La economía necesita de un plan potente para cambiar las expectativas y atraer inversiones de largo plazo
La tranquilidad cambiaria de los últimos días difícilmente pueda considerarse fruto de un repentino ataque de confianza en el peso por parte de los agentes económicos. Algunos analistas consideran que cuando el libre llegó a $195 estaba caro. Difícil saber en qué se basan para formular semejante afirmación dado que el concepto de barato o caro es totalmente subjetivo. Depende de cada persona en un momento dado.
Pero en todo caso, semejante salto y luego la notable baja por diferentes acciones del Gobierno, no hicieron más que reflejar un problema ligado a la desconfianza en el peso. ¿Presentó el Ministerio de Economía un plan de largo plazo que genere la suficiente certidumbre como para cambiar las expectativas y hacer que aumente en forma natural la demanda de pesos?
No luce convincente el anuncio Martín Guzmán de que en el último bimestre del año no le va a pedir más adelantos transitorios al BCRA. Entre el 10 de diciembre de 2019 y el 2 de noviembre último, el BCRA emitió $1,8 billones para financiar al Tesoro. De esa cifra, $567.750 millones correspondieron a Adelantos Transitorios y $1,2 billones a transferencias de utilidades. Es decir, solo 32% de la emisión fue por “anticipos” de corto plazo.
. La pregunta es: ¿está preparando un plan que ataque a la causa de fondo de la constante fuga del peso?
¿Qué significa atacar el problema de fondo que genera la fiebre? Presentar un plan económico consistente que tenga un fuerte respaldo político. El punto al que debe prestarse atención es que, con el paso de los años, el mínimo indispensable para cambiar el rumbo de decadencia de la economía argentina es cada vez mayor.
Sucesiones de planes en busca de la estabilidad
Por ejemplo, en 1985 bastó una propuesta como el Plan Austral con un simple cambio de signo monetario y algunas medidas más para generar un shock de confianza que permitió cambiar las expectativas de los agentes económicos y le dio la victoria electoral de medio término al presidente Raúl Alfonsín pocos meses después.
Pero ni el austral, ni el australito en sus diferentes versiones sirvieron para evitar tener que anunciar otro plan, el Primavera, que mantuvo tranquilo el mercado de cambios unos meses hasta el fatídico 6 de febrero de 1989 en que se acabó la paz cambiaria y se desató la hiperinflación.
Fue necesario, entonces, recurrir al Plan Bonex en diciembre de 1989 para tratar de resolver parte del problema de los depósitos indisponibles (el equivalente a las actuales Leliq y las Lebac precedentes), pero no tuvo éxito; y en 1991 se lanzó el Plan de Convertibilidad, con una regla mucho más estricta que estaba acompañada de un amplio programa de privatizaciones, que no solo serviría para mejorar la eficiencia de la economía, sino que, además, para lograr la estabilización por las pérdidas de las empresas estatales que tenían que ser cubiertas por el Tesoro con emisión monetaria, que generaba inflación.
La convertibilidad fue abandonada y se recurrió a principios de 2002 a la pesificación asimétrica. Aquí viene el primer problema, dado que hoy no se dispone de credibilidad en la moneda, porque para que el peso sea aceptado como reserva de valor la gente tiene que confiar en las instituciones jurídicas, políticas y económicas.
¿Es posible volver a tener moneda nacional en el corto plazo o habrá que pensar en algo más potente que la misma convertibilidad? ¿Alguien creería en una nueva convertibilidad luego de que fuera abandonada de la forma más brutal, o hay que pensar en mecanismos más potentes para restablecer el sistema monetario? Todo parece indicar que volver a una convertibilidad entre el peso y el dólar no sería creíble y algo más potente sería necesario. ¿Dolarización, competencia de monedas?
Lo mismo ocurre con el sistema financiero para que la gente vuelva a confiar y traer sus ahorros a la Argentina, luego de haber pasado en los últimos 20 años por el Plan Bonex, corralito, corralón, pesificación asimétrica, confiscación de los ahorros en las AFJP y demás medidas confiscatorias.
Exceso de tamaño del Estado
Otro punto de gran relevancia es el nivel del gasto público consolidado, estaba en 30% del PBI en las décadas del 80 y del 90, y era infinanciables y se tradujo en inflación creciente, megainflación, default, hiperinflación, confiscaciones de ahorros, etc. Ahora, con un nivel equivalente a 46% del PBI, el plan de ajuste deberá ser notablemente más exigente.
En 1999 la presión impositiva consolidada representaba 22% del PBI y actualmente ronda 42% del PBI y aun así no alcanza para cubrir el gasto total. ¿Cuán potente tiene que ser la reforma impositiva para hacerla más sencilla y dejar de espantar inversiones?
El punto es que se han cometido tal cantidad de barbaridades económicas, violaciones de los derechos de propiedad y de contratos, que la recuperación de la confianza en la calidad institucional llevará tiempo. Pero, además, las medidas a aplicar necesariamente tendrán que ser lo suficientemente contundentes para poder recuperar la confianza de los inversores en bonos públicos y en activo fijo privado, para que tengan resultados concretos.
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