DARK: carta dirigida al Congreso
Estimados congresistas, hola, me llamo Oscar y les escribo desde el futuro. En mi juventud, 28 de julio era conocido como “Fiestas Patrias” y la gente aprovechaba para ir a Miami a celebrar el orgullo de ser peruano; pero, desde que dictaste la famosa Ley de Congelamiento de Deudas del Sistema Financiero el 28 de julio de 2020, ese día es conocido como el “Día del Apocalipsis”.
Nadie sabe bien como ocurrió. Estábamos sumergidos en medio de una emergencia sanitaria llamada “covid-19”, en la que el Estado decidió adoptar una cuarentana draconiana, la peor de la región y una de las más estrictas del mundo; a pesar de que el 70% o más de nuestra economía era informal. Eso dejó a mucha gente sin la posibilidad de procurarse el día a día o pagar sus deudas. En los libros de historia se le conoce como “El Encierro”.
Debido a la desesperación de las personas y su aparente desdén por las ideas liberales (reforzadas por la retórica anti-empresa del Gobierno), se comenzaron a oír términos que hacía tiempo no se oían: impuesto a los ricos, regulación de precios y expropiación. Mientras más avanzaba El Encierro, era más común oír a un personaje con bigote ridículo hablar sobre expropiación.
Quizá todo hubiera sido distinto si meses antes los peruanos no hubiéramos alentado un cierre del congreso opositor, que era al menos cuestionable desde el punto de vista constitucional. A partir de ese momento, el Gobierno tenía en frente a un congreso pusilánime y extremadamente populista, incluso peor que el anterior (que ya era muy difícil de defender). Quizá no hubiera cambiado nada, no lo sabemos.
Lo cierto es que, en este escenario de desesperación, de sentimiento anti-empresa, de resurgimiento de ideas socialistas en el país (empezando por la adopción del modelo de cuarentena chino), te sentiste envalentonado para proponer normas como la prohibición de cobro de peajes, el retiro del 25% de los fondos de pensiones y finalmente, el Día del Apocalipsis, la Ley de Congelamiento de Deudas.
Algunos congresistas pensaron que estaban haciendo el bien, otros tenían intereses ocultos (tenían ellos mismos deudas cuantiosas con los bancos). Lo cierto es que muchos les advirtieron los desastres que podrían seguir una ley como esa: quiebra de bancos e incremento de tasas de interés.
En un segundo momento, incluso los bancos más grandes comenzaron a sufrir las consecuencias y pretendieron apropiarse de los ahorros. A partir de ahí, el gobierno tomó medidas que solo empeoraron la situación: emitió moneda indiscriminadamente, incrementando la inflación. Los ahorros, ya muy disminuidos, desaparecieron. Sin empleo y sin ahorros, los números de pobreza se incrementaron como nunca en nuestra historia. Desesperadas, las personas comenzaron a abandonar el país y enviar sus ahorros fuera. El Gobierno prohibió el retiro de dinero y los viajes al exterior, entre otras libertades económicas y políticas, como la libertad de expresión.
El pueblo se levantó y fue secundado por los militares, que no tardaron en tomar el poder (empeorando la situación), diezmando tanto al gobierno civil como a grupos insurgentes (actualmente profesores con bastante tiempo libre debaten si fue un conflicto armado o terrorismo). Años después, cuando ya habíamos tocado fondo como país, el gobierno de “La Nueva Europa”, se interesó por la situación peruana y fue al rescate. Finalmente, ante la recomendación de la OCDE, se adoptaron medidas de sinceramiento fiscal y apertura del mercado, que recordaron mucho a los “ajustes estructurales” del Consenso de Washington. Poco a poco, Perú comenzó su retorno a la democracia y al equilibro macro-económico.
Actualmente, tenemos un presidente borracho, que se pintó como el paladín de la democracia en la “Marcha de las Tres Regiones”. Estamos en el año 2053. Hemos tardado 33 años para regresar a dónde estábamos antes del Día del Apocalipsis. Una generación de peruanos perdida. Una más.
Pensaron que sería una ley populista más, como las muchas que el pueblo peruano aplaudió antes y que era muy difícil medir su impacto en el corto plazo: alimentación saludable, universitaria, etc. Pero la Ley de Congelamiento de Deudas del Sistema Financiero era distinta: sus efectos fueron visibles rápidamente y fueron devastadores para la economía, deteriorando la sociedad y finalmente destruyendo nuestro sistema de gobierno.
Congreso, este futuro ya lo hemos vivido, no repitamos una vez más el círculo. Te lo pido como peruano y como padre de una niña de un año: no destruyamos el futuro.
El autor es Director de la Carrera de Derecho en la Universidad Científica del Sur (Perú) y Ph.D por UC Berkeley. Es especialista en calidad regulatoria.
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