Argentina: Suspender las clases
La crisis provocada por el coronavirus nos pone frente a la necesidad de tomar múltiples decisiones, las cuales habrían de generar beneficios, de contribuir a atenuar la gravedad de la emergencia que nos ocupa, pero también costos.
¿Suspender las clases en los distintos niveles? Es claro que la conveniencia del aislamiento social es innegable. Por otra parte, al día de hoy la mejor forma de enfrentar la expansión del virus es anticipándose. Uno vez que el virus se instaló en una sociedad es mucho más difícil enfrentarlo. Italia es un claro ejemplo de ello.
¿Cuál es el costo de suspenderlas? A nivel secundario y universitario, perder días de clases. A nivel primario debemos sumarle el hecho que alguien debe cuidar a los niños y los abuelos, en esta oportunidad, serían la peor alternativa.
Comencemos por la potencial pérdida de días de clase. La misma podría ser mucho menor a lo que a primera vista nos imaginamos. Por ejemplo, desde el 1 de abril hasta el fin del año lectivo se podríamos eliminar 11feriados, exceptuando Semana Santa y el 8 de diciembre. Si además se suprimen las dos semanas de vacaciones de invierno ganaríamos 10 días hábiles más. Un total de 21 días; es decir, ¡cuatro semanas de clases! Y ello sin tomar en cuenta los días de cursos de actualización docente, los cuales este año, dada la emergencia, podrían suspenderse.
Por ello, de seguirse una estrategia de estas características, se podrían suspender las clases desde el próximo lunes en todos los niveles durante un mes, culminar el año lectivo como está pautado y no perderse días de clase.
Es claro que la situación puede extenderse en el tiempo, pero de ser así tarde o temprano se suspenderán las clases, y frente al coronavirus es mucho más eficiente prevenir todo lo que esté a nuestro alcance, que enfrentarlo una vez que haya instalado en la sociedad.
Por supuesto, un costo adicional en cuanto a educación primaria y jardines de infantes es quién cuidará a los chicos en el caso que ambos padres trabajen, dado que los abuelos no deben hacerlo. Para esos casos los colegios deberían abrir sus puertas como virtuales guarderías, de tal forma que los chicos reciban el cuidado adecuado pero que no se dicten clases.
Con estas medidas se favorecería notablemente el aislamiento social de convencerse a las familias y, fundamentalmente a los adolescentes y jóvenes adultos, de la responsabilidad que ello implica. Para una generación que afortunadamente tiene una importante conciencia social, como lo vemos en su defensa del medio ambiente, con una adecuada difusión, ello dista de ser imposible.
No existe peor enfermedad que el miedo que inmoviliza, por eso de tomarse una medida de esta naturaleza, lejos de generar una sensación de mayor pánico, contribuiría a cuidar la salud de todos y, fundamentalmente, a que la sociedad tome conciencia de la gravedad del tema. Por otra parte, no generaría un costo por la pérdida de días de clase.
En virtud de ello, yo no dudo que vale la pena llevarlo a cabo.
El autor es Rector de la Universidad del CEMA y Miembro de la Academia Nacional de Educación.
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