Los niños de los 80
Nací en 1983. Beat it, de Michael Jackson, y Sunday Bloody Sunday, de U2, sonaban alrededor del mundo. Se estrenaron el episodio El retorno del Jedi y la primera Vacation de Chevy Chase. Los niños de los 80 nacimos y crecimos con la irrupción de los sonidos electrónicos en la música, los colores neón en la ropa y la actitud de que todo estaba cambiando para bien. Cuando todavía éramos niños se acabó la Guerra Fría. Ahora que estamos cercanos o recién cumplidos los 40 años, les quiero hablar del progreso humano sin precedente que se ha dado desde que nacimos los niños de los 80.
La vida de las personas alrededor del mundo se ha vuelto más larga y saludable. En 1980 la expectativa de vida era de 62 años y para 2017 llegó a 72. Y cada vez una porción mayor de esos años son vividos con buena salud, según el índice de expectativa de vida saludable de la ONU.
Además, tenemos vidas mucho más placenteras. Por ejemplo, viajamos mucho más: las aerolíneas transportaron a 641 millones de pasajeros en 1980, mientras que en 2018 a casi 4000 millones. Durante nuestras vidas se catapultó la revolución de la conectividad: a partir de los primeros celulares y computadoras personales durante nuestra infancia, pasamos a las primeras redes sociales en nuestra adolescencia y a gozar de la economía colaborativa en nuestra adultez joven. Y estos productos y servicios son de consumo masivo.
Ahora las Gretas del mundo nos dicen que todo está teniendo consecuencias desastrosas para el planeta. Pero siempre en la historia ha habido agoreros del desastre y pesimismo acerca de la capacidad de adaptarse de nuestra especie. No hay que olvidar los fatídicos presagios de Thomas Malthus hace casi 200 años en su Ensayo sobre el principio de la población y mucho después de ambientalistas como Paul Ehrlich en los 80. Ambos preveían que el crecimiento de la población acabaría con los recursos del planeta y derivaría en una catástrofe global.
Acerca de esto, el economista Julian Simon hizo una apuesta con Ehrlich en torno al precio a futuro de un valor de $1000 de cinco materias primas durante la década de los ochenta. A pesar de que la población aumentó en 873 millones de personas durante esa década, el precio de las cinco materias cayó en un 57,6 % y Simon ganó la apuesta.
Mi colega en el Instituto Cato Marian Tupy y Gale Pooley han lanzado el Índice de Abundancia de Simon para demostrar cómo ha caído el precio de los recursos básicos para los seres humanos. El estudio concluye que el tiempo promedio que hay que trabajar (horas laborales) para obtener 50 recursos básicos (desde alimentos hasta minerales y metales) ha caído en un 72,34 % entre 1980 y 2018.
Simon creía que los humanos somos capaces de adaptarnos e innovar, descubriendo formas más eficientes de utilizar los recursos escasos y sostenía que el problema del mundo no es la escasez de recursos, sino “la falta de libertad política y económica”. Sobran razones para celebrar el fin de las cuatro mejores décadas que ha tenido la humanidad.
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