Erdogan destroza la lira turca
La lira turca está en caída libre: no ya porque en los últimos cinco años haya perdido casi el 80% de su valor, sino porque durante el último mes se ha depreciado un 40%. ¿Qué ha pasado durante este periodo para que la cotización de esa divisa haya entrado en caída libre? Pues, en esencia, que Erdogan ha acabado por tomar el control sobre el banco central turco y, desde su posición de predominio, lo ha forzado a que, pese al actual estallido inflacionista (los precios se están incrementando a tasas interanuales por encima del 20%), no solo no aumente los tipos de interés, sino que los recorte: desde finales de septiembre, el tipo de intervención del banco central turco se ha reducido desde el 18% hasta el 14%.
Es más, como Erdogan no ha titubeado a la hora de seguir recortando los tipos a pesar de la cada vez más acelerada depreciación de la divisa, los mercados han ido convenciéndose crecientemente de que el presidente turco no va a dar su brazo a torcer y seguirá recortando los tipos caiga quien caiga: y esa sensación de que el banco central ha renunciado a estabilizar el valor de su moneda contribuye a alimentar cada vez más la especulación bajista contra la misma.
Pero ¿por qué Erdogan hace justo lo opuesto de lo que se esperaría que haga? Es decir, ¿por qué, en lugar de estar subiendo los tipos de interés nominales por encima de la inflación para así incrementar los tipos de interés reales y limitar con ello el crecimiento del crédito, está recortando los tipos de interés? Pues porque Erdogan abraza una teoría económica denominada 'neofisherismo' que justamente prescribe que, para combatir la inflación, es necesario reducir los tipos de interés.
Fue Irving Fisher quien constató que los tipos de interés reales (r) eran el resultado de restar a los tipos de interés nominales (i) la tasa de inflación (p), de modo que r=i-p. Los neofisherianos invierten los términos de la ecuación y nos dicen que la inflación es igual a la diferencia entre los tipos de interés nominales y los tipos de interés reales, esto es, que p=i-r. Si partimos de la base de que los tipos de interés reales están exógenamente determinados por la economía, entonces el banco central podrá controlar la inflación fijando los tipos de interés nominales, pero de un modo distinto al que habitualmente nos indican los manuales de economía: si, para un tipo de interés real dado, rebajamos los tipos de interés nominales, la tasa de inflación caerá; si, para un tipo de interés real dado, aumentamos los tipos de interés nominales, la tasa de inflación subirá. De ahí que Erdogan abogue por recortar los tipos de interés nominales: para un r dado, menos i es menos p.
Existen escenarios en los que la tesis neofisheriana podría tener sentido: por ejemplo, si partimos de una situación de equilibrio y se produce una elevación del tipo de interés nominal, entonces el mayor tipo de interés nominal elevará el coste de oportunidad de atesorar dinero, reduciendo la demanda de dinero y elevando la inflación… hasta que el tipo de interés real vuelva a ser el mismo que al comienzo en equilibrio.
Como decimos, esta lógica funciona siempre que presupongamos que la inflación es pasivamente determinada por la diferencia entre los tipos nominales y los reales, pero una vez reconocemos que la inflación también puede influir sobre los tipos de interés nominales o sobre los reales, entonces la cuestión se vuelve bastante más complicada. A la postre, los tipos de interés nominales influyen no solo sobre la demanda de dinero, sino también sobre la demanda de crédito: y la demanda de dinero y de crédito influyen sobre la inflación que a su vez puede influir sobre los tipos de interés reales. Por ejemplo, una reducción del tipo de interés nominal recalienta la demanda de crédito y, por tanto, recalienta la inflación (y las propias expectativas de inflación: mayores expectativas contribuyen a reducir la demanda de dinero cebando aún más la inflación), mientras que una elevación del tipo de interés nominal enfría la demanda de crédito y, como resultado, enfría la inflación (y las propias expectativas de inflación: menores expectativas contribuyen a elevar la demanda de dinero constriñendo aún más la inflación).
A su vez, la mayor inflación podría contribuir tanto a elevar los tipos de interés reales (si dificulta o imposibilita el ahorro) o alternativamente podría contribuir a hundirlos (si termina provocando el colapso económico que hunda la demanda de crédito). La ecuación de Fisher solo nos indica cuál será la relación entre inflación, tipos nominales y tipos reales en equilibrio, pero no nos indica qué variables se ajustarán hasta llegar al equilibrio (si es que llegamos).
De ahí que, hoy por hoy, pretender que la inflación en Turquía vaya a remitir a corto plazo forzando rebajas de los tipos de interés es solo invitar a los agentes económicos a que sigan huyendo de la lira turca (y especulando contra ella), de modo que esta seguirá diluyéndose interna y externamente. Veremos quién termina pudiendo más en este choque de trenes: si la cabezonería ciega de Erdogan despreocupándose de la inflación y del tipo de cambio o la invectiva de los mercados contra esa cabezonería. En todo caso, los ciudadanos de Turquía serán las víctimas.
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