Argentina: La debacle moral del Gobierno y el rol de la oposición

Mientras estaba ocupado llamando “odiadores seriales” a ciudadanos que se manifestaban en defensa de las instituciones y el estado de derecho, el Presidente comenzó a recibir mandobles de su propia tropa recordándole que está puesto allí por CFK y que no se le ahorraría ninguna humillación. La señal de desprecio de sectores internos de su fuerza política está clara cuando quienes lo critican son gente como la procesada por corrupción, Hebe de Bonafini, o Víctor Hugo Morales. Que esa clase de personas sea la que le pone límites habla de la decadencia conceptual en la que están sumidos. Que el Presidente, por otro lado, les dé explicaciones puntuales y salga a hablar bien de la dictadura de Maduro para contentarlos da vergüenza ajena. Condenar a la dictadura venezolana con toda claridad podría haber sido un respiro para la maltrecha imagen de Argentina en el mundo, pero no. Fernández eligió, por el contrario, quedar bien con los sectores más rancios y marginales de la secta antes que encolumnarse con el mundo libre que condena a esa banda de asesinos y corruptos que es el gobierno venezolano.
En la misma semana, Fernández siguió esmerándose en mostrar su miserabilidad moral y justificó el Memorándum de Entendimiento con Irán que firmó CFK en 2013 y del cual él había sido un crítico feroz. Como siempre se puede caer más bajo, lo hizo la semana de un nuevo aniversario del atentado a la AMIA. Siempre supimos que Fernández era un cínico y que su cinismo fue el gran móvil para que aceptara la nominación presidencial que, de manera monárquica, le hiciera CFK. Lo que asombra es la letra chica de ese acto. Fernández debe cumplir todos los capítulos del manual de la infamia del kirchnerismo. No puede saltearse ni uno.
Este gobierno tiene como único programa cumplir con todas las obsesiones de CFK. Fernández es presidente sólo para eso. Tiene que garantizar la impunidad de la familia Kirchner en las causas de corrupción, seguir con la guerra contra el campo, que empezó con la 125, y hoy sigue con el intento de expropiación de Vicentín (esta semana una senadora con línea directa con CFK le recordó que no está archivado ese proyecto) y consolidar el accionar de CFK en sus peores acciones como su alianza con el régimen iraní. El permanente recuerdo de la muerte del fiscal Nisman cuando iba a denunciar ese memorando es uno de los capítulos más nefastos de la historia argentina. Esto mismo decía Fernández antes de ser, solamente, el que cumple órdenes.
Esta semana hubo, además, una carta firmada por miembros de la oposición en la que pidieron “una mesa de diálogo nacional”. Fue impulsada por el Club Político Argentino y firmada por legisladores y dirigentes de distintos partidos. Algunos voceros manifestaron, luego, que el motivo de la misma fue que Fernández necesitaba apoyo para sacarlo del “infierno kirchnerista” y que había que hacerlo por el riesgo que implicaba que, en una situación de crisis tan grande, aparecieran expresiones de “antipolítica”. La oposición está en un momento crucial y es sensato preguntarse de dónde surge la diferenciación entre CFK y Fernández que ellos plantean. CFK es quien tiene el poder porque suyo es el gran caudal de votos depositados en el actual mandatario. Fue ella quien decidió e informó (con un tuit) que Fernández sería candidato a presidente. Poner a Fernández en el rol de víctima y no en el de co-responsable de esta situación es un error muy importante en el que la oposición no debe caer, ya que corre el riesgo de perder representatividad entre los ciudadanos que los votaron. Es, además, una postura ingenua pretender un “diálogo” desconociendo que el kirchnerismo fue la fuerza política que clausuró el diálogo y destrozó la conversación pública en Argentina. Vale aclarar que todo comenzó cuando Fernández era Jefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner. Episodios como el de la resolución 125, cuando se negaban sistemáticamente a hablar con los sectores representantes del campo, pese a que el país estaba completamente movilizado, ocurrieron mientras Fernández ejercía el rol de Jefe de Gabinete de CFK. Cuando querían instalar el discurso único y despedían de los medios públicos a periodistas como Pepe Eliaschev era Fernández, quien se ocupaba del “trabajo sucio”. Era el actual mandatario el que usaba dinero publico para perjudicar a opositores en elecciones como fue la infamia contra Enrique Olivera. Puedo dar cientos de ejemplos de este tipo en los cuales el actual Presidente era cómplice de actos miserables o encubría actos de corrupción en los gobiernos de NK y CFK. Sólo fue opositor un tiempo en el que estaba despechado por haber sido eyectado del círculo de decisiones. Ahora hace todos los deberes nefastos que le ordena CFK. Ese mismo trabajo que bien conoce y que hizo durante años. Suponer que hay diferencias y que él es “víctima” de CFK es desconocer la historia de los últimos años. La antipolítica ya está en la Argentina hace mucho y se llama kirchnerismo. La falta de diálogo, el desprecio al que piensa distinto, los ataques a la institucionalidad, la corrupción desatada, la colonización de sectores de la justicia y la violencia institucional son algunas de las características antipolíticas del oficialismo. La oposición más enérgica defiende valores republicanos. Los ciudadanos movilizados en defensa de su libertad y en contra de los atropellos defienden lo mismo. La única expresión de la antipolítica en Argentina es el kirchnerismo y Fernández pertenece a ese sector. Reitero, desconocer eso es desconocer lo que ocurrió durante los últimos años. Los intentos de desestabilización del gobierno anterior fueron actos de la antipolítica. La oposición debe ser firme y justa en defensa del estado de derecho y en contra de los excesos autoritarios. Hay una demanda de firmeza frente a una administración que gobierna por decreto y que llega incluso al grotesco acto de apagarles los micrófonos a senadores de la oposición para que no hablen.
El episodio de extorsión de los Moyano bloqueando las salidas de la empresa Mercado Libre es una postal más de la decadencia argentina. Pretender dialogar con esta gente es una ingenuidad. A la mafia se la combate en defensa de la República con justicia y valentía. Recordemos que fue el actual Presidente quien calificó de “ejemplar” a Moyano.
A la extraordinaria crisis económica producida por la cuarentena eterna se le suman hechos de una profunda gravedad. La desaparición de Facundo Astudillo Castro es un tema gravísimo y el oficialismo no dice nada. Tampoco dijeron nada sobre la muerte de Florencia Magalí Morales y Franco Maranguello, que aparecieron ahorcados en sus celdas. Ni de Luis Espinoza, que desapareció en Tucumán y apareció muerto. Ni por la muerte de Lucas Verón. Todos acaecidos durante la cuarentena. El silencio de los organismos de derechos humanos sobre estos casos es una vergüenza histórica.
Sobre estos temas hay que exigir explicaciones. El silencio oficial da tanta vergüenza como pavor.
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