Algunas cuestiones disputadas del anarcocapitalismo LXIV: Sobre la defensa del Estado (I)
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Leí en está página con mucha atención la defensa heterodoxa del Estado que ha elaborado D. Ramón Audet. Me gustan las críticas que defensas que parten desde postulados próximos a los nuestros porque obligan a reflexionar y a cuestionar las propias posturas. Nuestro mundo no debe ser una suerte de secta dogmática en la que nos regodeemos en nuestros propios argumentos y no atendamos ni escuchemos las atinadas críticas que nos puedan hacer. El texto que se nos ofrece toca varios puntos y me gustaría comentarlos, pero siempre partiendo del respeto que me merecen sus posturas y lo elaborado de las mismas. La verdad es que abre muchas e interesantes discusiones. Comenzaré por el final, pues me parece que la custión que allí plantea es la que requiere una explicación más detallada, e intentaré luego explicar cuál es mi postura en el resto de los puntos que merecen aclaración desde una perspectiva anarcocapitalista. Necesitaré dos artículos para hacerlo pero lo haré con mucho gusto dado la ambilidad que ha tenido al enviármelo.
Como bien sabrá Ramón Audet, comprender los fenómenos históricos implica entender todos los factores y variables que ha influido en su discurrir. En efecto, el Estado (en sentido amplio) ha formado parte de nuestra historia desde hace dos o tres mil años y es lógico que no podamos entender nuestra actual forma de vida sin este. Lo que hay que determinar y discutir es si dicha situación ha sido afectada positiva o negativamente por la existencia de dicha institución. El hecho de que vivamos relativamente bien hoy es posterior a la existencia del Estado pero para no caer en la vieja falacia del post hoc ergo procter hoc hay que estudiar si su influencia fue positiva o negativa.
De hecho otros eventos precedieron a nuestra actual forma de vida. Por ejemplo, la esclavitud, el infanticidio o las numerosas guerras y epidemias que azotaron a nuestros antepasados podrían ser vistas también desde un lado positivo si aplicamos el análisis de Audet. Gracias a la esclavitud se favoreció la democracia al facilitar que los amos se reuniesen a deliberar en Atenas. También sería funcional según este análisis para poblar nuevas tierras o roturar y minar tierras antes improductivas. Además, según los defensores de la peculiar institución, los esclavos disfrutarían de alimento y salud garantizados (sobre la ideología proesclavista puede verse el libro de Genovese: The slaveholders’ dilemma)
Las guerras también tendrían su lado bueno al favorecer la innovación, y el infanticidio al limitar la población, diría un hipotético defensor de sus virtudes, al estilo de Teddy Roosevelt. Las epidemias, como la peste negra del siglo XIV, subieron los salarios y libertaron a los siervos en muchas zonas de Europa (en otras volvieron a la esclavitud). Siguiendo el razonamiento podríamos decir que todas estos fenómenos son los causantes del actual bienestar. No es mi intención aquí comparar a los Estados con esos fenómenos, sino resaltar que de una forma u otra han influido en el mundo actual.
El problema es que, al igual que con los Estados, muchos pueblos de la tierra han experimentado estos y otros fenómenos sin que hayan disfrutado de un desarrollo o un bienestar palpable. Si los Estados causasen desarrollo todos los pueblos con dicha institución serían prósperos y por lo que se ve no parece ser así. Es más, parece darse una relación inversa, por lo menos en las primeras etapas de desarrollo económico. Pues, como es normal, los grupos de personas que dirigen los Estados están interesados en conservar el statu quo y por lógica desconocían tanto los principios que rigen el capitalismo como sus posibles consecuencias en el futuro. Pueden y deben existir otros factores más relevantes que lo expliquen. Yo creo que el capitalismo es uno de ellos; casi con seguridad el más relevante. Pero como antes apunté, habría que estudiarlo y discutirlo.
Y de ahí la relevancia de la Edad Media. Desde luego, no parece una era ideal vista desde nuestros parámetros y son ciertos los datos que apunta. Pero creo que debería apuntarse cuáles eran las condiciones de vida en tiempos del absolutismo y si estas mejoraron a respecto de tan tenebrosos y oscuros tiempos. A lo mejor la vuelta del comercio del esclavos o las guerras que azotaron Europa a gran escala, sobre todo en Alemania, y con muertes y destrucciones por esta causa nunca vista desde los tiempos del Imperio Romano, son ejemplos de esa mejora. Curioso que coincidan con el inicio del Estado moderno. Pero deben ser casualidades históricas. Los Estados no podrían haber hecho eso pues están ahí para defender la paz, la propiedad y los derechos humanos. Deben ser otros los culpables, eso sí me gustaría saber cuales son.
La Edad Media no nos gusta por sus condiciones de vida o por sus logros artísticos y culturales, que fueron muchos, sino porque sienta las bases de lo que va ser la moderna civilización industrial, e impide que sus enemigos puedan impedirla. Me explicaré. En tan tenebrosa época, la mayoría de lo que hoy conocemos como bienes públicos se prestaba de forma privada y de no haberlo impedido los absolutistas se habrían desarrollado de una forma muy distinta a la actual. Jacques Heers, en su libro sobre la Edad Media, nos relata cómo, por ejemplo, puentes y carreteras eran suministrados de forma privada, a traves de peajes y pontazgos. Y al ser un negocio privado, estaban bien conservados y eran relativamente seguros por la cuenta que les traía a sus propietarios.
Heers afirma que los Estados absolutos se hacen cargo de ellos y suprimen los peajes pero a cambio suben los impuestos. La consecuencia fue que el monto de los impuestos a pagar superaba el coste de las antiguas tarifas, y además la calidad de las infraestructuras y la seguridad de las mismas descendió apreciablemente. La causa es que los modernos reyes se desentendieron de ellas, y destinaron los fondos a otros fines más interesantes para ellos.
No se puede hacer historia ficción, pero es de presumir que muchas de las prestaciones que hoy ofrecen los Estados podrían haber evolucionado de otra forma y ser suministradas sin tener que recurrir a impuestos o inflación (son más o menos lo mismo) para financiarlas. Ese desarrollo fue truncado con el tiempo por la propia consolidación de los Estados que se apropiaron de elementos como la educación o la atención a los necesitados, que eran prestados por las órdenes religiosas o por las guildas, retrasando mucho su evolución y desarrollo. Pueden comprobarlo quienes no se fíen de mi aquí.
Pero hay otro aspecto de la Edad Media que no es tan estudiado y al que me gustaría hacer mención. El espacio político medieval estaba fragmentado, muy fragmentado, con cientos de unidades políticas en sus mejores tiempos como nos recuerda Charles Tilly en su magistral Capital, coerción y los Estados europeos. Esta fragmentación tuvo resultados muy positivos, porque paradojicamente la fragmentación une y la centralización disgrega. En la Edad Media la moneda, por ejemplo, era universal. Oro y plata, en el sentido de que se usaban distintas monedas y de distintas calidades, cambiándose de acuerdo con su peso y su ley pero aceptadas en todas partes. Los principios de derecho romano imperaban en buan parte del espacio europeo y existía en occidente una única lengua de cultura, el latín, que permitía al estudioso leer y ser leido por toda la comunidad académica occidental, pues no es casual que sea en esta época cunado nacen las universidades. Cierto es que existían guerras pero a una escala mucho menor que las del siglo pasado dadas las escasas dimensiones de los combatientes.
Pero aparte de todo esto, la fragmentación tiene otra consecuencia muy positiva. Si existe algún tipo de innovación, social o económica, esta es muy difícil de impedir en un entorno tan fragmentado. Se cuenta la leyenda de que un inventor ofreció un novedoso tipo de cristal irrompible al emperador Tiberio, y que éste, al ver sus potencialidades, mandó ejecutarlo para no destruir el empleo de los cristaleros romanos. Probablemente la leyenda no sea cierta, pero ilustra el hecho de que un emperador podía sin gran problema impedir un invento o una industria y sus órdenes acatadas en todo el imperio.
Algo semejante acontecía en China cuyos emperadores en una época se cerraron sobre si mismos e impidieron las incipientes exploraciones comerciales chinas. También ahí era posible, pero no en Europa. Un príncipe o rey que hiciese algo semejante sólo podía dificultar la innovación en un pequeño territorio, sin poder impedir que la innovación se ensayase en algún otro. Leonardo da Vinci, por ejemplo, fue perseguido en muchos principados pero siempre tuvo algún sitio a donde ir y ensayar sus innovaciones.
Esto dificultó mucho también la censura política o religiosa en el espacio europeo. También, por consiguiente, las libertades económicas se beneficiaron de dicha situación y lentamente se comenzaron a poner las bases de la revolución industrial y del capitalismo. Se podía dificultar en algún sitio pero no impedir que el reino vecino las adoptase situándose entonces en situación ventajosa y obligando al reticente a adoptarla, tarde o temprano. Las pequeñas ciudades medievales italianas o las de la hansa alemana son buenas pruebas del florecimiento de este espíritu mercantil, que con el tiempo devendría en el capitalismo industrial, a pesar de las dificultades a que lo sometieron los modernos Estados absolutos (como el español o el francés) que lograron retrasarlo en su países.
Al no existir un Estado unificado europeo, (que supongo será el sueño de muchos estatistas pues elimina la anarquía política) no se pudo ahogar de todo el espíritu de libertad y de ahí que afirmemos que el capitalismo nace a pesar de las trabas del Estado, no gracias a él como dicen Karl Polanyi y otros defensores del intervencionismo. Quien quiera estudiar el tema puede leer el magnífico Escape from Rome del historiador Walter Scheidel. Una magnífica lectura de navidad.
Bo Natal a todos.
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