El problema de la novela “American Dirt”
Todo estaba atado y bien atado. La editorial Macmillan le había proporcionado un anticipo millonario a la autora Jeannine Cummins por una novela que, a juicio de los editores, sería un bombazo literario.
En efecto. A la publicación de American Dirt no le ha faltado el estruendo, pero no como esperaban la editorial y la propia novelista. Primero vino el alborozo cuando Oprah Winfrey recomendó el libro. Además, autores consagrados como Stephen King, Don Winslow y Sandra Cisneros habían aportado comentarios laudatorios que se usaron a modo de promoción. Pero al poco tiempo la polémica se adueñó de lo que prometía convertirse en uno de los acontecimientos literarios del año.
Antes de que estallara la controversia tuve noticias de la inminente publicación del libro escuchando en NPR una breve reseña y sinopsis: American Dirt es la historia de una mujer mexicana de clase media y su hijo Luca, que se ven obligados a huir cuando un cártel de la droga asesina a casi toda la familia.
El relato comienza en Acapulco, donde la protagonista, casada con un periodista, está al frente de una librería que frecuenta el capo que acaba por eliminar a su esposo y otros familiares. En las primeras páginas se desarrolla la masacre al estilo de un sangriento filme de Tarantino. Lydia y Luca, supervivientes del tiroteo, comienzan su periplo rumbo al Norte. En el camino pasan todo tipo de vicisitudes.
De todos es sabido que se trata de un peregrinaje accidentado en el que abundan las tragedias. Y American Dirt incluye casi todo el catálogo de atropellos y desventuras, incluyendo los peligrosos trayectos sobre La Bestia, el tren de carga al que se suben los migrantes para desplazarse.
Confieso que cuando escuché el resumen no me atrajo, precisamente porque intuí que podía tratarse de una novela de “diseño” sobre el drama de la frontera. Luego, a partir de la lluvia de ataques, la autora y la editorial han dicho que la narrativa del libro tenía, entre otros objetivos, mostrarles a los lectores estadounidenses la cruda realidad de quienes sueñan con cruzar el Río Grande.
Dicha aclaración no ha contribuido a aplacar los ánimos, sino a afilar más los dardos de escritores latinos que tachan de “apropiación” cultural esta incursión por parte de una autora americana blanca a la que, según sus detractores, las circunstancias de una familia mexicana les son ajenas.
En medio del escándalo, Cummins se ha mostrado contrita, ofreciendo explicaciones para justificar la elección de una trama foránea para ella: ha invocado a un esposo inmigrante (para más señas, irlandés), una abuela puertorriqueña y la muerte de su padre como resorte para sentarse a escribir sobre la pérdida. Ya nadie comenta a bombo y platillo que Winslow llegó a comparar la novela con Las uvas de la ira, obra cumbre de John Steinbeck.
Ante semejante campaña de derribo decidí acercarme a una librería para ojear con detenimiento la novela de Cummins. Hay libros que te atrapan en las primeras páginas. Es un sentimiento visceral. Y American Dirt, con toda la tramoya de violencia que por un instante me recordó a Gloria, ese filme en el que una soberbia Gena Rowlands huye de unos sicarios junto a un niño, no me cautivó.
Repasé otras partes del libro: hay referencias a las fiestas de quinceañeras o tradiciones como el Día de los Muertos; me tropecé con la odisea a bordo de La Bestia; los sucesos en un centro de acogida de migrantes; y hasta con citas que la protagonista hace de El amor en los tiempos del cólera, novela que al parecer también veneraba el narco con gustos literarios. La narración está salpicada de diálogos en español con modismos mexicanos tipo “mijo”.
American Dirt tiene la hechura de lo que se creó dentro de un molde. Algo que, por otra parte, es muy común en el mundo editorial. Muchos mega best-sellers son puras fórmulas bajo distintos géneros: el romance, la novela histórica, el chick lit, el realismo mágico o el thriller. Unos más logrados que otros, pero dirigidos al gran público. Me da la impresión de que cuando Macmillan desembolsó tanto dinero por el manuscrito, creyó ver en este drama de “frontera” lleno de lugares comunes todos los elementos para un éxito seguro. Me temo que se preocuparon más de la fanfarria de la promoción que del valor literario más allá de la acción.
Como lectora que en su día leyó con fervor Madame Bovary, una novela escrita por un señor francés con bigote (nada menos que Gustave Flaubert) sobre una mujer de la burguesía infelizmente casada que busca en el adulterio una salida a una existencia sin horizontes, no creo tanto en la cuestión de la “apropiación” —en el caso de Flaubert sería de género— sino en que un relato sea verdaderamente valioso y te estremezca por su calado psicológico.
Me temo que el mayor problema de American dirt es que es una novela mediocre. No todo el mundo puede proclamar, como lo hizo Flaubert, “Madame Bovary, c’est moi”. Así de sencillo.
©FIRMAS PRESS.
- 23 de enero, 2009
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