La mejor manera de ayudar a los pobres

ABC Color, Asunción
El gráfico adjunto muestra la relación entre la pobreza y la libertad económica, entendida esta última como la relación armoniosa entre el imperio de la ley y la economía de mercado. Los países con más pobreza son los de menor libertad económica y los que menos pobreza tienen son los que lograron seguridad, competencia y libre mercado.
Este hecho cierto e irrefutable, no obstante, es permanente y adrede dejado fuera de la discusión en los temas públicos. En nuestro país, por ejemplo, todavía se descree de la relación entre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y la disminución de la pobreza, al punto que se habla del efecto “rebote” (volver al 3,5 por ciento del PIB) cuando que, además de ser equivocada esta apreciación, carece de sentido aspiracional.
La disminución de la pobreza en Paraguay, que del 77 por ciento en el año 2002 bajó al 26 por ciento en el 2017, se debe al crecimiento del PIB, que por cierto todavía es exiguo en relación a las potencialidades que tiene el país. Y la desconsideración de cómo hacer crecer la economía mucho se debe a que en los centros de enseñanza se consideran que cuanto más intervención estatal exista, mejor serán los resultados para aligerar la carga de lo que padece la gente menesterosa.
La realidad es que al revés, es decir, cuanto más mercado, sector privado exista, mejores posibilidades de progreso para todos. La idea de un mayor intervencionismo estatal llevada a la práctica por la fuerte influencia de personas con capacidad de ingresar al poder en los diferentes gobiernos -los técnicos convertidos en tecnócratas y políticos- no solo es un error intelectual, sino también es una estrategia deliberadamente llevada a cabo para mantener a miles de familias como clientelas cautivas, dependientes del poder de turno. Un círculo vicioso donde son cada vez más los que pierden, y suman los que ganan a costa de los primeros.
Pero tal como se lee en el gráfico, si en verdad se desea que la pobreza afecte a cada vez menos personas, pues lo que se debe hacer es precisamente lo contrario de lo que hoy se cree y se hace. ¡No más estatismo, necesitamos más libertad económica!
De manera que para cambiar este estado de cosas será preciso ciertamente modificar el eje del debate y de las ideas. Sin embargo, hasta tanto no se proceda a lograr tal propósito entonces seguiremos escuchando lo mismo, con tonalidades diferentes de ideas que al final profundizan la participación de más Estado en lugar de más libertad económica.
Son demasiadas las formas en que los políticos en general, y en especial en épocas de elecciones presidenciales, prometen al electorado tan ambiciosa intención. Pese a ser demasiadas y hasta suficientes estas propuestas, sin embargo, las mismas parten de supuestos que finalmente no permiten lograr aquel cometido tan deseado.
Una de las más extendidas ideas considera que a los pobres se les debe asignar una suma de dinero y repartirles algunos víveres. El objetivo, dicen, consiste en integrarlos a la sociedad con algunos medios de subsistencia. La realidad, sin embargo, resulta muy diferente. Nadie se integra a la sociedad por el mero hecho de tener pan para hoy y seguir mañana exactamente en lo mismo.
Una genuina integración social requiere de personas que tengan la capacidad de apreciar sus propios futuros en el mediano y largo plazo. Los pobres que reciben las ayudas como las mencionadas apenas modifican sus conductas en horas y días, lo que provoca insuficientes incentivos para que cambien sus hábitos.
Todas las buenas intenciones al respecto no han hecho más que perpetuar en la indigencia a las familias de escasos recursos con un agravante que no se debería dejar de lado. Este agravante se refiere a que los hijos de estas familias observan que el mejor modo de tener un poco de dinero o algún comestible para apenas algunos días consiste en esperar que alguien, como los gobiernos y los políticos, sean los que siempre les provean para sus necesidades.
Esta forma de subsistencia es la que permite posteriormente encerrar a los pobres en un círculo vicioso donde la dependencia tiene dos altos costos. El primer costo guarda relación con la cuestión ética por cuanto que las familias creen que recibir no necesita de ninguna contra prestación en trabajo, talento o cooperación con otras personas.
El segundo costo consiste en la dependencia política que van tejiendo las “colaboraciones” recibidas. Los pobres pronto se percatan que sus votos son necesarios para aquellos que les aportan para su subsistencia, y de esta manera se originan las clientelas políticas que engrosan las listas del llamado “voto duro” en cuanta elección exista.
La ayuda a los pobres de este modo se ha convertido en una forma de hacer política que termina por únicamente favorecer a los que reparten dinero y alimentos. La promesa de supuestamente beneficiar a los más necesitados se hace siendo caritativos con el dinero de los demás. De ahí que resulta necesario terminar con la farsa de la ayuda a los pobres mediante la mano larga de los políticos y burócratas.
Para beneficiar con mejores oportunidades a los pobres hay que empezar por una cuestión bastante sencilla, aunque no fácilmente comprensible y hasta practicable para algunos.
Se trata de entender que el mejor modo de procurar que los pobres salgan de su situación de extrema vulnerabilidad consiste en dar buenos ejemplos para que aquellos más necesitados se sientan deseosos de hacer lo que el éxito consigue.
No robar, no tomar el dinero de la gente, no esperar que lo haga todo el gobierno a favor de uno, no enriquecerse con el dinero del gobierno o lo que es lo mismo de los demás contribuyentes y no crear privilegios para nadie es un buen inicio, eficiente y creíble para poner en marcha la tarea de tender la mano hacia los más pobres y necesitados.
Producir riqueza, material o intelectual, es una forma extraordinaria de hacer el bien. Hoy se sabe con certeza absoluta que lo contrario de la pobreza es crear puestos de trabajo, siendo la condición inexcusable la promoción del ahorro y la radicación de inversiones.
La formación del ahorro y del capital en un ambiente de seguridad y predecibilidad hacen posible el crecimiento y explica la reducción de la pobreza en la historia de la humanidad. Paralelamente a ello hay un cauce cultural de principios y valores necesarios para comprender cómo contribuimos con la reducción de la pobreza. Ese cauce se encuentra en hacer valer el viejo pero no por ello descartable adagio de “enseñar a pescar en lugar de dar el pescado”.
La sencilla frase no es una exclamación romántica. Es la mejor herencia de fortuna que podamos dejar a nuestras familias y a los pobres que desean salir de sus aflicciones, puesto que por demasiado tiempo los mismos han sido los más engañados por políticos que se benefician a sí mismos haciendo caridad con el dinero ajeno.
Conducta
Los pobres que reciben ayudas solo modifican sus conductas en horas y días, lo que provoca insuficientes incentivos para que cambien sus hábitos.
Pobreza
La disminución de la pobreza en Paraguay (del 77% en 2002 bajó al 26% en 2017) se debe al crecimiento del PIB, que todavía es exiguo.
El autor es Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
- 23 de enero, 2009
- 23 de junio, 2013
- 7 de marzo, 2025
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