¿Solidaridad obligatoria es un valor? Defender un derecho es un valor
Fundación LibreMente, San Nicolás
“El interés es la medida de las acciones”
Rudolf von Ihering
Pienso que nadie debe dudar del hermoso sentimiento que es la solidaridad, auxiliar a causas o dificultades de otros que se hallan en situaciones difíciles es un valor. Ahora bien, la motivación y emoción que nos mueve a colaborar nunca puede ser obligatoria por imposición del Estado puesto que le quitaríamos la frescura al noble sentimiento de ayudar. Si es coaccionada por ley nace viciada, nace contranatura y pierde su esencia. Solidaridad obligatoria es una contradicción en términos ya que la voluntad libre de asistir a otras personas es la que le otorga entidad a la solidaridad. Si es dictada bajo decreto, por el cual se nos impone con el látigo de los impuestos es insultante a nuestros derechos.
Es decir, el ser humano acciona voluntariamente cuando un interés mediato o inmediato lo moviliza. El destacado jurista alemán del siglo XIX, von Ihering, en su obra “La lucha por el Derecho”, trata este tema con maestría. En este intelectual me quiero basar para abordar el grave problema que padecemos los argentinos en “no querer” defender nuestros derechos.
Al margen que por ignorancia o servilismo político los individuos no protegemos las instituciones republicanas plasmadas en la Constitución Nacional, permitiendo que la Carta Magna se vaya tornando un adorno sin función real, haré foco en la ausencia de voluntad y de interés que portamos para defender nuestros derechos ante el terrorismo fiscal que cargamos sobre nuestras espaldas.
El ataque sistemático que soportamos desde lejanas épocas al derecho de propiedad y producción es digno de calificarlo de violento y violador en virtud que se utiliza la fuerza del aparato estatal para intimidarnos, con el fin que entremos en un estado de ánimo miedoso que alimenta la cobardía de afrontar la defensa de nuestros derechos. Derechos estos que son los derechos de cada uno de nosotros, cuando son atropellados por el Estado se nos está agraviando como personas.
Toda fuente de derecho se halla en el sentimiento que cada individuo y cada grupo social tenga sobre ese derecho. Debemos “sentir mi derecho”, “debemos sentir nuestro derecho” como comunidad civilizada. Ese sentimiento de pertenencia de los derechos constituye el cimiento del Derecho. Ese sentimiento se debe grabar en la vida cotidiana para que de ese modo garanticemos la vida en sociedad, caso contrario la vida social camina a la pulverización de los derechos.
La fuente originaria del Derecho, la que le brinda validez primigenia es el derecho privado, no es el derecho público.
En ese contexto de la lucha por el Derecho, tenemos la obligación de esforzarnos en conservarlo.
La inacción por resguardar nuestros derechos conlleva la falta de interés, lo cual es terrible para una vida en libertad. Si no hay interés no hay acción, si no hay acción por cuidar “mi derecho, nuestros derechos” las dictaduras surgirán. Cuando el titular de un derecho no se atreve a luchar está poniendo en peligro el orden de la vida civilizada y es difícil vislumbrar hasta dónde se extenderá el desorden que seguramente conducirá a envenenar todo el sistema del Derecho.
El derecho de propiedad y sus fecundaciones tienen necesidad para su existencia de la resistencia contra la injusticia, ello en razón que la lesión “de mi derecho, de nuestros derechos” constituye una ofensa personal. En consecuencia, es un deber la resistencia para la autoconservación moral, es un deber para con la comunidad.
Los casos del luchador Emiliano Sordi y del exfutbolista Matías Almeyda son claros ejemplos de por qué no tienen interés en invertir ni ser solidarios obligados por ley. Protegen sus derechos porque saben que son un valor y deben cuidarlos.
La enfermedad social que nos atormenta y se agudiza con el tiempo nos obnubila, haciéndonos perder la capacidad de razonar para entender con claridad que “mi derecho, nuestros derechos” son avasallados sin escrúpulos por parte de quienes han ejercido y ejercen el poder estatal.
Debemos reaccionar y accionar como individuos y como sociedad, debemos ir integrando una masa crítica con volumen suficiente que frene el terrorismo fiscal. La fuerza de la acción hace al sentimiento de los derechos. No podemos abandonar la lucha por el Derecho, tenemos que sostener ese Valor.
Interpretando al jurista citado, si continuamos permitiendo que leyes injustas y malas instituciones jurídicas crezcan bajo tierra, el veneno subirá de la raíz a la copa del árbol. El despotismo sabe donde atacar, primero deja la copa intacta, pero destruye las raíces; interviene en el derecho privado pisoteando los derechos de los individuos y grupos sociales productivos, beneficiándose los funcionarios del poder y aquellos a quienes estos someten bajo el yugo estatal con privilegios obtenidos compulsivamente de la extracción patrimonial de quienes producen genuinamente. Luego, el árbol caerá solo; con el transcurso del tiempo, todos caeremos en el abismo, no habrá frutos para extirpar.
El autor es abogado y presidente de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina.
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- 23 de julio, 2015
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