El lenguaje económico (X): Capitalismo
Aquí la Parte I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII y IX de este trabajo
Antes de analizar el uso del término «capitalismo» aclaremos su triple significado. Desde un punto de vista libre de juicios de valor —wertfrei— el capitalismo moderno es un sistema de producción, fruto del ahorro y la inversión en bienes de capital: fábricas, máquinas, herramientas, programas informáticos, etc. Todas las sociedades, en mayor o menor medida, emplean bienes de capital, pero la capitalista lo hace de forma masiva debido a la acumulación de capital durante un prolongado periodo de tiempo.
Desde un punto de vista marxista, se acusa al capitalismo de ser sistema de producción conflictivo e injusto, basado en «la explotación de la fuerza de trabajo por el capital o del obrero por el capitalismo» (Marx, 2008: 137). Supuestamente, los dueños del capital —capitalistas y burgueses— explotan a sus empleados —proletarios— robándoles una parte de lo producido: la plusvalía. Marx revistió su teoría de un halo «científico» empleando fórmulas y expedientes matemáticos. La refutación de la teoría de la explotación, realizada por Böhm-Bawerk (Huerta de Soto, 2010: 101-201) en 1884, no pudo evitar la calamitosa expansión del marxismo en el mundo.
En tercer lugar, por capitalismo entendemos un sistema institucional —económico y jurídico— que reconoce la propiedad privada del capital y de los medios de producción, así como la libertad de mercado. El capitalismo, así entendido, es una institución ética que proporciona los más altos niveles de vida a la población, sin embargo, son muchos los que todavía se adhieren a la tesis marxista. El lenguaje económico ha sido y sigue siendo un campo de batalla entre los defensores y detractores del capitalismo.
Capitalismo anárquico
Los marxistas vieron en el capitalismo la «anarquía reinante en la producción» (Marx y Engels, 2013: 81). Creían que un sistema descentralizado y espontáneo —anárquico— debía ser necesariamente reemplazado por otro racional dirigido por un sesudo órgano de planificación central. Sin embargo, planificación y capitalismo no son excluyentes. Cada organización y cada individuo planifica sus acciones: persigue fines empleando los medios que considera óptimos.
Capitalismo de amiguetes
También conocido como crony capitalism. Es una expresión bastante acertada pues es notoria la afición de las grandes corporaciones de influir en los legisladores. Los «empresaurios» acuden a los políticos para obtener privilegios como impedir la competencia. Como no pueden deshacerse fácilmente de las inversiones realizadas en máquinas más antiguas, en lugar de encajar deportivamente la reducción de sus ventas, acuden a los políticos para mantener sus beneficios. Al igual que sus cómplices en el gobierno, son una lacra social y obtienen rentas ilícitas a expensas de los consumidores.
El capitalismo mata
Todo tipo de malos augurios se han hecho sobre el capitalismo. «El apocalipsis lo causará el capitalismo, no las máquinas», dijo Stephen Hawking. «La ciencia y la tecnología deben estar al servicio de toda la humanidad sin injerencia de las grandes corporaciones y la cúpula empresarial», dijo Nikola Tesla. «Solo el socialismo salvará a la humanidad», dijo Albert Einstein (Mayo Von Höltz II). Más recientemente los agoreros del cambio climático afirman que si no acabamos con el capitalismo, éste acabará con el planeta. Nunca estas profecías, de corte marxista, se han cumplido. Aún así se van renovando con nuevos escenarios a cuál más tenebroso.
El Papa Francisco es tristemente célebre por sus diatribas contra el capitalismo. En su primera exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio) leemos estas perlas (53) «Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata». El Papa repite el error de las analogías biológicas (el pez grande se come al pez chico) al afirmar: «Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil». Y sigue (56): «Se instaura una tiranía invisible», etc. La ignorancia que exhibe el Papa, siendo lego en economía, es admisible, pero no es sensato realizar furibundas afirmaciones en una materia desconocida. Más preocupante es su desconocimiento de la dimensión ética del capitalismo, reconocida por su antecesor Juan Pablo II y por eminentes economistas austriacos como Hayek, Kirzner y Huerta de Soto (2021: 17).
Capitalismo y ludismo
Desde los orígenes del capitalismo sus enemigos han visto en las máquinas el origen del desempleo. Toda innovación y automatización del trabajo ha sido atacada por políticos, sindicatos, periodistas y afectados directos de los cambios. Un ejemplo es llamar «desatendidas» las gasolineras autoservicio, que están tan «desatendidas» como los cajeros automáticos o las máquinas expendedoras (tabaco, alimentos, bebidas). Los negocios autoservicio están perfectamente atendidos por la cuenta que les trae a sus dueños. Un análisis más reflexivo, paradójicamente, invierte la lógica del presunto «desatendimiento». Situados del lado de los consumidores, son precisamente los dispensadores automáticos los que satisfacen necesidades antes no cubiertas durante la noche, días festivos y en otras circunstancias donde no es rentable tener empleados.
Capitalismo salvaje
El adjetivo salvaje ha sido muy empleado para denigrar al capitalismo. Sin embargo, los animales salvajes y las tribus de humanos desconocen el capitalismo. La realidad es justo la contraria. El capitalismo ha hecho posible el tránsito del hombre salvaje al hombre civilizado, de la sociedad tribal a la sociedad abierta. No hay nada «salvaje» en el sistema capitalista. En el mercado no se libra una lucha a muerte por la supervivencia, sino la pacífica cooperación a través de la división del trabajo (Mises, 2011: 174).
Destrucción creadora
Según Joseph A. Schumpeter en el sistema capitalista el empresario que innova crea lo nuevo y destruye lo antiguo. Este proceso de destrucción creadora constituye el hecho esencial del capitalismo (Schumpeter, 1997: 120). Debemos criticar esta metáfora por la connotación violenta del término «destrucción». El empresario que innova no destruye nada, sino que vuelve obsoletos otros bienes, industrias o formas de producción. Por ejemplo, el correo electrónico no destruye al fax, ni el whatsapp destruye a la mensajería SMS. El reemplazo tecnológico e industrial que se produce incesantemente en el mercado es pacífico y nada tiene de destructivo.
Bibliografía
Huerta de Soto, J. (2010). Lecturas de economía política III. Madrid: Unión Editorial.
Huerta de Soto, J. (2021). «Socialismo, corrupción ética y economía de mercado». Cuadernos para el Avance de la Libertad, Nº 7. Madrid: Unión Editorial.
Marx, K. (2008). El capital (I). Biblioteca virtual.
Marx, K. y Engels, F. (2013) [1848]. El manifiesto Comunista. Madrid: Fundación de Investigaciones Marxistas. Schumpeter, J. (1997). Teoría del desenvolvimiento económico. FCE.
- 28 de diciembre, 2009
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