Gracias, Rubius
Él puede dedicarse a ganar dinero como le dé la gana. Rubén Doblas ha tenido el talento de tener a 40 millones de personas dispuestas a pagar una pequeña cantidad por escuchar lo que dice. Todo lo que ingresa son aportaciones voluntarias de personas que valoran lo que hace.
Del mismo modo, tiene derecho a establecer su residencia permanente donde le plazca, y por los motivos que quiera. Es su vida, no la de la miríada de personas que se creen con el derecho de elegir dónde deben vivir los demás.
Andorra tiene el derecho a elegir la política fiscal que quiera. No está claro que la democracia pueda sobrevivir a la legión de demócratas que no asumen el derecho de un pueblo de votar como a ellos no les gusta. Por el momento, la democracia andorrana sobrevive.
Cualquier impuesto que proceda de la renta, o que no grave otra cosa que no sea el consumo, me parece un error. Cualquier impuesto que le quite a un ciudadano más de un diez por ciento de lo que produce me parece moralmente inasumible.
El Rubius ha estado diez años aportando la mitad de lo que ganaba al Estado español. La práctica totalidad de quienes le critican necesitarían varias vidas para aportar una cantidad igual. Resulta ridículo oírles decir que su decisión de pagar impuestos en otro país pone en riesgo unos servicios públicos cuyo uso él ha pagado decenas de veces.
Un Estado puede atender las necesidades más básicas de un país con unos impuestos bajos. Ni toda su actividad se justifica por sí misma, ni está dedicada a atender a los ciudadanos con más dificultades. Hay una parte de los españoles que viven a costa del resto simplemente porque están amparados por el proceso político. Y eso sí es injusto.
La patria no se puede confundir con la sumisión al Estado. La patria es el acervo de la historia en común de los españoles, y sus frutos. Muchos de quienes la aborrecen, quizás porque han aprendido a hacerlo desde el colegio, ahora se acuerdan de ella con la sola esperanza de beneficiarse del talento ajeno. Una actitud muy poco patriótica. Me parece más patriótico defender tu propiedad de las manos de los políticos. Yo le doy las gracias.
La envidia no es patriotismo. Y la disposición a ser un parásito a costa de ser sumiso, tampoco permite hacer invocaciones a la ética.
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