gobierno, de los jueces, o “la sociedad”, la realidad es que el feto es propiedad privada de la madre. Es propietaria cautiva de lo que lleva dentro de igual forma que nosotros somos propietarios (cautivos) de nuestro páncreas, hígado corazón o pulmones. Son nuestros, punto. Nadie tiene derecho a opinar sobre ellos o a obligarnos a cuidarlos o no venderlos si nos place por más lo que diga la ley o grupos de presión.
Los nueve meses que tarda una mujer en crear un niño tiene un coste. El feto necesita una gran cantidad de recursos de la madre para formarse. No solo eso, le comporta cambios en su organismo, le transforma el cuerpo, el carácter y ha de cambiar su estilo de vida habitual para que todo salga bien. En la mayoría de casos este coste es asumido por la madre. El 99% de las mujeres no aborta según el Ministerio de Sanidad.
Estamos montando una exagerada maquinaria gubernamental y burocrática para legislar solo al 1% de las mujeres. Y con un coste social elevado ya que provoca un profundo mal estar social y enfrentamientos. En realidad, los partidos usan este tema con el único fin de comprar votos.
Analicemos el 1% de las mujeres de las mujeres que están en cinta, esto es, de las que demandan de forma efectiva el servicio del aborto. En este punto, la madre considera el feto un parásito. Algo que le roba su producción, le transforma y condiciona su vida presente y futura. El feto, y su potencialidad, se vuelven una agresión. Y todo el mundo tiene derecho a defenderse de una agresión. Aquí entra en juego el Principio de No Agresión: nadie ni nada tiene derecho a iniciar un acto de agresión contra otro. Tenemos el derecho a defendernos de la agresión de una persona, un grupo de personas, animales y hasta bacterias o virus. Nadie será enjuiciado por tomarse antibióticos. Bueno, siempre y cuando lo haya hecho con la autorización legal que nos exigen las farmacias al menos.
El feto es, necesariamente, propiedad privada de la madre. Lo quiera ella o no.
El feto como vida
Sin embargo, algunos grupos insisten que el feto es vida, y una vida muy especial, la de un ser humano. Aquí todo se vuelve surrealista y delegamos nuestra opinión a técnicos, a médicos, a burócratas. Nos dicen el momento preciso cuando un feto tiene corazón o las horas transcurridas para considerarlo, legalmente, vida. Ya no es una cuestión filosófica ni ética, sino asunto de tecnócratas y legisladores. En realidad, desde un punto liberal, no es muy relevante que un feto tenga o no vida, o la hora precisa que la adquiere por el dictamen de un médico. Un feto, como una persona o un virus, puede ser una agresión; y como toda agresión puede ser repelida por la víctima por más que ella haya provocado esa situación.
En este punto, la visión de algunos conservadores es especialmente poco seria. Es en el asunto de las malformaciones o violaciones. Algunos nos dicen que si un embarazo es producto de una agresión sexual, viene con malformaciones o pone en riesgo a la madre entonces la ley ha de permitir abortar. ¿No era la vida lo más sagrado? ¿Qué importa de dónde proceda si es vida en sí misma?
El método y la ‘doctrina de la vida’
Tomar La Vida como única teoría de la justicia, tiene enormes problemas. Por eso el liberalismo la complementa con dos más: la propiedad y la libertad. Si la vida es lo más importante y sagrado de nosotros y no hay más valores que lo complementen, veremos como al estresar esta forma de pensar, se rompe en mil pedazos.
Imaginemos que montamos una sociedad basada solo en el derecho a la vida. ¿Qué ocurre cuando la trasladamos al tema de las agresiones? Supongamos el siguiente caso. Una chica es agredida por un tipo que le dobla peso. Imaginemos que la chica guarda un arma en su bolso para repeler este tipo de acciones violentas o consigue arrebatar al agresor el cuchillo con la que la amenaza para someterla. En un caso tan desesperado la víctima tendrá que recurrir a soluciones drásticas como intentar dar muerte a su agresor. Con la teoría conservadora, o católica, de “la vida es lo más importante” no podría defenderse por ley de forma efectiva. Incluso se daría, si lo llevamos al límite, una contradicción: la víctima tendría que decidir entre su vida y la de su atacante, y como ella no puede arrebatar la vida a otro, el agresor se la quitaría a ella. Esto significa necesariamente que estamos estableciendo una jerarquía de entre la vida de una persona y la otra. Estaríamos afirmando que la vida del agresor es más importante que la de la víctima en tanto la última, no puede actuar de forma radical para salvarse.
La vida como único pilar de la justicia aboliría la autodefensa de casos extremos. Nadie podría llevar armas, ni la policía. No tendría sentido un cuerpo de defensa nacional y todo nos convertiría en una nación de ovejas a merced de los lobos. Seríamos el patio de recreo de todos los criminales.
La teoría de “la vida es lo más importante”, es muy bonita que funciona con el aborto, pero hace agua cuando la extrapolamos al resto de cuestiones que afectan al individuo y la comunidad.
Otra cuestión sobre el método es la rigidez de éste. Muchos liberales se adhieren al método deductivo basándolo todo en lo que llamamos la praxeología. Esto es, las ciencias sociales se explican solo mediante la acción del hombre. Del hombre que interactúa. ¿Qué sentido tiene cuando un científico se acoge a este método y en el tema del aborto, lo olvida todo, y empieza a explicarlo por supuestos biológicos e informes médicos? Eso es poca honestidad intelectual. Desde un punto de vista praxeológico, el feto es propiedad de la madre.
El acto sexual no es un contrato
En el más delirante de los argumentos para defender el prohibicionismo, algunos afirman que el acto sexual es un contrato. Bueno, ningún contrato que se precie se acaba firmando en la cama. Según la Real Academia (RAE), “contrato” es un: “pacto o convenio, oral o escrito, entre partes que se obligan sobre materia o cosa determinada, y a cuyo cumplimiento pueden ser compelidas”.
Un contrato establece unos derechos y obligaciones muy claros para una finalidad muy clara donde hay una serie de requisitos donde ambas partes han de estar, a priori, de acuerdo. Y si por factores que nadie predijo a priori en las cláusulas, ocurre algo inesperado, eso queda fuera del contrato. Un contrato no es un pacto cerrado. Puede cambiarse en cualquier momento si las dos partes así lo consideran.
Si Eva y Pedro se van a la cama para pasar el rato, lo hacen para eso y nada más. Si de este momento se genera un embarazo, es algo que nada tiene que ver con el objetivo del acto sexual. Desde un punto de vista prageológico, el acto sexual no tiene nada que ver con la generación de un embarazo. Tiene sentido desde un punto de vista biológico, pero no ético. Y mucho menos tiene que ver con un contrato donde se ha de establecer claros derechos y obligaciones (o derechos positivos) de antemano y han de ser firmados de alguna forma como forma de consentimiento mutuo.
¿Pero por qué abortan las mujeres?
Empecemos con China. Es el país donde más abortos se realizan. Abortan alrededor de trece millones de mujeres al año. Tal vez pensemos que este número tan elevado se debe a las restricciones que hay sobre tener más de un hijo. No es que esté prohibido en sí, simplemente si alguien tiene más de un hijo se le multa. La gente rica en China tiene más de un hijo, los pobres, no. En China, si pagas al burócrata de turno, puedes hacer lo que quieras.
Aunque la ley influye en el número de abortos, no es el principal condicionante. Casi la mitad de las demandantes de aborto son estudiantes menores de 25 años. Es un porcentaje que se ha disparado con los años. Son mujeres que no tienen hijos, así que la ley no les afecta. La principal razón por la que ha aumentado el número de abortos se debe a la relajación de sus valores tradicionales de castidad. Hace veinte años, en China, las relaciones prematrimoniales eran impensables, sin embargo ahora, muchos jóvenes ya no piensan igual. Son gente que viven mejor que hace veinte años y trivializan más la función del sexo.
Este ejemplo, que nos parece lejano, está muy relacionado con España. Una de las razones que ha provocado el espectacular aumento de la demanda de aborto se debe al cambio de los valores. Si nos miramos la evolución de la demanda de abortos (legales) desde 1992 vemos que el segmento de edad que más ha aumentado es el de las menores de edad, muy por encima de la media. Y por encima de la media también están las veinteañeras. Para edades superiores, los datos quedan por debajo de la media nacional.
El perfil de la demandante de aborto española es una chica joven que en un alto porcentaje jamás ha abortado. Si nos miramos los datos del Ministerio de Sanidad y el INE, vemos que la mayoría de abortos, aunque por poco, es de mujeres nacionales. Casi el 40% de las mujeres que aborta son extranjeras. Por la evolución de los números vemos que el grupo que más ha demandado aborto son chicas que recientemente se han quedado en el paro. En este segmento, y desde el año 2007 (cuando empezó la crisis), el número de demandantes ha doblado. Curiosamente, entre las asalariadas, la demanda ha bajado un 14%. Aún así, el grupo de las asalariadas es el que más demanda el servicio de aborto.
Desafortunadamente no tenemos datos que relacionen las rentas con los abortos, pero si nos fijamos en las edades donde más se solicita el servicio del aborto y la evolución del estado laboral sacamos la conclusión que la demandante de aborto es una chica de pocos ingresos o que las cosas le han ido a peor. Esto no es buena noticia para nadie ya que si extrapolamos estos datos con la futura situación del país, muy probablemente, el número de abortos seguirá aumentando.
¿Y qué efecto tendrá la ley? Maquillará las estadísticas, pero no tendrá ningún efecto real en la disminución de abortos. Es un caso muy similar al de la Guerra Contra las Drogas. En España no hay oficialmente ni un solo drogadicto. Ninguna farmacia ni centro comercial vende cocaína, pero todos sabemos que no es así. Insistimos en esto, la demanda masiva de un servicio y/o producto no se puede neutralizar por ley. Es imposible. Si realmente queremos bajar el número de abortos solo lo podremos conseguir por medio de métodos voluntarios y eso significa que el Estado se mantenga fuera de los asuntos personales de la gente.
La ley no es palabra de Dios ni mágica, es cerrar los ojos a la realidad para inventarse unas estadísticas de un mundo ideal pero con un subyacente real lleno de horrores.
Falacia del Nirvana y Conclusión
La falacia del Nirvana es un tipo de argumento (falso, por eso se le llama “falacia”) que descubrió el economista Harold Demsetz para referirse al error lógico en el que se comparan situaciones reales con alternativas utópicas, irrealizables e idealizadas. Es el caso perfecto de las leyes anti abortistas.
Los conservadores caen en una ilusión irrealizable al pensar que por ley disminuirán los abortos. La demanda es demasiado alta. Y cuando la demanda es alta se crea oferta de forma automática. El uso de la fuerza contra estilos de vida está condenada al fracaso y a la confrontación a la vez que provoca más estado policial entre la comunidad o sociedad. Las medidas del Gobierno no funcionan y eso genera más estado policial.
Guste o no a los conservadores, los tiempos cambian. Los valores han mutado. Se ha trivializado el sexo y también sería absurdo hacer leyes contra el sexo porque no obedece a los valores tradicionales católicos. Los antiguos romanos tenían sexo continuamente. No había valores que lo reprimiesen como actualmente. Y el imperio romano no cayó por su promiscuidad.
Los valores de las mujeres también han cambiado. Muchas no quieren estar bajo el yugo de la responsabilidad que tiene un niño. Algunas porque se han vuelto hedonistas y otras porque eso haría cambiarles su estilo de vida o su proyección laboral. Hace cincuenta años pocas mujeres se tenían que preocupar por sus proyecciones laborales porque la mujer no trabajaba, pero ahora sí que lo ha de hacer.
Todo este cambio social no se puede cambiar por ley. Si lo queremos cambiar nos tendremos que enfocar en otros factores que no tienen nada que ver con la prohibición. Vemos además que, teniendo en cuenta el estilo de vida actual y el futuro económico de las personas en nuestro país, van a inducir a un aumento de los abortos. Sean estos legales o no.
Tampoco tiene sentido prohibir el aborto desde un punto de vista ético. Para el 1% de las mujeres de este país es una agresión y ésta tiene derecho a defenderse de su “ocupante cautivo”.
El tema del aborto es tan polémico y visceral que este texto no va a solucionar nada. La gente seguirá mostrando imágenes de fetos, afirmando que es un asesinato… El aborto se seguirá enfocando desde un punto de vista moral y no ético, esto es, como un dogma de fe. Pero tengamos presente algo, al menos desde un punto de vista liberal: otras personas no son de nuestra propiedad. No podemos legislar el cuerpo y estilos de vida de otros o avanzaremos, aún más, hacia el Estado Omnipotente. Y evidentemente, un feto no es una persona, simplemente un feto es un feto y potencialmente una persona de igual forma que una semilla es una semilla y potencialmente un árbol. Comerse un piñón no es comerse un pino.
https://jorgevalin.wordpress.com
El autor fue un economista español de La Escuela Austriaca y del Anarcocapitalismo. Articulista y autor de El Gobierno Es El Problema.
Ha sido colaborador habitual del Instituto Juan de Mariana, La Gaceta, Instituto de Libre Empresa (ILE), Liberalismo.org, Fundación Atlas, Fundación Friedrich Naumann, Poder Limitado, Libertad Digital, Punto Radio, Instituto Mises, AIPE, entre otros.
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