Argentina: El régimen legal que se avecina
Etimológicamente la inversión está conformada por la suma de tres partes que significan: el prefijo in –o hacia dentro–, el vocablo versus –o dar la vuelta– y, finalmente, el sufijo ion– o acción. La inversión, en términos originales, es un cerramiento o un dar la vuelta hacia atrás en alguna materia. Así, hoy, el agregado social se encuentra en un nuevo proceso de inversión de los procesos, hábitos y sus instituciones conforme al Régimen Constitucional Argentino de raigambre liberal, repúblicano y democrático.
Al margen de la necesidad imperiosa de obtener inversiones, en el sentido económico actual, para reducir los déficits presupuestarios, palear la situación social y aumentar la capacidad productiva, lo urgente también nos debe permitir ver cómo los gestos de los principales mandatarios próximos a asumir ya han realizados actos dialécticos que comienzan a preocupar por su virulencia y su falta de tolerancia democrática.
Por ello, por un lado, tenemos al presidente electo Alberto Fernández quién teorizó sobre los consumos audiovisuales como estrategias de implantación de hegemonías de las industrias culturales del demonizado norte sobre nuestras sociedades sudamericanas. O llega incluso a pensar en que el periodismo, en su tarea diaria para informar y generar una agenda pública, no puede ahondar en sus preguntas sin ser tenido directamente por opositor. En el extremo, ataca a referentes del periodismo de investigación (por caso el Sr. Hugo Alconada Mon) como parte de una un grupo de operadores judiciales y mediáticos desestabilizadores de gobierno populares.
Por otro lado, nos encontramos con la vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner quién se indigna por ser investigada y carga toda la responsabilidad de prueba sobre los jueces, fiscales y el poder ejecutivo saliente, no dando explicaciones sobre sus actos, pidiéndole mediante una chicana explicaciones a los jueces del tribunal y alentando que sufre una situación de escarnio público ante el Tribunal Federal de enjuiciamiento mediático, no judicial, ni ajustado a derecho.
Además, sin mediar equilibrio en su alocución no retrocedió y lanzó expresiones temerarias respecto de que si continúan investigando tendrán que llamar al estrado al novel presidente Alberto Fernández, ex Jefe de Gabinete, quien ejecutó el presupuesto de la Nación en aquella época y “será interesante escuchar lo que tiene para decirles". Otra amenaza solapada al final de cuentas.
Por todo esto, pocas veces un vicepresidente que formuló un binomio electoral para ganar una elección presidencial pone en situación de exposición judicial al nuevo presidente que eligió para tal fin. Más allá de su posición dialéctica de aumentar la tensión y confrontación entre poderes del Estado, no deja de ser ejemplificador cómo estos gestos que aumentan la temperatura política, a días de la asunción, ponen en tela de juicio la razonabilidad, la templanza y la mesura de los principales actores del nuevo gobierno en las vísperas del traspaso de mando.
Finalmente, si a todo ello le sumamos el horizonte de futuras medidas en bloque, pos 10 de diciembre, de excepción legal o emergencia que el frente peronista y kirchnerista buscará aprobar sin mayores dificultades liberando así al poder ejecutivo de cumplir con los tiempos y debidos controles de la administración, y que además, vuelven familiares a ocupar cargos políticos que auguran una suerte de suma del poder de facto (Cristina en la HCSN y Máximo en la HCDN) y si incluso, se piensa en modificar nuevamente al poder judicial porque entienden que son actores que conspiran contra el frente político al enviarlos a la cárcel con condena y/o por presunción de entorpecimiento de la investigación a ex funcionarios de la década kirchnerista, la inversión o retroceso del Estado de Derecho es patente.
Todos estos gestos muestran entonces un proceso de gestualidad y comunicación política de fuerte inversión de los valores del régimen constitucional argentino,dado los hechos que muestran la profesión de los Fernández de querer cambiar los procesos y las dinámicas sociales en dónde la tolerancia, la libertad de expresión, la acción de los poderes del Estados controlando los actos de los otros poderes, la alternancia en el poder y la crítica de ciudadanos a los funcionarios son garantías y derechos inalienables fuera de toda acción de los gobernantes.
Con el correr de los días viviremos el acrecentamiento del decisionismo, la opacidad y la arbitrariedad del binomio presidencial pero hasta aquí, nada habría bajo el sol. Ya el famoso Grupo Carta Abierta había expresado, en el 2012, de modo sostenido para el movimiento kirchnerista que:"un republicanismo formal y vacío rechaza la posibilidad de una nueva constitución que habilite la continuidad institucional del actual liderazgo". Buscaban justificar la eternidad en el poder.
Dejamos así, por todas partes, enunciadas variadas postales de gestos de monarcas antes que de actores republicanos, de futuros misterios en los ministerios que de la transparencia en la gestión de la administración publica, de la suma de poderes en detrimento de la crítica y los controles cruzados. Nunca menos democracia nos resta por expresar como alerta al comienzo de una etapa en que no queremos más opacidad en el poder y en el que la inversión a realizar va en el sentido contrario, en el sentido de una sociedad abierta y diversa en la dimensiones políticas, culturales y económicas.
El autor Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre de Argentina.
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