Mercantilismo
República, Guatemala
Vimos en mi entrega anterior que el Capitalismo es el sistema socio-político que se basa en el respeto y protección de los derechos individuales y en una ética racional o prudencial de autorrealización, de busca del bienestar propio y la vida feliz.
También vimos que el derecho individual es un principio moral que define y sanciona la libertad de acción correcta, virtuosa y legítima de la persona en un contexto social. La acción correcta, virtuosa, legítima y moral es aquella que se rige por el egoísmo ético, por el egoísmo racional que consiste en obrar en favor del interés propio objetivo.
Igualmente vimos que la libertad sólo la disfruta quien vive en una sociedad contractual. La cooperación social, que necesita de la propiedad privada de los medios de producción, implica que el individuo no se vea constreñido en el mercado, a obedecer ni a servir a ningún jerarca. Cuando suministra y atiende a los demás, procede voluntariamente, con miras a que sus beneficiados conciudadanos también le sirvan a él. El concepto de libertad no tiene sentido sin el de sociedad.
Vimos que gobernar implica siempre recurrir a la coacción y a la fuerza, y que la función del gobierno en el Capitalismo es defender la libertad de sus ciudadanos, es decir, proteger a los individuos de la violación de sus derechos por los criminales. Deriva su legitimidad en el uso de la fuerza del principio de autodefensa de cada individuo, implícito en su derecho a la vida. El gobierno sólo puede usar legítimamente la fuerza como represalia para defender los derechos de los individuos.
El papel apropiado del gobierno en la actividad económica es la aplicación directa de su rol moral como protector de los derechos del individuo: proveer el imperio de la ley, protegiendo la propiedad privada y amparando los contratos, estableciendo así un contexto legal que promueve la creación de valores. El gobierno de una sociedad capitalista le da un beneficio incalculable a la vida de los ciudadanos, pues protege a aquellos que crean valor y reprime a aquellos que destruyen valores o que interfieren por la fuerza con los creadores.
La acción del gobierno sólo es compatible con el mantenimiento de la libertad cuando se delimita y restringe convenientemente la órbita estatal por medio de una constitución que implica una restricción específica impuesta al ejercicio del poder político y le prohíbe explícitamente usar la fuerza para violarlos derechos de los individuos. Gracias a la limitación de los poderes del gobierno a sólo proteger a los individuos de la violencia de otros, el gobierno no puede conceder favores, ventajas o privilegios a nadie. Como el mundo se halla pleno de matones y tiranos sin escrúpulos, la sociedad debe poder defenderse de los más despiadados opresores.
Así mismo vimos que cuando el hombre es libre para actuar –para actuar correcta, virtuosa, legítima y moralmente, regido por su razón, por su mejor juico, por el egoísmo racional que consiste en obrar en favor del interés propio objetivo– el resultado es el sistema de mercado o Capitalismo.
El mercantilismo no es sinónimo de Capitalismo. El mercantilismo es otra cosa. El mercantilismo es el sistema socio-político que se basa en el proteccionismo que otorga el Estado a algunos productores locales de la competencia extranjera y/o nacional mediante creación de barreras arancelarias, subsidios a empresas y monopolios, privilegiando a algunos ciudadanos e incrementando la oferta monetaria.
El mercantilismo no es un sistema socio-político que defiende los derechos individuales de los ciudadanos. Por el contrario, al conceder privilegios a algunos, viola los derechos de los demás. Un privilegio es una ‘ley privada’, del latín ‘prĭvĭlēgĭum’, una ley especial que favorece a uno solamente y no a todos. Es una ley ilegítima al no ser igual para todos.
El gobierno mercantilista es despótico, pues al no estar sujeto a una ley que le prohíba violar los derechos de los individuos, gobierna arbitrariamente, concediendo favores a algunos.
El sistema mercantilista es el que se dio durante la colonia y que nosotros heredamos y seguimos usando prácticamente sin cambio alguno. Así vemos que es usual el cabildeo de algunos grupos para conseguir que el gobierno les otorgue privilegios, pues en este sistema, puede. Los argumentos son muchos. Que si no se protege a tal o cual industria, ésta quebrará dejando a muchos obreros sin trabajo. Que si no se protege al consumidor, este estará a merced de los codiciosos mercaderes que subirán los precios a su antojo. Que si no se suben los aranceles a este o aquel producto, la competencia extranjera hará quebrar a las fábricas nacionales. Que si no se subsidia el transporte público la gente no podrá desplazarse de un lugar a otro. Que si no se devalúa la monedad no podremos competir en el extranjero. Que si se devalúa la moneda no podremos importar bienes del extranjero. Que si no se prohíbe a los dueños de propiedades en los ‘centros históricos’ hacer lo que ellos consideren más conveniente, harán edificios y los demás perderemos la oportunidad de disfrutar de nuestra nostalgia. Que el servicio de electricidad debiera ser un ‘derecho’ y por tanto debería ser gratis para el consumidor. Que la minera tal y tal no debe operar porque el gobierno no hizo la consulta popular a las etnias respectivas. Y así por el estilo. La lista de pedigüeños es interminable. Y cada vez que el gobierno concede uno de estos privilegios, viola los derechos de otros que resultan ser las víctimas.
El sistema mercantilista es paternalista. Los arrogantes gobernantes creen saber mejor que sus súbditos lo que mejor les conviene y no dudan en crear privilegios para obligarlos a actuar como estos soberbios desean. Están seguros de saber cómo gastar mejor tu dinero que tú. Por eso no dudan en quitártelo usando para ello la fuerza y el engaño. Proponen siempre impuestos ‘temporales’ que nunca caducan. Y lo despilfarran a manos llenas. Están convencidos de que su función es distribuir mejor la riqueza. ¡Viajes gratis para algunos al puerto para Semana Santa! ¡Vaya!
El sistema mercantilista se basa en la moral del altruismo. Los políticos no reconocer los derechos individuales y al considerar bueno la abnegación, no dudan en sacrificar a algunos en beneficio de los otros. Eligen a quien sacrificar en base a los votos que esperan conseguir con sus medidas, pues lo que interesa al político es permanecer en el poder.
En el sistema mercantilista el gobierno usa la fuerza ilegítimamente para violar los derechos de algunos y perjudicando a la larga a todos. Cuando fija precios por decreto, distorsiona la información que sirve a los individuos para tomar decisiones económicas sanas. Si por ejemplo, deseando favorecer a un grupo, establece créditos por debajo del valor de mercado para que algunos privilegiados puedan comprar vivienda barata, provocan una burbuja inmobiliaria que lleva a la quiebra a muchos. En este sistema los gobernantes, en lugar de guiarse por la realidad, por los principios y leyes económicas, tratan de manipular la realidad según sus caprichos. Ignoran las valoraciones individuales, las tasaciones provocadas por los acuerdos entre partes negociadoras, la información contextual asequible sólo a quien está en determinado contexto– y el hecho fundamental de que la sociedad es acción concertada, cooperación pactada para alcanzar los propios fines de quienes se vinculan en una relación de intercambio de valores, sustituyéndola por el enfrentamiento y competencia de facciones para conseguir privilegios. Entorpecen el cálculo monetario que sirve de guía para la acción en el sistema de división del trabajo e intercambio de bienes disminuyendo creación de riqueza por todos.
CUANDO EL HOMBRE NO ES LIBRE PARA ACTUAR –PARA ACTUAR CORRECTA, VIRTUOSA, LEGÍTIMA Y MORALMENTE, REGIDO POR SU RAZÓN, POR SU MEJOR JUICO, POR EL EGOÍSMO RACIONAL QUE CONSISTE EN OBRAR EN FAVOR DEL INTERÉS PROPIO OBJETIVO– PORQUE EL GOBIERNO INTERVIENE COACTIVAMENTE EN SU VIDA Y EN EL MERCADO, EL RESULTADO ES DISMINUCIÓN EN SU CALIDAD DE VIDA Y EL ENFERNTAMIENTO ENTRE FACCIONES MENDIGANDO POR PRIVILEGIOS Y EL SISTEMA ANTE EL CUAL NOS ENCONTRAMOS ES EL MERCANTILISMO.
Continuará.
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