España: Ayuda exterior para las oligarquías más corruptas
El Gobierno aprobó ayer la nueva Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, merced a la cual se destinará el 0,7% de la renta nacional bruta a la ayuda oficial al desarrollo a partir de 2030. Aunque el 0,7% suele sonar una suma muy reducida, conviene recordar que uno de los programas sociales estrella de este Gobierno, el ingreso mínimo vital, apenas posee una dotación cercana al 0,25% del PIB… Casi tres veces menos de lo que se ambiciona destinar a la ayuda exterior.
El ministro @jmalbares ha presentado hoy el Anteproyecto de Ley de #Cooperación al #DesarrolloSostenible y la Solidaridad Global, con el que daremos rango legal al compromiso de #España de destinar el 0,7% de la RNB a Ayuda oficial al Desarrollo (AOD) en 2030.#SomosCooperación pic.twitter.com/tN8KV4TCoE
— Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación (@MAECgob) January 11, 2022
Casualidades de la vida, el 'Journal of Political Economy' acaba de prepublicar un artículo que no deja en muy buen lugar algunos de los efectos colaterales de esta política pública. Me refiero a “Elite Capture of Foreign Aid: Evidence from Offshore Bank Accounts”, de los economistas Jørgen Juel Andersen, Niels Johannesen y Bob Rijkers. ¿Cuál es la tesis fundamental de este artículo? Pues, en esencia, que un porcentaje relevante de la ayuda exterior, que los autores promedian en el 7,5% del total, termina siendo capturado por las oligarquías locales.
En particular, los tres economistas analizan qué sucede con el total de depósitos bancarios que los 22 países más dependientes de la ayuda exterior (aquellos que reciben más del 2% del PIB en este concepto) mantienen en paraísos fiscales. Y el efecto es claro: el mismo trimestre que se le entrega el dinero de la ayuda exterior a un determinado país, los depósitos de ese país en paraísos fiscales se incrementan en un 3,4%, lo que equivale a decir que el 7,5% de todos los fondos transferidos termina siendo robado (causalmente, los depósitos bancarios en otras jurisdicciones no se incrementan). Además, los autores también hallan una relación positiva entre la mala calidad democrática, la corrupción o el grado de dependencia de la ayuda exterior y el porcentaje de los fondos parasitados: por ejemplo, si la muestra incluye a todos los países que reciben ayuda al desarrollo por encima del 1% de su PIB, el porcentaje de dinero que termina siendo confiscado cae del 7,5% al 4% (y, de hecho, no cabe descartar que la relación no sea estadísticamente significativa); en cambio, si se restringe la muestra a aquellos países que reciben más del 3% de su PIB en ayuda, entonces el porcentaje confiscado se eleva al 15%.
Conviene aclarar, además, que estas estimaciones de robo oligárquico (7,5% de los fondos totales en los países que reciben el 2% del PIB en ayudas; 15% en los que reciben el 3% del PIB) son estimaciones sobre el importe mínimo parasitado. Los propios autores reconocen que no han estimado ni el dinero de la ayuda exterior que puede terminar 'lavándose' en forma de inversiones inmobiliarias o de bienes de lujo diversos (como joyas o arte). Más importante aún: las estimaciones de los autores tampoco incorporan los depósitos en paraísos fiscales mantenidos a través de sociedades extranjeras interpuestas (por ejemplo, si un oligarca de Tanzania crea una sociedad en Panamá, transfiere los fondos de la ayuda exterior a esa sociedad y esta tiene cuentas en paraísos fiscales, los depósitos serán estadísticamente atribuibles a Panamá, no a Tanzania), y ello a pesar de que sí han hallado una relación positiva entre el número de sociedades 'offshore' controladas por individuos del país receptor de la ayuda externa y la propia recepción de esa ayuda externa (una relación que es tanto más fuerte cuanto más corrupto y menos democrático es un país); mas no han sido capaces de cuantificarla.
En suma, podemos estar hablando perfectamente de que entre el 10% y el 20% de toda la ayuda exterior remitida a los países más dependientes de la misma termina siendo robado por sus oligarquías locales. ¿Y quiénes son esos países más dependientes? Pues los países más pobres. ¿Y por qué son los más pobres? Pues probablemente por las mismas razones que los llevan a ser los países cuyas élites son más descaradamente extractivas: por la pésima calidad de sus instituciones a la hora de respetar principios como la libertad individual, la propiedad privada, la buena fe contractual o la limitación y transparencia gubernamental. Justamente las oligarquías locales roban porque son lo suficientemente poderosas como para pisotear impunemente los derechos individuales. Tal como ya sentenció hace décadas el gran P. T. Bauer:
El argumento a favor de la ayuda al desarrollo se enfrenta a un dilema inexorable. Si los requisitos personales y sociales del desarrollo están presentes dentro de una sociedad, el capital necesario para su crecimiento será generado localmente o afluirá desde el extranjero. Cuando los determinantes esenciales del desarrollo son favorables, habrá progreso sin ayuda exterior. Si, por otro lado, los requisitos personales y sociales para el desarrollo no están presentes dentro de una sociedad, entonces la ayuda exterior será ineficaz e inútil. La ayuda exterior, pues, no es ni una condición suficiente ni una condición necesaria para el desarrollo socioeconómico, el cual depende de factores personales y sociales y no de repartos estatales.
Pese a todo ello, los contribuyentes españoles destinarán el 0,7% de su renta nacional bruta a tales fines. Los oligarcas más corruptos del Tercer Mundo desde luego nos lo agradecerán.
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