Una visión liberal de la pobreza, la caridad y el asistencialismo
Infobae – Fundación Atlas para una Sociedad Libre
Una visión liberal de la pobreza, la caridad y el asistencialismo nos llevaría a políticas muy diferentes a las en vigencia. Los resultados para reducir la pobreza basados en el asistencialismo, el aumento de impuestos, la redistribución de la riqueza por el gobierno y, la mayor participación del estado en todo tipo de actividades, y en el relato por el cual está muy instalado en nuestra sociedad que toda necesidad genera un derecho contra el estado, y que toda necesidad es una falla del estado que debe reparase por este, ha resultado en un enorme fracaso en nuestro país. Las estadísticas que muestran el aumento de la pobreza en las últimas décadas a la par del aumento del gasto publico asistencial, el aumento en los impuestos, la redistribución de la riqueza, y la intervención indirecta del estado a través de regulaciones y burocracia son contundentes.
Una política liberal de la pobreza se enfocará en eliminar las causas que la provocan, con un sistema de políticas y beneficios que conlleve a la gente a salir de ese estado indeseado, reduciendo así la población con necesidad de asistencia, y manteniendo un asistencialismo reducido y de corto plazo para situaciones de extrema necesidad o transitorios.
¿Suena a utopía y a soberbia? ¡Claro que no lo es! Veamos cómo y porque, y sus resultados esperados. Son muchas las acciones que fácilmente se pueden hacer, la mayoría permitiendo que actividades monopólicas, ineficientes, obligatorias y burocráticas en manos del estado, puedan ser realizadas también en competencia por otros agentes de libre elección por los usuarios.
Ya sabemos la correlación directa entre educación y pobreza. También conocemos la aspiración de cualquier persona a dar la mejor educación posible a sus hijos, que la lleva a educarlos fuera de la órbita estatal en cuanto puede financiarlo. Con cualquier sistema como vouchers, créditos impositivos, y con más colegios de gestión privada, y sin currículas obligatorias la mejora inmediata será extraordinaria.
Eliminando restricciones al comercio, a la importación, a la exportación, aumentado los mercados y la competencia redundara en una baja del costo de vida, ergo significando un aumento del salario real inmediato. Permitir el cierre de negocios e industrias obsoletos e ineficientes y sobre todo facilitando la apertura de nuevos negocios, sin burocracia ni regulaciones innecesarias, y reglas claras de largo plazo obrarán lo que parecerán milagros.
Liberar los contratos de alquileres y eliminando la corrupción y las regulaciones para construir nuevas viviendas, reducirán substancialmente el costo de las viviendas a través de una mayor oferta.
Hay que romper la cultura que sostiene que siempre hace falta una nueva norma o una nueva ley o un beneficio para realizar una actividad. Nada más alejado de la realidad. La mejor norma, ley y beneficio son los que NO existen. La mayoría de las normas y regulaciones no se conocen, no se aplican y son grandes escollos para el desarrollo humano. Muchas tienen una mera intencionalidad recaudatoria o de justificación de puestos de trabajo innecesarios.
Tener una macroeconomía sana, previsible, reglas de juego estables, moneda propia y ausencia de inflación nos sorprenderán por sus beneficios. La inflación es una gran generadora de corrupción y pobreza, que siempre ha perjudicado a los que menos tienen. Todo aquello que haga crecer la economía, que permita la movilidad social, la responsabilidad y el trabajo sacaran de la pobreza más rápido y a más gente que cualquier política pobrista. Toda licencia para trabajar debe ser eliminada permitiendo el libre acceso a cualquier actividad a quien desee hacerlo.
Y claro que probablemente siempre existan pobres, pero muchos menos, y que se requiera del asistencialismo. Y aquí también hay espacio para aplicar políticas liberales. Hay que privatizar todo lo posible la caridad. El estado hoy ha monopolizado la “caridad” a través de políticas públicas de altos impuestos y de redistribución de la riqueza. Los ciudadanos han sido despojados de la porción de sus bienes para realizar donaciones, con nuevos impuestos, cultura y tareas en manos estatales. La caridad a través del estado es costosa e ineficiente y debería ser reducida al mínimo. También hay un aspecto de las donaciones que se ha reducido al pasar la caridad al estado, y es la donación del tiempo personal para ayudar a la gente. El burócrata no “dona” su tiempo. El donante voluntario dona su tiempo y sus bienes, lo pone más cerca del necesitado, lo comprende más, reacciona más rápido y la eficiencia de la ayuda se multiplica. El donante voluntario está más cerca del necesitado y no tiene objetivos ni restricciones ni intenciones políticas. Hasta sería fácil conseguir el apoyo de la iglesia católica, y obviamente de otras organizaciones religiosas y no religiosas, para llevar adelante estas políticas. Muy satisfechos y abiertos se sentirían de recuperar muchas acciones que realizaban y que luego pasaron al estado. Veamos CARITAS, colegios, salud, alimentos, etc. Los donantes estarían más dispuestos a dar sus bienes y tiempo a estas organizaciones, que al estado en forma coercitiva. Con mucho menos se conseguiría mucho más. Sobra estadística internacional que muestra sobradamente como disminuyen las donaciones privadas al aumentar el asistencialismo estatal y el gasto público.
Aquí las regulaciones también actúan en forma nociva. Hay restricciones a las donaciones de alimentos, de ropa usada y una regulación laboral que lleva a muchos pobres a trabajar en puestos precarios dentro de la gran economía marginal, dificultando la libertad de trabajar, la movilidad social y reduciendo el salario real.
Seguramente las políticas liberales no lograrán eliminar la pobreza, pero si llevarla a mínimos que nunca vimos y que claramente experimentan los países desarrollados liberales del mundo, en mayor o menor medida.
Posiblemente nuestra sociedad vea con recelo estas ideas, y capaz con razón. Pero a la par debería ver con certeza que lo que tenemos no sirve. ¿Por qué no intentar algo diferente? ¡El costo de oportunidad de un cambio nunca estuvo tan bajo!
El autor es Presidente de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
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