Políticas públicas en pandemia y la “tiranía de los expertos”
La libertad es una elección difícil -cuando no es confundida con el libertinaje- porque consiste en ser responsables de nuestros propios destinos y de las consecuencias (costos) de lo que hacemos. Dada esta dificultad, las sociedades muchas veces se ven tentadas a dejar sus destinos en manos de otros, que pueden ser dictadores, políticos populistas o incluso “técnicos” (especialistas) que nos dicen a los demás que hacer. Esto último es un fenómeno relativamente nuevo en Perú, en parte ocasionado por el surgimiento del “Estado Regulatorio”, donde son expertos quienes nos dicen como educar a nuestros hijos, qué profesión seguir o como alimentarnos.
En el caso de la pandemia, en el Perú y en el mundo, se ha puesto mucho énfasis en que debemos dejar que los expertos nos digan qué hacer. Esto, sumado a un fuerte trabajo de “gate-keeping”, donde si uno no tenía un título en epidemiología era calificado rápidamente como un “opinólogo”, rematado con el clásico “zapatero a sus zapatos”. Por el contrario, cualquier científico experto en epidemias o virus, aunque nunca en su vida hubiese salido de un laboratorio o salón de clases y nunca haya lidiado con nada parecido a una pandemia y mucho menos decidido políticas públicas locales o globales, era elevado a la categoría de rockstar en Twitter por enseñarnos algunos gráficos.
Esta actitud creo que tiene serios problemas, en varios sentidos:
- Pierde de vista que ser experto sobre las propiedades del fuego, no es lo mismo que ser experto en incendios y menos aún en regulación de seguridad para evitar incendios. En situaciones complejas como una pandemia, si bien existen ámbitos donde uno haría mal en opinar, esos ámbitos tienen fronteras, donde empiezan otros ámbitos donde el experto deja de serlo y le debe ceder su lugar a otro. Por ejemplo, saber las propiedades del Covid-19 no me convierte automáticamente en experto sobre la respuesta estatal al Covid-19. Una disciplina más cercana a eso es políticas públicas o la regulación económica. Pero, en esta pandemia, hemos visto muchos médicos o científicos defender su expertise incluso más allá de sus límites, pretendiendo ser expertos en regulación.
- La situación también es un llamado de atención para la política pública como disciplina. Tal como ha destacado el profesor Hausmann recientemente, las universidades no están formando profesionales en políticas públicas, sino asumiendo que las ciencias base, como el Derecho o la Economía, pueden hacer el mismo trabajo. Esto es similar a asumir que un biólogo puede reemplazar a un médico o un físico a un ingeniero, en palabras de Hausmann. Necesitamos definir mejor y formar mejores expertos en políticas públicas, que justamente usarán los insumos de ciencias base para decidir el mejor curso de acción en casos como la pandemia.
- Existe un peligro incluso más fundamental en el “expertise”, y es pensar, ingenuamente, que un científico -o grupo de científicos- van a tener la verdad revelada -carente de intereses, errores, limitaciones- y nos van a decir al resto qué hacer. Esta presunción, “fatal arrogancia”, como la llamaba Hayek, es profundamente errónea y contraria a los valores democráticos. Como ya he destacado en otros espacios, el “modelo sueco” para enfrentar el Covid-19 no es mejor solo porque no hayan hecho sufrir tanto su economía, ni por evitar buena parte de los efectos colaterales de la cuarentena estilo chino; sino principalmente por su respeto a los valores democráticos, especialmente la libertad de elegir sobre nuestras propias vidas.
La principal derrota de Perú no será liderar el ranking de muertes a nivel mundial o de reducciones del PBI (que ya son suficientemente trágicas por sí mismas), sino el haber renunciado nuevamente a los valores democráticos por terror. Esta vez no encumbramos a un dictador político, pero sí a un grupo de técnicos, científicos y cuasi científicos.
El autor es Decano de Derecho de la Universidad Científica del Sur (Perú) y Ph.D por UC Berkeley. Es especialista en calidad regulatoria.
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