Lecciones de 2020: Una perspectiva global sobre el Covid-19
A medida que este annus horribilis se acerca a su fin, podría ser apropiado tomar distancia por un momento y tratar de resumir algunas lecciones de la pandemia.
La primera tiene que ver con los límites del conocimiento. Pese a que ha pasado un año desde la aparición del SARS-CoV-2, todavía hay mucho que desconocemos. ¿Por qué a España lo está yendo mucho mejor actualmente que a otros países europeos cuando se encontraba entre los peores hace unos meses? ¿Por qué a Alemania, que hasta hace poco era un ejemplo de cómo manejar el Covid-19, le va tan mal ahora? ¿Por qué la segunda ola (si realmente podemos llamarla así) está causando tantos estragos en los Estados Unidos, un país que, después de experimentar unos meses trágicos, parecía haber acumulado la suficiente información en la primera mitad del año como para evitar lo que ahora está ocurriendo en muchos estados? ¿Por qué Suecia se libró en la segunda mitad del año, durante varios meses, del destino que corrían otros países europeos, a pesar de que el uso de mascarillas no era ni obligatorio ni una práctica común? Si tenía algo que ver con la inmunidad de rebaño, ¿por qué Suecia, en las últimas semanas del año, ha empeorado? ¿Por qué África, un continente con más de mil millones de habitantes y precarios sistemas de atención de la salud, ha resistido mucho mejor que las Américas?
Las respuestas a muchas de estos interrogantes no son definitivas. El Covid-19 nos recuerda cuan dolorosamente difícil es acumular conocimiento. Debido a que es disperso (los trozos de conocimiento surgen de lo que experimentan diferentes personas, comunidades y países), evolutivo (lo que aprendemos mañana a menudo contradice lo que aprendimos ayer) y tentativo (la prueba y error es un mecanismo esencial), nuestra civilización precisa instituciones y sistemas de gobierno que faciliten ese proceso. Colocar la responsabilidad de acumular conocimientos -y actuar en consecuencia- en instituciones centralizadas y verticales como el Estado sólo puede, por definición, obstaculizar el proceso de conocimiento. Lo que hemos visto este año valida la extensa obra de Friedrich Hayek sobre la dispersión del conocimiento y libros tales como Knowledge and Decisions de Thomas Sowell.
Una segunda lección que me viene a la mente se refiere a las democracias liberales. Imperfectas, falibles y en algunos casos decadentes, como lo son, el hecho de que como ciudadanos hayamos visto a nuestros gobiernos quitarnos gran parte de la responsabilidad de conducir nuestras propias vidas significa que hemos sido privados de libertades que hasta hace un año dábamos por sentadas. El único resultado positivo, tal vez, sea que muchos en el mundo desarrollado -incluidos académicos, políticos y activistas- que subestiman las conquistas de la civilización y aprueban el totalitarismo o el autoritarismo en otros lugares, han podido probar lo que otros tienen que padecer habitualmente. La regulación autoritaria de la vida cotidiana por una entidad política -y la grave limitación de la capacidad de desplazarse, interactuar, trabajar, comerciar y comunicarse- es, en diversos grados, una condición permanente para miles de millones de personas en todo el mundo.
Una tercera y última lección tiene que ver con el ascenso de Oriente. A pesar de que las democracias liberales occidentales han sabido desde hace décadas que una parte de Asia está alcanzando rápidamente a Occidente, el Oriente, en particular el Asia oriental, ha adquirido este año, gracias a su éxito contra el Covid-19, un prestigio que va más allá de las cadenas de suministro, las tasas de crecimiento del PIB, el comercio competitivo, la competencia académica o el poderío militar. Aunque en los países más exitosos de Asia siguen existiendo importantes dolencias, parece haber algo más adecuado en esas sociedades para afrontar y gestionar crisis como la pandemia que en nuestras democracias liberales. (No me refiero a las dictaduras de Asia, sino a las que de una u otra forma importaron de Occidente, al menos parcialmente, la democracia bajo el Estado de Derecho). Se encuentra más allá de las atribuciones de este post explorar qué es eso. Simplemente observo que el llamado ascenso de Oriente ha dado un salto cualitativo que debería, en un futuro próximo, dar lugar a un estudio cuidadoso.
Traducido por Gabriel Gasave
El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global en el Independent Institute. Entre sus libros del Independent se incluyen Global Crossings, Liberty for Latin America y The Che Guevara Myth.
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
Artículo de blog relacionados
Por Bhushan Bahree, en Nueva York y Russell Gold The Wall Street Journal...
10 de julio, 2006Quienes defendemos la economía de mercado por sobre el estatismo a menudo somos...
16 de noviembre, 2012- 24 de mayo, 2007
Siglo 21 La inmerecida muerte de Facundo Cabral es la gota que derramó...
13 de julio, 2011