Ricos o pobres? ¿A quién perjudica más la inflación?
En un comienzo, nos dijeron que la inflación no iba a llegar. Luego, cuando esta hizo su aparición, que tendría un carácter meramente transitorio. Y ahora que la transitoriedad está durando más de lo esperado, nos dicen que la inflación es en el fondo positiva: beneficia a las rentas más bajas y perjudica a las más altas. Es decir, que en lugar de temer la inflación deberíamos celebrarla salvo que seamos unos sicarios de los multimillonarios.
En realidad, la relación entre inflación y clase social no es apodíctica: no cabe señalar que la inflación siempre perjudica a los ricos o que siempre beneficia a los pobres. No solo porque una inflación suficientemente alta puede terminar perjudicando a todo el mundo (o a casi todo el mundo), sino porque los efectos redistributivos de una inflación moderada dependen de la estructura patrimonial y de la estructura de ingresos y gastos de los distintos individuos.
En particular, la inflación será más dañina para aquellas personas que tengan activos de renta fija en lugar de activos que se revaloricen con la inflación; para aquellas personas que carezcan de deuda (o cuya deuda esté indexada a la inflación); para aquellas personas con ingresos insensibles a la inflación, y para aquellas personas con gastos sensibles a la inflación. La persona que se halle en esa situación verá cómo su ahorro histórico acumulado (su patrimonio neto) se reducirá en términos reales y cómo su capacidad de generación de nuevo ahorro (diferencia entre ingresos y gastos) se reduce en términos reales. Analicemos, pues, en qué medida los ricos y los pobres se hallan en estas distintas categorías.
Primero, el porcentaje de familias con activos reales (los cuales cuentan con cierta capacidad de revalorizarse con la inflación) decrece con la renta: mientras que el 89,5% del decil de familias con mayores ingresos cuenta con la vivienda principal en propiedad, solo el 67,3% del quintil más pobre dispone de ella. Obtenemos resultados similar respecto a otros activos reales como 'otras propiedades inmobiliarias' (69% versus 22,8%); negocios propios (22,1% versus 4,1%), o joyas (36,2% versus 12%). Asimismo, la composición de los activos financieros también nos indica que las familias de renta más baja están sesgadas hacia los activos de renta fija mientras que entre las de renta alta poseen una participación mucho más relevante los activos financieros de renta variable (y potencialmente vinculada a la evolución de los precios): por ejemplo, alrededor del 50% de los activos financieros del 40% de familias más pobres está concentrado en cuentas corrientes bancarias frente a solo el 25% de las familias con renta más alta; asimismo, las familias pobres apenas poseen el 9% de sus activos financieros en acciones cotizadas y no cotizadas frente al 35% de las familias de renta más alta. En suma, por el lado del activo hay una mayor adaptabilidad a la inflación entre las familias pudientes.
Segundo, en cuanto a las deudas: el porcentaje de deuda sobre los activos totales es bastante similar con independencia del nivel de renta de las familias. Por ejemplo, las familias más pobres cargan con una deuda equivalente al 10,4% de sus activos totales, mientras que las familias de renta más alta lo hacen con una del 9,3%. Por consiguiente, en términos relativos, serían un poco más beneficiadas las familias de renta baja (aunque convendría analizar la estructura de esa deuda para ser más concluyentes). Pero, en todo caso, como el 9,3% de los activos de las familias de renta alta es mucho más que el 10,4% de los activos de rentas bajas, la transferencia absoluta sería mucho más favorable para las rentas altas.
Tercero, no conozco ningún estudio que relacione el nivel de renta con el porcentaje de familias cuyos ingresos están indexados a la inflación, pero una hipótesis no especialmente descabellada es que los trabajadores con salarios más elevados tendrán, a su vez, una mayor capacidad para repercutir a su empleador el alza de precios. Es complicado que, en una economía con una tasa de paro superior al 14%, los trabajadores más expuestos al subempleo o la precariedad cuenten con mucho margen negociador para revalorizar sus salarios según la evolución del IPC, aunque desde luego la legislación o la negociación colectiva pueden influir en no dejarlos tan descolgados (cuestión distinta es que lo hagan a costa de dificultar la creación de empleo). No obstante, 'prima facie', parece más intuitivo pensar que los trabajadores mejor remunerados serán aquellos con mayor capacidad para adaptar sus ingresos a la inflación.
Y cuarto, hasta el año 2014 (en esta ocasión podría ser distinto, pero seguramente no), el gasto de las familias más pobres era relativamente más golpeado por la inflación que el de las familias más adineraras. Los precios de la cesta de la compra de las familias en el quintil superior de renta subían entre un 0,1% y un 0,4% menos que el IPC general, mientras que los de las familias en el quintil inferior lo hacían entre un 0,1% y un 0,4% más.
En definitiva, en principio, parece que el patrimonio neto de las familias con renta más alta saldrá más beneficiado con la inflación que el de las familias con renta baja: las deudas reales minorarán en una magnitud similar y los activos de los ricos (dada la estructura que hemos descrito) tenderán a revalorizarse en mayor medida. A su vez, si los ingresos de las rentas altas se adaptan mejor a la inflación y sus gastos también suben menos, el flujo de nuevo ahorro nominal (que se acumulará en mayor patrimonio neto) también será superior entre esta clase social. No se trata de relaciones universales y atemporales —pues las circunstancias podrían ser otras y además deberían considerarse otros factores, como la influencia de la inflación sobre el volumen de empleo—, pero en España parece que ahora mismo son esas y que, por tanto, la inflación perjudica especialmente a los más pobres. ¿Significa eso que quienes defienden la inflación son sicarios de los ricos? No querría yo ser tan tramposo como ellos.
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