Los políticos profesionales
Desde una perspectiva de la Escuela de Opción Pública, los políticos suelen negociar, incluso sacrificando sus principios, para mantenerse en el poder. Esta visión despeja de romanticismo a la política y la mira tal como es: los políticos suelen llegar al poder buscando su beneficio personal, sin importar cuál sea su ideología.
Distinto a este realismo está el idealismo: aquel que tiene fe en que los políticos buscan promover determinados principios. Las personas que suscriben esta perspectiva suelen ser decepcionadas.
En una visión realista de la política, la traición y la renuncia a los principios son algo de esperar. Si aceptamos que los políticos, sobre todo los profesionales, que son eficaces para obtener prebendas y perdurar en el ejercicio del poder, no son merecedores de nuestra confianza, quizás empezaremos a demandar que se les limite cada vez más el poder.
El retiro de la política de muchas áreas de nuestro diario vivir no se dará por iniciativa de los políticos. Tampoco de la sociedad ecuatoriana, por ahora, la cual demostró en estas últimas elecciones decantarse en mayor medida por opciones populistas.
Preocupa que muchos entiendan por gobernabilidad la concentración de prácticamente todos los poderes. En una democracia liberal puede suceder que el presidente se tope con un Gobierno dividido, se vea obligado a negociar para avanzar su programa y no logre hacer mucho de lo que pretende. Ese es el ejercicio del poder con los límites propios de una república democrática. Lo otro suele ser autoritarismo.
Los líderes autoritarios lucen eficaces porque logran mover el cielo y la tierra. Pero esto es así solo porque para ellos no deben existir límites. En esos casos poco importa la Constitución, la Asamblea, el poder judicial, etcétera.
Días atrás, el presidente electo acertó al retractarse de un pacto con el correísmo, evitando un alto costo político, aunque mejor hubiera sido que nunca participara. Si algo debemos aprender de esto es que debemos limitar el alcance de los políticos en lugar de esperar que nos rescaten.
Hay que mirar más allá de la Asamblea. Mucho se puede hacer desde la Presidencia en virtud de una constitución hiper-presidencialista, particularmente lo que podría ser el mayor legado de su Gobierno: la apertura comercial.
Adicionalmente, el presidente podría apelar directamente a los alcaldes para que demanden la descentralización de competencias que hoy son exclusivas del Gobierno central, abriendo la puerta así a que se realicen las reformas que el país necesita por lo menos a nivel local. Por ejemplo, si la Asamblea no logra un consenso en torno a una urgente reforma que flexibilice el mercado laboral, tal vez algún alcalde en algún cantón más o menos importante del país podría demandar la competencia de esa regulación e implementarla a nivel local.
Otra ventaja de lograr una ola de descentralización es que le dejaría las manos atadas al próximo Gobierno, que quizás puede ser un retorno con furia de los socialistas del siglo XXI. Además, considerando el comportamiento normal de los políticos, si no tiene apoyo en la Asamblea, quizás logre ganarse el apoyo de los alcaldes impulsando una descentralización progresiva de la administración de los servicios y activos estatales.
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