Errores no forzados
“Deberíamos lamentar nuestros errores y aprender de ellos, pero nunca llevarlos con nosotros hacia el futuro”. Lucy Maud
Argentina es el mejor ejemplo que conozco de antinomia respecto de aprender de los errores del pasado.
Hay una frase muy nítida de esta sentencia que dice que si te vas de Argentina diez días cambia todo pero si te vas diez años no cambia nada, y es muy cierto. Tropezamos con la misma piedra como un ciego sin memoria. Pretendemos que lo que no funcionó antes (y no funciona en ningún lugar del mundo), a pura soberbia, nosotros sí lo vamos a hacer funcionar (quizás deberíamos leer La Fatal Arrogancia de Hayek).
Reflexionamos que, esta vez (seguramente la incontable vez y si se puede llamar reflexión a algo tan bruto) será diferente por vaya uno a saber que inoperante e inútil razonamiento (o, de nuevo, por arrogancia salvaje).
En tenis, un jugador que erra un drive o un saque cuando no es exigido por el rival, se dice que es un “error no forzado” y el jugador se lamenta porque ya bastante tiene con las exigencias del rival como para equivocarse en las jugadas fáciles.
Este gobierno, el gobierno de Alberto Fernández de Kirchner, hace exactamente lo mismo. Peor. Lo vienen haciendo sin aprender nada desde el primer gobierno de la “jefa irracional y resentida de la nación” a sabiendas (o no, porque la ceguera ideológica enturbia todo) del mal que hacen. Y, siempre, chocan con las alicaídas reservas morales de la nación. Claro, alguien podría decir que cada choque, cada confrontación encuentra más debilitado y más cansado al oponente y amplía las chances de que finalmente las cosas sucedan. Pero por ahora, se sigue dando pelea.
Algunos combates de esta lucha y victorias a lo Pirro que se dan en Argentina donde todos perdemos, ya muestran señales de cansancio y pequeñas victorias para la clase gobernante de turno. El aborto, por ejemplo y las cuestiones vinculadas con la ideología de género, son algunas de estas más importantes.
Estos días, me decía un amigo que un grupo de jóvenes vecinos de su casa, comprometidos con estas causas “progresistas e idealistas” se tomaron varias horas de un extraordinario día soleado de domingo para debatir la importancia de usar la x en vez de las silabas femenino – masculino e imbecilidades y burradas semejantes en vez de leer (esto lo agrego yo) algo enriquecedor, humano y menos inservible corroídos por el adoctrinamiento ideológico.
Pero vuelvo a la Argentina y a los gobiernos que operan sin memoria y siguen cometiendo errores no forzados.
La experiencia que la calle y algo de sentido común me han dejado, es que en Argentina conviven en un inestable equilibrio, muchísimas posiciones contrapuestas que, si bien no generan nada positivo, tampoco permiten que caigamos en la desgracia absoluta de Cuba o Venezuela (por nombrar los dos países que nos miran con entusiasmo por engrosar la fila de los idiotas útiles) y a los que miran con cariño algunos que no saldrían ni del aeropuerto de esos países por miedo a que los roben y les confisquen lo que robaron en sus países de origen.
Hay una suficiente cantidad de católicos comprometidos con las causas más conservadoras de la Iglesia preconciliar, como para defender algunas de las ideas nacionalistas, católicas y medio reaccionarias teorías de clase asociada a la Fe. Pero no son suficientes como para llevarnos a la Edad Media.
Hay suficiente cantidad de personas asociadas a las ideas socialistas, de corte trotskista, que esperan crecer en las urnas para eliminarlas. Representan todo lo malo que creemos: ideología de género, aborto, estados elefantiásicos, confiscaciones de los pueblos originarios celebrados como conquistas de territorios, antisemitas por naturaleza, aplauden la causa del terrorismo islámico sin entender lo poco que durarían si vivieran en Gaza o en Estado Islámico.
Hay suficiente cantidad de gente que cree en las ideas liberales, quieren achicar el gasto público, volver a un estado de meritocracia y trabajo para competir con el mundo, no para salirnos del mundo. Pero tampoco son suficientes y cuando llegan a una determinada cantidad, se confunden y se desorganizan en las primeras propuestas que se acercan al ideal como el menemismo o el macrismo que agregan leña al fuego o lo combaten con nafta y, desencantados, vuelven a buscar un nuevo objetivo. Son como los misiles que salen a destruir y, habiendo perdido el blanco, buscan otros ya con menos convicción.
Hay un campo que permanece unido, al menos cuando les pegan en la mandíbula en esta lucha repetitiva de estado / gobierno vs campo y que, una vez solucionada (léase 125, exportaciones de carne, Vicentín, etc.) se repliegan y vuelven a su mundo sin importar mucho lo que suceda si no les complican la cosecha. Es una gran fuente de riqueza este campo pero, gracias a Dios, bastante atomizada porque si fuera el equivalente del petróleo en Venezuela ya seríamos como este país encantador gobernado por un asno que escucha pajaritos platicar (sería una gran broma si no fuera trágico).
Hay un sindicalismo activo pero tampoco suficiente para que se haga aún más fuerte (si lo fuera, ya no habría empresas). Con que les dejen meter mano en la caja y seguir engordando sus cuentas y sus panzas, van sin mayores problemas acomodándose al burócrata de turno.
Hay empresarios, algunos muy atrevidos y que dejan que el mercado decida si lo que producen vale la pena (realmente son muy atrevidos porque los otros solo arriesgan si se les garantizan un pedazo del mercado que no puede juzgar o que juzga sin poder de cambio porque todo está cerrado y no tiene alternativas) pero que tampoco llegan a desafiar al poder de turno y discuten coyuntura en vez de instituciones.
Podría seguir con estas pequeñas porciones del entramado social argentino que defienden una parcela o baldosa de su vida y, siendo muy pequeña, solo se confirman con que los dejen vivir y no les pisen el azulejo propio.
Todo el resto de la sociedad, podríamos denominarla la clase Tinelli. No pertenecen a un grupo particular porque tienen menos convicciones que Groucho Marx y pasan la vida de una imbecilidad a otra, de un programa de TV para energúmenos a otro sin solución de continuidad y que les da lo mismo que suceda. En el fondo, creo que los que están o estamos en este espacio, solo tenemos la convicción de que la lucha que se genera entre los grupos mencionados siempre va a terminar con algún predominio de uno pero nunca uno solo y para siempre. Cada cuatro años, podemos salir indemnes de las fauces del kirchnerismo o del macrismo de turno sin que se pierdan el programa de Tinelli o de los Intratables de turno (además de los que durante una hora discuten si una jugada de futbol fue penal o no).
Este es el momento del error no forzado de nuevo del Alberto Fernández de Kirchner.
Creen poder cambiar la constitución, las leyes fundamentales, de nuevo confrontar con una nueva 125 para que no exporte carne el campo y lo que les va a pasar es lo que les pasa siempre: ¡la van a perder! Pero la van a perder porque este sistema tremendamente fragmentado de un país sin proyecto ni estrategia de largo plazo, muda de un lado a otro para seguir viviendo bien, que en nuestro caso argentino, es vivir de prestado porque si no hubiéramos tenido tantos prestamos internacionales seriamos más pobres que el país más pobre de la región. Si algo podemos jactarnos, dejando de lado los temas morales por medio segundo, es que somo extraordinarios en el arte de expoliar al mundo a cambio de promesas que a otros países les daría vergüenza siquiera pensar.
Anticipándonos a que estos que gobiernan no cambiaran porque no tienen suficiente entendimiento para hacerlo, lo que sucederá es que el próximo turno será lo mas parecido posible a otro macrismo (en el mejor de los casos). Pero quizás por una vez, sea el momento de trabajar para que haya mejores y mayores consensos, un país con un programa y una estructura institucional de largo plazo.
Aunar convicciones diseminadas en múltiples plataformas de esfuerzos diseminados para fortalecer las ideas que nos van a dar la fuerza de salir adelante.
Dejar de lado personalismos, muy propios de los que quieren figurar y pasar a la historia y que no hacen nada más que desperdigar esfuerzos, trabajar en causas y proyectos y no en política de conventillos de corto plazo.
Armar en serio acuerdos entre todos los mencionados arriba, para comenzar a dar vuelta la historia.
Desideologizados, buscando y trabajando en las ideas y en los ejemplos que permitieron a países como Corea del Sur, muchos del sudeste asiático, Israel, entre otros, ser grandes economías, modernas y pujantes, eso es lo que tenemos que hacer entre todos.
Alberto Fernández: como decía Larralde, sé que es mucho pedir, no porque usted sea un ignorante o un mal intencionado…pero si realmente quiere ser algo en la historia argentina diferente a los bandidos y rufianes que estuvieron alternando el poder en los últimos 80 años de este país, comience a buscar estos consensos porque, como esta fragmentada la sociedad, jamás va a poder imponer el libelo socialista y miserable de las recetas peronistas.
Pero, los más probable, es que vuelva a cometer un error no forzado y se vaya a su casa sin pena ni gloria con Dylan.
- 23 de julio, 2015
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