Montevideo, pandemia y dignidad
El próximo 27 de septiembre, luego de haber sido postergadas de su fecha original pautada constitucionalmente para el mes de mayo, debido a la llegada en marzo del covid-19 al país, habrá elecciones municipales.
Uruguay está dividido en 19 departamentos. El único de ellos donde el Frente Amplio que gobierna la ciudad desde 1990 y gobernó el país desde 2005 hasta 2020, se perfila como claro candidato a ganar la elección es Montevideo.
Pero esa realidad no parece ser casual y para entender el porqué de esta situación, vale la pena analizarla con detenimiento.
Creados durante la primera administración del Frente Amplio de la ciudad en 1993, Montevideo cuenta con 18 Centros Comunales distribuidos a lo largo y ancho de todo el departamento.
Bajo la consigna de descentralizar el poder para generar mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, la vida comunal se concentró en esos centros sociales y administrativos.
Desde cada uno de ellos, a partir de ese momento, se atendieron – o se desatendieron – los cientos de situaciones que a diario afectan a los vecinos. La reparación de un bache, la poda de un árbol, problemas de saneamiento, iluminación, veredas, recolección de basura y podas, permisos de construcción, multas por diversas infracciones, ubicación de contenedores, basurales endémicos y en formación, limpieza y barrido de calles, etc., etc., todo pasa por allí.
A esos mismos Centros Comunales Zonales se les adicionó una Junta Local y un Concejo Vecinal integrado por representantes de organizaciones vecinales, sociales, culturales, deportivas y vecinos con iniciativa. Estos organismos, que durante todos estos años han simulado ser el brazo ejecutor de los requerimientos de los vecinos, han sido en la práctica sendos aparatos políticos, cuidadosamente dirigidos y manipulados, al servicio de los intereses del Frente Amplio.
En ese ámbito, se crearon múltiples comisiones para trabajar a nivel barrial en temas definidos, tales como salud, mujer, adultos mayores, juventud, infancia, cultura, medio ambiente y otras.
Como era de esperar, todas las decisiones de trascendencia se mantuvieron verticalmente digitadas desde el ejecutivo municipal.
Una gran cantidad de organizaciones no gubernamentales (ONGs) entidades sin fines de lucro, pero cuyos integrantes suelen recibir importantes retribuciones, se organizaron y funcionaron en coordinación permanente con esos centros de poder en cada barrio. Obviamente, su complacencia con el gobierno de la ciudad resultó siempre y a todas luces indisimulable.
A partir de la creación del Ministerio de Desarrollo Social en marzo de 2005 estando el gobierno nacional también a cargo del Frente Amplio, las ayudas y subsidios se multiplicaron y la acción política aplicada a diario dentro y fuera de los períodos electorales, se potenció hasta niveles inconcebibles.
Por treinta años muchos ciudadanos aprendieron a ser conducidos y orientados hacia una sola dirección política, a partir de la cual poder ser vistos como parte del rebaño, pasibles de recibir la simpatía y “protección” de funcionarios y dirigentes, la mayoría de los cuales a su vez reciben sus salarios y beneficios de una Intendencia Municipal de Montevideo, financiada con las contribuciones de todos los montevideanos.
Un organismo estatal, con presencia e impacto directo sobre cada habitante de la ciudad, puesto al servicio de los intereses de un partido político y de una ideología, cuya intención ulterior es la instalación de un partido único, al mejor estilo de sus referentes cubanos y venezolanos, con quienes han mantenido siempre estrechos vínculos.
“No nos damos cuenta de que ahora somos prisioneros de este nuevo tipo de poder. Nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío…En su esencia, el yo del individuo ha resultado debilitado…Piensa, siente y quiere lo que él cree que los demás suponen que él deba pensar, sentir y querer; y en este proceso pierde su propio yo, que debería constituir el fundamento de toda seguridad genuina del individuo libre”, afirma Erich Fromm en El Miedo a la Libertad.
A la sombra de esa realidad que ya abarca a más de una generación de montevideanos, es natural que las encuestas marquen una intención de voto por encima del 50 por ciento hacia el partido que ha influenciado y muchas veces determinado sin interrupción alguna y por tres décadas, la vida diaria de los vecinos, sus amistades y sus familias.
En treinta años han aumentado exponencialmente, período tras periodo, los presupuestos de la Intendencia Municipal de Montevideo. Al mismo tiempo y en asombrosas magnitudes, lo han hecho los asentamientos irregulares, los basurales endémicos, los problemas ambientales, el deterioro de los pavimentos, la falta de mejoras en el transporte, el deterioro físico, cultural y moral, de una ciudad en decadencia.
Es evidente que las encuestas no reflejan una intención de voto razonada, sino la triste realidad que provoca lo que Fromm relacionara con el problema de la autoridad y la libertad.
Tal vez el cambio abrupto de las rutinas que ha generado la pandemia, de tiempo a los montevideanos para meditar y rebelarse.
Sería la mejor manera de aprovechar esta época de extraña normalidad, y recapacitar acerca de cuál sería la mejor opción, incluso para los propios funcionarios, en parte cansados ya de recibir órdenes siempre con criterios similares y muchas veces de los mismos dirigentes.
La alternativa al continuismo es votar dentro de una coalición con diversidad de líneas políticas, para revitalizar la democracia.
La esperanza y el optimismo que genera la puesta en práctica de una gestión realmente participativa y abierta, son el único camino para recuperar la ciudad que todos anhelamos y que hoy parece haberse perdido en la triste noche de los amiguismos y de los mezquinos favores políticos.
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