La deshonestidad socialista: 2nda parte

República, Guatemala
Parte I
En mi entrega anterior indiqué que, si la racionalidad es la virtud de ejercitar la mente, de estar en contacto con la realidad, de no evadir, y la honestidad es no falsificar la realidad, la deshonestidad es un paso después de la evasión, es no encarar la realidad. La evasión consiste en ignorar algún aspecto de la realidad; la deshonestidad es crear una supuesta realidad que reemplaza la que a uno no le gusta.
La deshonestidad es construir otro hecho para reemplazar el hecho actual. Cuando uno deliberadamente no mira algo que a uno le disgusta, y uno hace o finge algo irreal para reemplazarlo, entonces, la acción es específicamente deshonesta. Como cuando una monja finge que el íncubo la dejó preñada. Ella no está simplemente evadiendo, no viendo su pasado, sino que creando uno nuevo.
También referí que Ayn Rand sostiene que fingir, falsificar la realidad es un acto fútil, inútil, porque no crea un universo alternativo en el cual, los deseos del deshonesto de alterar ciertos hechos, milagrosamente se cumplirán. El hecho básico que demanda la virtud de la honestidad es que lo irreal es irreal y por tanto no tiene valor. Lo que no es así, no es así. Sólo aquello que existe puede tener un efecto florecedor en una persona, sólo lo que es real puede ser valioso para alguien.
Así mismo hice ver que el problema con la deshonestidad es que el falsificar la realidad no la cambia. No podemos hacer desaparecer las leyes de identidad y de causalidad con desearlo. No podemos hacer desaparecer nuestras necesidades o las consecuencias de nuestras acciones. Y aunque los socialistasfingen que la prosperidad y riqueza de los individuos permanecerá, aunque les impongan un sistema que destruye la posibilidad de crear riqueza al maniatar a aquellos que usando su mejor juicio podrían crearla, la realidad es que hunden en la miseria a los habitantes de los países donde imponen su ideología. Por eso el socialismo no es un valor para nadie. Excepto para aquellos que pretenden usarlo como un medio para llegar a convertirse en la “clase regente” – los nuevos reyes y señores feudales de la era moderna.
Los socialistas, aunque saben que cada persona es un fin en símisma, fingen que este no es el caso y pretenden usarlas como medios para sus propios fines. Su primera táctica consiste en invertir el propósito de la moralidad. Desde la antigüedad clásica el propósito de la moralidad ha sido servir de guía al individuopara que su conducta se oriente en conseguir una buena vida, prosperar, florecer, o como dice Aristóteles, alcanzar la eudaimonia. Para esto la conducta correcta consiste en preocuparse por nuestra propia felicidad, como nos recomienda la virtud de la prudencia, que consiste en usar nuestro conocimiento y experiencia para identificar lo que nos es favorable y lo que nos es desfavorable y así perseguir lo primero y evitar lo segundo. Y como el hombre razonable ha descubierto que la mejor estrategia para alcanzar sus propios fines es colaborando con otros hombres honestos, por medio de la especialización y el intercambio de los bienes y servicios producidos, se preocupa del bienestar de sus potenciales sociossegún le recomienda las virtudes de la justicia y la beneficencia, es decir, se preocupa por no perjudicar al prójimo y promover su felicidad. Pero como esta ética prudencial sujeta a recta razón no admite que la persona sea tratada como objeto – por ser un fin en sí misma – los socialistas pretenden convencer a la gente que buscar el provecho y la felicidad propias es cosa mala. Fingen que lo bueno es una ética de abnegación, de sacrificio espontáneo, voluntario, de los propios intereses, deseos e incluso de la misma vida en favor de otros o de todos. Esta ética patológica, malsana, establece inmediatamente que la persona no es un fin en sí misma, sino un objeto para ser usada por otros. Y el demente – en sentido estricto del término – Augusto Comte,la denominó “altruismo”. Su doctrina pregona que el individuo no posee derecho alguno. La persona, afirma Comte, no tiene derecho a su vida, no tiene derecho a su libertad, ni tiene derecho a su propiedad – lo único que tiene es deberes para con los demás. Y una vez los incautos aceptan esta falsedad, están listos para ser usados y sacrificados como lo hacían los reyes y señores feudales con sus súbditos a quienes mandaban a luchar y morir para conseguir robarse las tierras y posesiones de sus vecinos. Pero por supuesto que los líderes socialistas no pueden admitir que pretenden usar a la gente para convertirse en los nuevos reyes – ahora denominados dictadores – así que, fingen que el sacrificio que exigen es para beneficio del proletariado.
El enemigo al que quieren destruir es al Capitalismo, por ser éste un sistema político que reconoce y protege los derechos individuales, que reconoce que cada persona es un fin en sí misma y no un objeto para ser usado o sacrificado por otros, cualesquiera que sean los motivos aludidos; que tiene derecho de vivir su vida como prefiera; que tiene derecho a disponer libremente de sus posesiones como mejor le convenga; que tiene derecho a pensar lo que desee y emitir libremente su opinión, al estar protegido por un sistema de leyes que amparan sus libertades, leyes generales, universales y objetivas, que no obedecen a ningún interés particular, sino que sirven como las reglas de juego para que cada quien pueda florecer en la sociedad sin ser sujeto de coerción arbitraria por individuo alguno.
Para destruir al Capitalismo, que es el gran obstáculo que los socialistas tienen para usar a las personas con el fin de llegar al poder, necesitan crear conflictos entre los asociados para así agrietar y si es posible, hacer colapsar al estado de derecho. Fingieron en un inicio que los burgueses – empresarios y capitalistas – explotaban al proletariado – los obreros – enriqueciéndose mientras empobrecían a la clase trabajadora. Pretendieron esconder el hecho de que empresario es todo aquel que emprende un negocio, sea pequeño o grande, y que capitalista es todo aquel que ahorra – todo trabajador que ahorra en bancos del sistema – y que presta su dinero a interés para proyectos de los empresarios. Pero la realidad destruyó su farsa. Los países que se han acercado más al Capitalismo o sistema de mercado han propiciado el enriquecimiento de los obreros. Es allí donde su nivel de vida ha mejorado considerablemente. Es tan evidente, que aquellos que buscan prosperar intentan de cualquier forma emigrar hacia los Estados Unidos de Norteamérica. Ninguna caravana de emigrantes se dirige a Cuba o Venezuela.
Así que, como esa estrategia no funcionó, ahora tratan con otras que describiré en mi próximo artículo.
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